El Refugio del corazón

13

sol brillaba intensamente cuando salí de casa esa mañana. Había planeado un día tranquilo, disfrutando del aire fresco y la belleza del paisaje que me rodeaba. Sin embargo, al asomarme a la ventana, noté algo extraño: un coche negro, estacionado un poco más lejos de lo habitual. La intriga me invadió, pero decidí no prestarle demasiada atención.

Al salir, me dirigí al café local, ansiosa por saborear su famosa taza de café y tal vez un croissant. La atmósfera era relajada, y la gente charlaba animadamente. Sin embargo, sentí que algo no estaba bien. Las miradas se volvían hacia mí, murmullos comenzaron a surgir y un leve susurro recorría el ambiente.

—¡Mira, es ella! —exclamó una mujer, señalándome con asombro.

Mi corazón se hundió. No, no podía ser. Me giré para ver si había alguna razón específica para su reacción, y fue entonces cuando lo vi. Allí, detrás de un árbol, un hombre con una cámara enorme se escondía, enfocando su lente hacia mí. Mi pecho se apretó al comprender que un paparazzi me había encontrado. No solo eso, sino que había traído consigo todo un alboroto.

Rápidamente, el murmullo se intensificó. Varias personas comenzaron a acercarse, queriendo ver a la “estrella”. Sentí el calor de las miradas curiosas y no pude evitar el impulso de querer escapar. Justo en ese momento, apareció Owen, caminando hacia mí con un semblante preocupado.

—¿Qué está pasando? —preguntó, mirando a su alrededor con desconfianza.

—Parece que alguien me ha seguido hasta aquí. —dije, intentando mantener la calma a pesar de la angustia que crecía en mí.

—¿Un paparazzi? —inquirió, frunciendo el ceño.

—Sí. No sé cómo se enteró de que estaba en el pueblo. —respondí, sintiendo que el pánico comenzaba a aflorar.

Owen miró en dirección al hombre con la cámara, y pude ver cómo su expresión se transformaba de preocupación a una furia contenida.

—Esto no está bien. —dijo, avanzando hacia la figura oculta detrás del árbol.

—Owen, no hagas nada. —le advertí, sintiendo que la situación se tornaba peligrosa.

—No puedo quedarme de brazos cruzados. —respondió, decidido.

Se acercó al paparazzi, que ya se había atrevido a cruzar el límite de la privacidad, apuntando su cámara con descaro.

—¡Oye! —gritó Owen, la voz resonando con una autoridad inesperada. —¿Qué te crees? No tienes derecho a invadir la vida de nadie aquí.

El hombre levantó la mirada, claramente sorprendido por la confrontación.

—Solo hago mi trabajo, amigo. —dijo, tratando de desviar la atención—. La gente quiere saber sobre ella.

—Y la gente no debería estar en la vida de los demás. —replicó Owen, acercándose aún más, con un tono que no admitía réplicas.

La multitud comenzó a murmurar, algunos aplaudiendo el valor de Owen, mientras otros se mostraban intrigados. Sentí una mezcla de gratitud y asombro. No podía creer que Owen se interpusiera por mí de esa manera.

—¿No te da vergüenza? —continuó él, con una mirada desafiante—. Te has convertido en un acosador. ¿Qué harías si alguien hiciera lo mismo contigo?

El paparazzi vaciló un instante, consciente de que había cruzado una línea.

—No te pongas así, solo estoy cumpliendo con mi trabajo. —dijo, su tono ahora menos seguro.

Owen dio un paso hacia él, su postura firme.

—¿Y cuál es tu “trabajo”? Hacer que la gente se sienta miserable y acosada por algo que debería ser privado. Vete de aquí antes de que te arrepientas.

Finalmente, el hombre, aunque reacio, decidió dar marcha atrás. Con un último vistazo hacia mí, se dio la vuelta y comenzó a alejarse. La multitud se dispersó, aunque algunos seguían murmurando, intrigados por el drama que acababa de desarrollarse.

—Gracias. —dije, sintiéndome un poco más aliviada al ver que la situación se calmaba. —No sabía que ibas a hacer eso.

—Lo siento. No puedo soportar ver a alguien invadiendo la privacidad de otra persona. —dijo, relajando un poco su postura.

—No es la primera vez que me pasa, pero aquí… aquí es diferente. —repliqué, mirándolo a los ojos. —La gente es más amable, más genuina.

Owen asintió, su expresión volviendo a ser más suave.

—Este es un lugar tranquilo. No debería ser un circo. —murmuró, mientras miraba a su alrededor, asegurándose de que el peligro ya había pasado.

—¿Por qué te importa tanto? —pregunté, intrigada. —No parece que te importe lo que piensen los demás.

Él me miró, como si sopesara mis palabras.

—Tal vez porque he visto de cerca cómo el interés puede destruir vidas. —dijo con un tono de sinceridad que me tocó—. No quiero que nadie, especialmente tú, pase por eso aquí.

Mi corazón se aceleró. Había en su voz un tono de protección que no había percibido antes. Me sentí agradecida por su apoyo, pero también comenzó a despertar algo más profundo dentro de mí.

—Gracias, de verdad. —dije, sintiendo que mi voz era un susurro.

Él se encogió de hombros, intentando disimular el impacto de su acción.

—Solo hago lo que puedo. No es justo que te veas arrastrada a esto.

Miré a mi alrededor y noté cómo algunos de los lugareños comenzaban a acercarse, ahora con sonrisas y palabras de aliento. Las miradas curiosas se habían transformado en gestos de solidaridad.

—Tal vez deberíamos hacer algo para que no se repita. —sugerí, sintiendo que tenía que aprovechar esta oportunidad.

—¿A qué te refieres? —inquirió Owen, interesado.

—Podríamos organizar un evento comunitario. Algo que celebre nuestra vida aquí. De esa manera, podríamos mostrar que este pueblo no es solo un lugar para chismes. —propuse, sintiendo que la idea cobraba vida.

—Eso no suena mal. —respondió, comenzando a sonreír—. Pero necesitaríamos más manos.

—Podemos involucrar a la gente del pueblo. Hacer que se sientan parte de esto. —dije, emocionada por la perspectiva de unir a todos.

—Entonces, empecemos a planear. —dijo Owen, con una determinación renovada—. Quiero que este lugar sea recordado por lo que realmente es, no por los escándalos.




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