Al amanecer, el sol se filtraba a través de las cortinas de mi nueva cabaña, iluminando los rincones con una luz cálida. Me desperté sintiendo una energía renovada, como si el aire fresco de las montañas hubiera limpiado mis pensamientos. Decidí que era momento de explorar el vecindario y, tal vez, hacer alguna conexión más.
Mientras caminaba por el sendero, vi una casa contigua a la mía, con un pequeño taller que sobresalía. El sonido de herramientas resonaba en el aire, y un hombre, de aspecto robusto, trabajaba con madera. Sus manos, fuertes y callosas, manipulaban los materiales con una destreza admirable. Se notaba que estaba completamente absorto en su labor.
—¡Hola! —saludé, intentando ser amigable.
Él levantó la vista, sorprendido, como si no esperara encontrar a nadie por ahí.
—¿Quién eres? —preguntó, sin mostrar mucho interés.
—Soy Avery, tu nueva vecina —respondí, sonriendo con sinceridad.
—Ajá. —Volvió a concentrarse en su trabajo, ignorando mi presencia.
Me quedé un poco desconcertada, sin saber si debía continuar o retirarme. Sin embargo, algo en su actitud me intrigaba.
—¿Eres carpintero? —inquirí, intentando entablar conversación.
—Sí —dijo, sin mirar—. ¿Te importa?
—No, para nada. Me parece fascinante. Siempre he admirado a los artesanos.
Finalmente, levantó la mirada y me observó con un semblante serio.
—¿Y qué sabes tú de eso? —preguntó, con un tono de desafío.
Su franqueza me sorprendió, pero sentí que había algo genuino en su forma de ser.
—Nada en realidad, pero me encantaría aprender —admití.
—¿Quieres aprender? —se burló, como si la idea le pareciera ridícula—. La mayoría de la gente quiere saber solo para presumir. No estás aquí para eso, ¿verdad?
—No. Quiero sumergirme en la cultura local, en la vida real —respondí, manteniendo la mirada.
Por un momento, el silencio se adueñó del espacio. Sin embargo, su expresión se suavizó ligeramente.
—Soy Owen —dijo, extendiendo una mano al fin—. Si de verdad quieres aprender, ven mañana a la mañana.
—Encantada, Owen. —Apreté su mano, sintiendo su fuerza—. Estoy aquí para quedarme, así que espero que no me mandes de regreso a donde vine.
—Eso dependerá de ti —respondió, dando un paso atrás y volviendo a su tarea, lo que me hizo reír internamente. Era un hombre de pocas palabras, pero su honestidad era refrescante.
Al día siguiente, llegué a su taller, sintiendo un ligero nerviosismo. Owen estaba organizando herramientas, y al verme, levantó una ceja.
—¿Listo para ensuciarte las manos? —preguntó, sonriendo ligeramente.
—Por supuesto —respondí, contagiada por su energía, aunque mi corazón latía con fuerza.
Me mostró cómo usar un martillo y un formón, explicando con paciencia los pasos básicos. A medida que avanzaba el día, empezaba a entender por qué disfrutaba tanto de su trabajo. Cada golpe de martillo y cada corte en la madera tenían un propósito. Era un arte.
—No está mal para una principiante —dijo Owen, observándome con una expresión que parecía más sorpresa que crítica.
—Gracias. Solo estoy intentando seguir tus instrucciones —respondí, sintiéndome un poco orgullosa.
A medida que la tarde avanzaba, la conversación se volvió más fluida.
—¿Nunca habías hecho algo así? —inquirió, con una expresión de curiosidad genuina.
—No. He estado demasiado ocupada en otras cosas. Pero quería cambiar eso —admití.
—¿Y qué es lo que hacías? —preguntó, claramente intrigado.
—Soy actriz y cantante —respondí, sintiendo cómo mi voz se tornaba más baja. No quería que eso cambiara la percepción que tenía de mí.
—¿Y eso qué significa? —inquirió, frunciendo el ceño.
—Significa que la gente me reconoce, me sigue. A veces, eso se convierte en un problema —confesé, notando cómo la vulnerabilidad salía a flote.
Owen se quedó en silencio, contemplando mis palabras. Su expresión seguía siendo seria, pero había una chispa de comprensión en su mirada.
—No soy de seguir a las estrellas —dijo finalmente—. Nunca entendí por qué idolatrar a personas que no conocen la vida real.
Sus palabras me hicieron sentir una extraña mezcla de alivio y sorpresa. Nunca había conocido a alguien que no estuviera deslumbrado por mi fama.
—Eso es refrescante. No puedo evitar sentirme abrumada a veces —dije, sonriendo, apreciando su honestidad.
—Lo que importa aquí es el trabajo —dijo, volviendo a la tarea—. Eso es lo que define a una persona.
Las horas pasaron, y mientras trabajábamos, el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas. Al final del día, la madera ya tenía forma, y una pequeña mesa empezaba a cobrar vida.
—Has hecho un buen trabajo —dijo Owen, observando el progreso con una mezcla de satisfacción y sorpresa.
—Gracias. No puedo esperar a ver cómo quedará al final —respondí, sintiendo un renovado sentido de propósito.
A medida que me alejaba de su taller, sentí que aquel lugar comenzaba a ser más que un simple refugio. Cada momento compartido con Owen me recordaba que, a pesar de mis experiencias pasadas, había espacio para la autenticidad y la conexión genuina. En ese pequeño pueblo, estaba empezando a encontrarme a mí misma, y Owen, con su carácter brusco, era una parte fundamental de esa nueva historia.