Los días transcurrían entre ensayos, risas y nuevos descubrimientos. Cada vez que interactuaba con Owen, sentía que se desvanecía un poco más la distancia que había entre nosotros. Su humor ácido seguía siendo una constante, pero había comenzado a notar destellos de vulnerabilidad que me intrigaban. Sin embargo, un secreto latente parecía envolver su vida, algo que aún no había logrado entender por completo.
Una tarde, después de un ensayo particularmente intenso, el grupo decidió salir a tomar algo al bar del pueblo. La conversación era animada, llena de anécdotas divertidas y risas. En un rincón, observé a Owen, un poco apartado, con la mirada perdida en el fondo de su vaso. Decidí que era el momento perfecto para acercarme y explorar lo que ocultaba.
—¿Qué tal, Owen? —dije, intentando atraer su atención mientras me sentaba a su lado—. ¿Por qué no te unes a la diversión?
—No soy de las fiestas —respondió, sin apartar los ojos de su bebida—. Prefiero el silencio de mi taller.
—A veces, el silencio no es suficiente —contesté, sintiendo que había más detrás de su respuesta—. ¿Qué pasa en tu cabeza?
Alzó la vista, sorprendido por mi audacia.
—Nada que te interese, Avery. —Su tono era cortante, pero había un trasfondo de tristeza en su voz que no podía ignorar.
—No me subestimes. Creo que te interesa más de lo que aparentas.
—No tengo un pasado interesante, solo he tenido mis problemas. —Dijo, con un suspiro que resonaba en su pecho.
—Todo el mundo tiene problemas, Owen. Lo que importa es cómo enfrentamos esas dificultades.
Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese instante, entendí que había algo más profundo en su mirada.
—Supongo que mi forma de lidiar con las cosas ha sido... diferente —murmuró, como si se estuviera preparando para abrirse.
—Diferente no siempre es malo. A veces, es necesario. —Dije, sintiéndome un poco vulnerable también.
—No todos piensan así. —Se encogió de hombros, pero había un destello de incertidumbre en su voz—. La gente suele juzgar sin conocer la historia completa.
Decidí que debía ser honesta con él.
—Lo entiendo. Pero yo estoy aquí, dispuesta a escuchar. —Lo miré a los ojos, esperando que mi sinceridad lo alentara a hablar.
Finalmente, sus defensas parecieron ceder.
—Perdí a mi familia hace años. Un accidente, nada que yo pudiera prevenir. —Su voz se quebró, y por un instante, el tiempo se detuvo.
La revelación me golpeó. No sabía cómo responder, así que opté por la empatía.
—Lo siento mucho, Owen. No puedo imaginar lo doloroso que debe haber sido. —Mis palabras eran sinceras, sentía su carga.
—A veces, el dolor se siente como una sombra. Nunca desaparece del todo. —Se pasó la mano por el cabello, una acción que revelaba su frustración.
—¿Y cómo lo has manejado? —pregunté, intentando profundizar en su experiencia.
—Lo he enterrado. A veces, trabajo hasta que olvido. Pero a menudo, la memoria regresa y me atrapa. —Su voz era un susurro, como si temiera que alguien pudiera oírlo.
Mi corazón se apretó al escuchar su historia. Podía entender por qué se mostraba tan distante y cínico.
—Owen, la vida puede ser cruel, pero también puede ofrecer oportunidades para sanar. Tal vez el teatro sea una de esas oportunidades. —Dije, intentando inspirarlo.
Él me miró fijamente, como si sopesara mis palabras.
—No creo que yo sea el tipo de persona que puede cambiar. No ahora.
—Nunca es tarde para aprender a soltar el dolor. —Le respondí, deseando que mi sinceridad resonara con él.
—A veces, las cicatrices son más profundas de lo que parecen. —Dijo, con una mezcla de tristeza y aceptación.
Una pausa se apoderó del ambiente, y sentí la necesidad de cambiar el enfoque.
—Oye, a lo mejor el teatro te ayuda a encontrar la forma de compartir tu historia, aunque sea a través de un personaje. —Dije, sonriendo—. No tienes que ser un monstruo, solo tienes que ser tú.
Owen se rió, un sonido que parecía sacado de un lugar olvidado.
—Tú y tus locuras. No sé si un viejo carpintero como yo tiene algo interesante que contar.
—Por supuesto que lo tienes. Todos tenemos historias. Solo tenemos que encontrar la forma de contarlas. —Mi convicción era palpable.
La conversación continuó fluyendo entre nosotros, cada palabra que intercambiábamos parecía acercarnos un poco más. Mientras compartíamos más anécdotas, pude ver la chispa de su humor resurgir, iluminando su rostro.
—Dices que el teatro te ayuda a contar historias, ¿qué tal si yo escribo una? —propuso, y su tono se volvió más ligero.
—Esa sería una gran idea. Puedes escribir sobre un carpintero que lucha contra sus demonios. —bromee, animándolo.
—¿Y tú serías la estrella que viene a salvarme de mis tormentos? —respondió, arqueando una ceja.
—Claro, puedo ser la heroína, pero solo si tú interpretas a mi compañero de aventuras. —sonreí, disfrutando del nuevo tono de nuestra charla.
—No sé si estoy listo para ser un héroe. —dijo, aunque había una sonrisa en sus labios.
A medida que la noche avanzaba, nuestras interacciones se volvían más ligeras, y la conexión entre nosotros crecía. Aunque aún había sombras en su historia, empezaba a vislumbrar que había una luz en su interior.
Cuando nos despedimos, le dije:
—Owen, creo que tienes más en tu interior de lo que imaginas. Lo importante es que no tengas miedo de mostrarlo.
—Quizás algún día, Avery. Quizás algún día. —respondió, su tono era sincero.
Con esa promesa resonando entre nosotros, sentí que el camino hacia su corazón comenzaba a despejarse. Estaba lista para seguir explorando no solo el mundo del teatro, sino también el misterioso laberinto que era Owen. Mientras la noche caía sobre el pueblo, sabía que ambos habíamos comenzado un viaje significativo, y la posibilidad de un nuevo comienzo se dibujaba en el horizonte.