El Refugio del corazón

15

La mañana después de la tormenta fue brillante y serena, como si el mundo hubiera sido renovado. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, iluminando el pequeño pueblo con un resplandor dorado. Mientras preparaba el desayuno, no podía evitar recordar cada momento compartido con Owen la noche anterior. Sus historias, sus risas y esa conexión que se había forjado entre nosotros seguían resonando en mi mente.

Sin embargo, al salir a la calle, noté algo que me incomodó. Owen parecía evitarme. A pesar de nuestra conversación sincera, él se comportaba como si nada hubiera sucedido. Su mirada, antes tan abierta, ahora se desvió cada vez que intentaba acercarme. Esa distancia me hacía sentir confundida; mis sentimientos por él crecían, pero su actitud me dejaba con dudas.

Decidí que no podía quedarme de brazos cruzados. Así que, tras un par de días de incertidumbre, decidí visitarlo en su taller. Cuando llegué, el sonido del martillo golpeando la madera me recibió. Owen estaba concentrado, esculpiendo con destreza un trozo de roble. El aroma a madera fresca me envolvió, pero mi corazón se llenó de inquietud al ver su expresión seria.

—Hola, Owen. —saludé, intentando sonar natural.

—Hola, Avery. —respondió sin mirar, centrado en su tarea.

—¿Te gustaría que tomáramos un café más tarde? —pregunté, sintiendo que el nerviosismo comenzaba a apoderarse de mí.

—No puedo, tengo mucho trabajo. —dijo, su voz era cortante, y noté que su cuerpo se tensaba.

La decepción me golpeó como un balde de agua fría. La frustración se apoderó de mí, pero intenté mantener la calma.

—Solo un rato. —insistí—. Me gustaría saber más sobre tus proyectos.

Él dejó caer el martillo y finalmente me miró, sus ojos revelando un atisbo de lo que ocultaba.

—No puedo distraerme ahora, Avery. —respondió con firmeza—. La madera no espera.

Un silencio pesado llenó el aire. Su rechazo me dolía más de lo que había anticipado.

—Entiendo. —dije, sintiendo que mis palabras se volvían vacías—. Solo pensaba que podríamos disfrutar de un momento fuera del trabajo.

—Lo siento, realmente no estoy de humor. —replicó, volviendo a su labor.

Sentí que debía alejarme, pero una parte de mí quería seguir luchando. No podía rendirme tan fácilmente.

—Owen, ¿hay algo que te preocupe? —pregunté, intentando abrir la puerta a una conversación más profunda.

Él levantó la mirada de la madera, un rayo de vulnerabilidad atravesando su rostro, pero rápidamente lo ocultó.

—No es el momento, Avery. —dijo con voz tensa—. Tienes que entender que no todos pueden ser como tú.

Sus palabras me golpearon. ¿Era tan fácil desestimar mi forma de ser? ¿No veía que yo también enfrentaba mis propios demonios?

—No estoy tratando de cambiarte. —respondí, sintiendo cómo mi frustración se convertía en enojo—. Solo estoy intentando ser tu amiga.

Owen suspiró, y por un momento, creí que iba a abrirse, pero en su lugar, se encogió de hombros.

—La amistad no siempre es sencilla. Hay cosas que no comprendes.

—Intenta hablarme. —exclamé, sin poder contener la desesperación—. Necesitas a alguien que te escuche, que no te juzgue.

Su mirada se tornó dura, como si estuviera protegiendo algo muy valioso.

—No lo entiendes, Avery. —dijo, su voz ahora grave—. He vivido cosas que no son fáciles de compartir.

Me sentí impotente ante su resistencia, pero no podía rendirme.

—Nadie tiene que cargar con su pasado solo. —dije, sintiendo que mis palabras resonaban con verdad—. Estoy aquí, dispuesta a escucharte.

—No todos quieren que alguien más cargue con sus problemas. —respondió, su tono se había suavizado, pero aún se mantenía distante—. A veces, lo mejor es alejarse.

—¿Alejarse de qué? —pregunté, sintiéndome atrapada por su necedad—. ¿De la posibilidad de tener un amigo en quien confiar?

Él cerró los ojos por un momento, como si se estuviera debatiendo entre la apertura y el cerrarse aún más. Cuando finalmente los abrió, había un brillo de frustración en ellos.

—No sé si puedo. —susurró, y por un momento, vi el hombre vulnerable que había detrás de esa fachada dura—. No sé si puedo dejar que alguien entre.

Sentí que mi corazón se rompía al escuchar su confesión. Había un dolor profundo detrás de su resistencia, algo que merecía ser tratado con delicadeza.

—No tienes que hacerlo todo de una vez. —dije con suavidad—. Tómalo con calma. Pero no te cierres completamente.

El silencio entre nosotros se hizo espeso, lleno de emociones no expresadas. Me di cuenta de que había una batalla interna que Owen estaba enfrentando, una lucha que no podía resolver en un instante.

—A veces, creo que sería más fácil ser solo un carpintero. —murmuró, su voz apenas un susurro.

—Sería más fácil, pero no sería la verdad. —respondí, y al decirlo, sentí que algo dentro de mí se reafirmaba—. No puedes huir de lo que eres.

Él asintió lentamente, y por un instante, nuestros ojos se encontraron en un entendimiento tácito. Había un abismo entre nosotros, pero al menos ahora, sabía que no estaba sola en él.

—Voy a intentarlo. —dijo finalmente, su voz titubeante—. Solo necesito tiempo.

—Lo entiendo. —respondí, sintiendo una mezcla de esperanza y tristeza—. Estaré aquí, cuando estés listo.

Salí del taller con un nudo en el estómago, la lucha de Owen resonando en mi mente. Mis sentimientos por él eran cada vez más profundos, pero también sabía que debía darle espacio para sanar. La idea de que luchara con sus propios demonios me hacía querer ayudarlo más.

Mientras caminaba por el sendero, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. A pesar de la confusión en mi corazón, había una luz de esperanza brillando. Tal vez, con paciencia y tiempo, podríamos encontrar un camino hacia la conexión que ambos deseábamos. Aun en medio de sus sombras, yo estaba dispuesta a estar a su lado, esperando el momento en que finalmente se permitiera ser visto.




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