El Refugio del corazón

6

El día amaneció radiante, y el aire fresco de las montañas parecía invitarme a salir a explorar. Decidí dejar atrás el taller y aventurarme por las calles del pueblo. La tranquilidad que se respiraba en el ambiente me envolvió como un cálido abrigo. A cada paso, sentía que las preocupaciones de mi vida anterior se desvanecían, aunque la figura de Owen seguía merodeando en mi mente.

Al caminar por el centro, noté a un grupo de mujeres conversando animadamente en una esquina. Sus risas resonaban en el aire, y eso me atrajo hacia ellas.

—¡Hola! —saludé, sintiéndome un poco nerviosa—. Soy Avery, la nueva vecina.

—¡Encantadas! —respondió una mujer de cabello rizado—. Soy Clara, y estas son Polly y Teresa. ¿Cómo te ha tratado el pueblo hasta ahora?

—Es hermoso. Estoy disfrutando del ritmo aquí —contesté, sintiéndome cada vez más a gusto—. Es un cambio muy necesario para mí.

—Nos alegra escuchar eso —dijo Polly, sonriendo—. Este lugar tiene su encanto. ¿Has probado el pastel de manzana de Doña Elvira?

—No, pero suena delicioso —reconocí, la idea de un dulce siempre Polly se emocionaba.

—Te llevaré a la panadería. ¡Es un lugar mágico! —dijo Clara, guiándome con entusiasmo hacia la tienda.

Al entrar, el aroma de pan recién horneado me envolvió, y mis sentidos se despertaron de inmediato. La panadera, una mujer de avanzada edad con un gran delantal, me sonrió al verme.

—¿Qué deseas, querida? —preguntó con dulzura.

—Me gustaría probar el pastel de manzana, por favor —respondí, y vi cómo sus ojos brillaban con orgullo.

—Una excelente elección. —Comenzó a cortar una generosa porción, y me la entregó con una sonrisa—. ¡Buen provecho!

El primer bocado fue una explosión de sabores, y no pude evitar cerrar los ojos de placer.

—¡Es delicioso! —exclamé, sintiendo cómo me transportaba a la infancia.

—Te lo dije —dijo Clara, riendo—. La panadería es un tesoro en este pueblo.

Mientras disfrutaba mi pastel, noté que las mujeres continuaban hablando sobre las costumbres locales y los eventos comunitarios. La calidez de la conversación me hacía sentir cada vez más incluida, pero mi mente seguía volviendo a Owen y su actitud distante. ¿Por qué me afectaba tanto? No debía importarme, pero había algo en su forma de ser que despertaba mi curiosidad y frustración.

Después de despedirme de las mujeres, decidí dirigirme al lago que había escuchado que estaba cerca. La caminata me permitió disfrutar de la belleza natural que me rodeaba. El paisaje era sereno, lleno de árboles verdes y flores que adornaban el camino. Al llegar, me senté en una roca, observando cómo el agua brillaba bajo el sol. El sonido suave de las olas me tranquilizaba, pero incluso allí, el pensamiento de Owen se interponía.

—¿Por qué eres tan difícil? —me murmuré a mí misma, sintiendo la incomodidad de la situación.

Mientras meditaba, recordé la intensidad de sus ojos y la forma en que trabajaba la madera con tal destreza. Era un artista, pero su personalidad era un rompecabezas que no lograba resolver. En mi vida anterior, siempre había estado rodeada de admiradores y personas que intentaban acercarse a mí. La frialdad de Owen era un contraste abrumador.

Decidí que, aunque no podía cambiarlo, podía intentar comprenderlo mejor. Quizás su desinterés no era personal, sino una forma de protegerse. Pensé en la forma en que había construido su vida lejos de las luces y el bullicio.

De regreso al pueblo, pasé por un mercado donde artesanos vendían sus creaciones. La atmósfera era vibrante, llena de color y vida. Las risas de los niños jugando en el campo resonaban, y no pude evitar sonreír al ver la alegría que emanaba de todos.

—¡Mira! —exclamó una niña que corría hacia mí, mostrando un pequeño muñeco de trapo—. ¡Lo hice yo!

—Es precioso, ¡muy bien hecho! —respondí, admirando su talento.

La niña sonrió, y su felicidad me hizo recordar que, a pesar de los desafíos, había belleza en lo simple. ¿Podría Owen ver el mundo de esta manera?

Al llegar a casa, sentí la curiosidad por entender a Owen más fuerte que nunca. Mientras la tarde se desvanecía en colores dorados, tomé la decisión de intentar hablarle nuevamente. Quizás esta vez podría abrir una pequeña puerta a su mundo. Si la vida aquí era tan especial, tal vez él también lo sentiría si se le daba la oportunidad.

Al caer la noche, me senté en el porche, mirando las estrellas que empezaban a aparecer en el cielo. La serenidad del entorno me recordaba que no todo tenía que ser rápido o ruidoso. Tal vez, solo necesitaba tiempo. Y con esa idea en mente, esperé que Owen apareciera en su taller, esperando que la curiosidad por conocerlo nuevamente me llevara a descubrir la historia que ocultaba tras su carácter distante.




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