El aire vibraba de emoción mientras la fiesta del pueblo comenzaba. La plaza estaba iluminada con luces centelleantes, llenando el lugar de una atmósfera mágica. La música sonaba alegremente, y las risas resonaban en cada rincón. Me sentía emocionada, llena de energía, dispuesta a disfrutar de cada momento. Sin embargo, mi atención estaba centrada en Owen, quien se mantenía en un rincón, observando el bullicio con su habitual expresión de desdén.
Decidí que era el momento perfecto para acercarme a él. Con determinación, me abrí paso entre la multitud y me planté frente a él.
—¡Owen! —exclamé, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Tienes que venir a bailar!
Él arqueó una ceja, claramente escéptico.
—Bailar no es precisamente mi fuerte. —respondió, cruzando los brazos.
—Oh, vamos. —insistí, mirándolo con insistencia—. Es solo un baile. Además, ¿cuándo fue la última vez que te divertiste?
—No lo recuerdo. —dijo, su tono era casi burlón—. Y no creo que esta sea la ocasión para empezar.
—No puedes esconderte aquí todo el tiempo. —repliqué, tratando de convencerlo—. La música es genial, y todos están disfrutando.
Owen miró hacia la pista, donde varias personas se movían al ritmo de la melodía alegre. Unos segundos de silencio se alargaron entre nosotros, y la tentación de unirse a la diversión era evidente.
—Está bien, solo por un momento. —finalmente cedió, y su tono era más suave.
Mi corazón dio un salto de alegría.
—¡Eso es! —grité, tomando su mano y llevándolo hacia la pista de baile.
A medida que llegamos al centro, la música se intensificó, y la energía de la multitud me envolvió. Sin pensarlo, comencé a moverme al compás de la melodía, y Owen se quedó a mi lado, un tanto rígido.
—No tienes que moverte como un experto, solo disfruta. —le dije, intentando que se relajara.
—¿Y qué tal si hago el ridículo? —respondió, con una mezcla de humor y nerviosismo.
—No importa. Nadie aquí está juzgando a nadie. —aseguré, dándole un pequeño empujón amistoso.
Owen suspiró, y por un momento, pensé que se daría la vuelta y se iría. Sin embargo, con un leve asentimiento, finalmente se permitió dejarse llevar por el ritmo. Lo vi moverse, al principio con cautela, pero poco a poco comenzó a soltarse.
—Ves, ¡eso es! —exclamé, animándolo—. ¡Baila como si nadie te estuviera mirando!
Él soltó una risa y, para mi sorpresa, comenzó a disfrutar. Sus pasos eran torpes al principio, pero pronto se hizo más ágil. El baile se convirtió en un juego, donde ambos nos reíamos de nuestros movimientos.
—Esto no está tan mal. —dijo, con una chispa en sus ojos que no había visto antes.
—¿Ves? Lo sabía. —le respondí, sintiéndome emocionada al verlo disfrutar.
La música parecía llenarnos de energía, y en medio de risas y movimientos, sentí una conexión que no había percibido antes.
—Eres un buen bailarín, Owen. —bromee, disfrutando del momento.
—No exageres. —contestó, con una sonrisa—. No estoy aquí para competir.
El ambiente era perfecto; las luces parpadeaban, la música resonaba, y la gente a nuestro alrededor se movía al ritmo de la celebración. Fue entonces cuando sentí su mano apretar la mía mientras girábamos. La química entre nosotros era palpable, y por un instante, el mundo exterior desapareció.
—¿Y si esto se vuelve viral en Internet? —preguntó, una broma en sus ojos.
—¿Te preocupa eso? —inquirí, riendo—. Ya no tienes que preocuparte por la fama.
Owen me miró, y su risa se desvaneció un poco, como si las palabras lo hicieran reflexionar.
—Tal vez. Pero a veces la gente no entiende que quiero ser solo… Owen. —dijo, en un tono más serio.
—Lo entiendo. —le respondí, sintiendo que había una profundidad en su afirmación—. Pero esta es tu oportunidad para mostrarles que hay más en ti que solo un carpintero.
Él asintió, y en ese momento, nuestras miradas se encontraron, y el aire entre nosotros se volvió cargado de tensión. En medio del bullicio, el ritmo de la música nos envolvía, y yo podía sentir el calor de su cuerpo cerca del mío.
—Gracias por empujarme a esto. —dijo, su tono era sincero.
—Gracias a ti por dejarte llevar. —le respondí, sin dejar de sonreír.
El baile continuó, y mientras nos movíamos, no podía evitar sentir que había cruzado una línea. Owen estaba comenzando a abrirse, y cada sonrisa y cada risa que compartíamos hacían que mi corazón latiera con más fuerza.
La música fue cambiando, y una balada suave comenzó a sonar. Miré a Owen, que se había detenido un momento, como si estuviera considerando qué hacer.
—¿Quieres seguir bailando? —pregunté, sintiendo que la atmósfera se tornaba más íntima.
—Sí, supongo que un baile más no me hará daño. —respondió, acercándose un poco más.
Con una sonrisa, me moví hacia él y me dejé llevar por la música. Nuestros cuerpos se balanceaban suavemente, y en ese instante, todo lo demás desapareció. Podía sentir su aliento, su presencia tan cerca de mí.
—¿Alguna vez pensaste que podríamos terminar así? —le pregunté, disfrutando de la conexión.
—Para ser sincero, no. —dijo, su mirada fija en la mía—. Pero me alegra que haya sucedido.
Las palabras flotaron entre nosotros, y en ese momento, supe que había algo especial naciendo. A pesar de sus luchas internas, de su pasado, había un atisbo de esperanza. La luz de la fiesta, la música y la conexión que comenzábamos a construir me llenaron de emoción.
Al final de la noche, mientras las luces titilaban suavemente y la música se desvanecía, supe que este momento sería solo el comienzo de una nueva etapa para ambos. La fiesta había sido un éxito, no solo por el ambiente, sino por el vínculo que estábamos creando. Cada paso, cada risa, cada instante compartido, era una promesa de que juntos podríamos enfrentar lo que viniera.
Cuando finalmente nos alejamos de la pista, sentí que habíamos dado un paso significativo en nuestra relación. Miré a Owen, y por primera vez, vi una chispa de esperanza en sus ojos.