Cada día que pasaba en el taller de Owen, la frustración se acumulaba un poco más. A pesar de que estaba entusiasmada por aprender, él se mantenía distante, como si su mundo fuera una burbuja en la que yo no encajara.
Aquel día, decidí intentar romper la barrera que parecía existir entre nosotros. Al llegar, lo encontré concentrado en una pieza de madera, su expresión seria. Me acerqué, sintiéndome decidida.
—Hola, Owen. ¿Cómo va todo? —saludé, intentando sonar amigable.
—Bien —respondió, sin levantar la vista—. Solo trabajando.
—¿Hay algo en particular que planeas construir hoy? —pregunté, buscando un tema de conversación.
—Un banco —dijo, y continuó midiendo con precisión. No parecía interesado en prolongar la charla.
Sus respuestas breves me frustraban. Nunca había tenido problemas para conectar con las personas; mi vida giraba en torno a la atención, a las interacciones vibrantes. Pero aquí, en este rincón alejado del mundo, el silencio de Owen se sentía como un muro impenetrable.
—¿Tienes planes para este fin de semana? —inquirí, decidida a encontrar alguna pequeña chispa de conversación.
—No. Solo trabajo —contestó, apenas girando la cabeza.
—¿Nunca sales? —insistí, sintiendo que mi entusiasmo chocaba con su fría indiferencia.
—No. ¿Para qué? —dijo, ahora mirándome, su expresión era de incredulidad—. Hay más cosas que hacer aquí que ir de fiesta.
Su tono directo me desconcertó, y aunque entendía su perspectiva, no podía evitar sentirme incomprendida.
—Pero, Owen, a veces salir puede ser revitalizante. Conocer gente nueva, disfrutar del paisaje —respondí, intentando apelar a su curiosidad.
—La gente puede ser agotadora —murmuró, regresando a su trabajo con determinación.
No sabía cómo continuar. Sus palabras me hicieron sentir como si estuviera hablando con una pared, y en ese instante, el desánimo me invadió. Yo, la actriz, acostumbrada a ser el centro de atención, a tener conversaciones llenas de energía, ahora me encontraba lidiando con la frialdad de un hombre que parecía no tener interés en abrirse.
Después de un rato, decidí tomar un descanso. Salí al exterior, sintiendo que el aire fresco podía despejar mi mente. Me senté en un tronco cercano, observando las montañas a lo lejos. La belleza del paisaje era tranquilizadora, pero mi corazón seguía inquieto. No quería darme por vencida, pero Owen me estaba desafiando de maneras inesperadas.
Poco después, regresé al taller y lo vi trabajando con empeño.
—¿Te gustaría que te ayudara? —pregunté, sintiendo que podía ofrecer algo de valor.
—No lo necesitas. Puedes hacer algo más útil, como mantenerte alejada —respondió, sin mirar hacia mí.
Esa respuesta me golpeó, y un nudo se formó en mi garganta. No sabía cómo podía ser tan cortante. Era evidente que tenía sus propios demonios, pero me frustraba que no hiciera un esfuerzo por intentar entenderme.
—Mira, Owen —dije, intentando mantener la calma—. No estoy aquí solo para aprender a hacer muebles. Estoy tratando de conectar con la comunidad. Quiero formar parte de este lugar.
Él se detuvo y finalmente me miró a los ojos. Por un momento, vi una chispa de algo: curiosidad, tal vez, o simplemente sorpresa ante mi sinceridad.
—No sé por qué te importa tanto. La gente viene y va, como siempre —contestó, su tono era más suave, aunque seguía siendo directo.
—Quizás porque yo también estoy buscando un lugar al que pertenecer. Vine aquí para escapar de la presión, no solo para crear —respondí, sintiendo la sinceridad de mis palabras.
—¿Y crees que hacer amigos es la solución? —preguntó, con un atisbo de desafío en su voz.
—No se trata solo de hacer amigos, sino de encontrarme a mí misma. —Suspiré, frustrada pero decidida—. La fama no es lo que busco. Solo quiero disfrutar de la vida.
La mirada de Owen cambió, y un destello de interés apareció en su rostro.
—No me malinterpretes, Avery. No estoy aquí para ayudarte a encontrar sentido. Solo soy un carpintero.
—Y yo soy una actriz que no busca atención. Solo deseo un poco de honestidad. —Dije, sintiéndome más fuerte al expresar lo que sentía.
Poco a poco, su expresión se tornó menos severa. Quizás había logrado un pequeño avance.
—Está bien. Solo no te hagas ilusiones. No soy como los demás que estás acostumbrada a conocer —dijo, esta vez con un tono menos hostil.
—No espero eso de ti. Solo deseo ser tratada como cualquier otra persona, sin etiquetas. —Sonreí, aliviada de que la conversación hubiera tomado un giro diferente.
Al final del día, aunque Owen seguía siendo un enigma, sentí que había dado un pequeño paso. A pesar de sus reservas, había algo en él que me mantenía intrigada. Este pueblo me estaba enseñando a ser paciente, a encontrar valor en las conexiones más sinceras, incluso si eso significaba enfrentar la frialdad de un carpintero gruñón que parecía no tener interés en el mundo exterior.