El Refugio del corazón

7

El día siguiente amaneció con un cielo despejado y una brisa suave que acariciaba las montañas. Decidí que era el momento perfecto para adentrarme en la comunidad y buscar oportunidades que me conectaran con mis nuevos vecinos. Al pasear por el pueblo, una cartelera en la plaza llamó mi atención: había una audición para una obra de teatro local. Las letras grandes anunciaban que se necesitaban actores para una producción que se llevaría a cabo en el auditorio del lugar.

Con un golpe de emoción, me acerqué a leer más. Era una comedia que prometía risas y buenos momentos, y el pensamiento de participar me llenó de energía. Aunque mi experiencia había sido en escenarios grandes y brillantes, estaba ansiosa por probar algo diferente, algo más auténtico y cercano.

—Esto podría ser una excelente forma de conocer a la gente —me dije, convencida de que era la oportunidad perfecta. Decidí que iba a audicionar.

Esa tarde, regresé a mi casa y me preparé. Miré en el espejo y, con una determinación renovada, me dije que la fama no importaba aquí. Lo que realmente deseaba era conectar con los corazones de las personas. Después de un rato de practicar líneas en voz alta, decidí que estaba lista.

El auditorio era un edificio antiguo, lleno de historia. Al entrar, el ambiente estaba impregnado de un aire de expectación y creatividad. Varias personas conversaban animadamente, y al verlas reír y compartir, me sentí un poco nerviosa, pero también emocionada.

Me dirigí a una mesa donde un par de organizadores revisaban las inscripciones.

—Hola, soy Avery. Me gustaría audicionar para la obra —dije, sonriendo.

—¡Encantados! —dijo una mujer de cabello corto y gafas—. Aquí tenemos algunos papeles que puedes leer. ¿Tienes experiencia en teatro?

—He trabajado en algunas producciones en la ciudad, pero estoy aquí para aprender y disfrutar —respondí, sintiéndome un poco vulnerable.

—Eso es lo más importante. Este es un espacio para todos. —Me animó con una sonrisa.

Tomé los papeles y me retiré a un rincón tranquilo para practicar. Mientras leía las líneas, noté que la obra hablaba sobre la vida cotidiana, las relaciones y el sentido de comunidad. Las historias que los personajes compartían reflejaban lo que había estado observando en el pueblo, y eso me hizo sentir más conectada con el proyecto.

Cuando llegó mi turno, subí al escenario y me sentí nerviosa al enfrentar al pequeño grupo de personas que formaba parte del jurado.

—Cuando estés lista, adelante —dijo el director, un hombre mayor con una voz suave y acogedora.

Respiré hondo y comencé a interpretar una de las escenas. Mientras hablaba, sentí cómo las palabras cobraban vida en mí. A medida que la historia se desarrollaba, la magia del teatro me envolvió. Al finalizar, vi las sonrisas en sus rostros, lo que me hizo sentir un ligero alivio.

—Muy bien —dijo el director—. Tienes energía y presencia. Nos gustaría que formaras parte del elenco.

—¿De verdad? —exclamé, sorprendida y emocionada.

—Claro. La reunión es el próximo martes, y será genial contar contigo —respondió con entusiasmo.

Regresé a casa con una sonrisa que apenas podía contener. El sentimiento de haber encontrado una forma de conectar con la comunidad creció en mi interior. La obra se convertiría en un medio para conocer más sobre la vida de las personas, y quizás, incluso, sobre Owen. La idea de que él pudiera asistir me llenó de expectación.

Los días siguientes pasaron entre ensayos y charlas con los miembros del elenco. La química que se formaba entre nosotros era palpable, y cada vez que llegaba al auditorio, sentía que una nueva familia se estaba formando. Las historias que compartían me hacían sentir que cada uno de ellos tenía una vida rica en experiencias y sabiduría.

Durante un descanso, me encontré con Clara, quien había sido una de las primeras personas con las que hablé en el pueblo.

—Así que te has unido a nosotros, ¿eh? —dijo, sonriendo con complicidad—. ¡Qué emocionante!

—Sí, no puedo creer lo que estoy sintiendo. Es tan diferente a lo que solía hacer —respondí, sintiéndome más cómoda con cada palabra.

—Y todo esto es parte de nuestra comunidad. La gente realmente se involucra. —Miró hacia el escenario, donde algunos actores ensayaban—. ¿Has hablado con Owen sobre esto?

En ese momento, me dio un pequeño golpe de nervios. Owen era un misterio, un rompecabezas que quería resolver.

—No. Aún no he tenido la oportunidad. —Admití, un poco avergonzada.

—Deberías. Él ama el teatro. Aunque no lo parezca, tiene una conexión con el arte que nunca ha compartido —dijo Clara, con un brillo en los ojos—. Creo que le haría bien.

Decidí que intentaría invitarlo a ver una de nuestras representaciones. Si existía la posibilidad de que Owen se sintiera atraído por lo que estábamos creando, sería una manera perfecta de abrir una puerta entre nosotros.

Durante una de las pausas, tomé una decisión. Me acerqué al grupo y dije:

—Chicos, ¿qué les parece si organizamos una pequeña presentación al aire libre? Algo para que más personas se unan a nosotros y disfruten de lo que estamos haciendo.

El entusiasmo fue inmediato.

—¡Eso sería genial! —exclamó Polly—. Podemos hacer algo especial para atraer a más gente.

Así, la idea de llevar la obra al aire libre comenzó a tomar forma. Mientras hablábamos, me sentía cada vez más conectada con el grupo y con el pueblo. Era una experiencia revitalizante, y poco a poco, iba comprendiendo que ese lugar tenía mucho que ofrecerme.

Al terminar el ensayo, me dirigí a casa, sintiendo el corazón lleno de alegría. Tenía una misión: acercar a Owen a mi nuevo mundo y, quizás, ayudarlo a abrirse. Tal vez, a través del teatro, podría descubrir más sobre él, sobre su vida y sobre cómo había llegado a convertirse en el hombre que conocía. Con esa determinación en mente, me preparé para un nuevo día, emocionada por lo que el futuro me depararía en este pequeño rincón del mundo.




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