No era la primera vez que despertaba con esa sensación incómoda en el pecho, como si algo estuviera a punto de romperse, algo irremediable. Los rayos del sol entraban a raudales por la ventana, iluminando el cuarto en tonos dorados, pero mi mente no podía despejarse. El rostro de Avery seguía presente en mis pensamientos, sus ojos, siempre tan llenos de vida, me perseguían. El problema no era ella, sino yo.
Me senté en la cama, mirando las sábanas arrugadas. ¿Cómo llegué aquí? ¿Cómo había llegado a estar tan cerca de alguien tan increíblemente perfecta cuando yo no merecía ni un atisbo de su amor? Mi pasado era un lastre que nunca podría soltar, y no importa cuántos momentos felices compartiera con ella, siempre sentiría que, de alguna manera, no podía ser el hombre que ella merecía.
Mis manos se cerraron en puños sobre las sábanas. La ansiedad me apretaba el pecho con fuerza. No podía dejar de pensar en todo lo que había hecho, en todas las cosas que arrastraba a mis espaldas como un eco lejano. ¿Cómo podía seguir con esto? ¿Cómo podía esperar que alguien como Avery viera algo bueno en mí cuando ni siquiera yo creía en esa idea?
El sonido de la puerta al abrirse me hizo levantar la vista. Avery apareció en el umbral, vestida con una camiseta que solía robarme y un par de pantalones cómodos. Su mirada suave pero intensa cruzó con la mía, y su expresión reflejaba esa mezcla de preocupación y ternura que siempre me desarmaba.
- ¿Dormiste bien? – Su voz, suave como siempre, llegó hasta mí, pero sentí que había algo diferente en su tono, algo que no podía identificar.
- No, no realmente. – Respondí con sinceridad, aunque preferiría haber ocultado mis pensamientos. A veces, me parecía que Avery podía leerme sin necesidad de palabras, y hoy parecía que lo estaba haciendo una vez más.
Ella dio un paso hacia mí, sentándose en la orilla de la cama. La cercanía de su cuerpo, el suave aroma de su perfume, me hicieron sentir más vulnerable de lo que ya me sentía. Avery era todo lo que yo deseaba, pero al mismo tiempo, todo lo que sentía que no merecía.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes? – Me miró fijamente, sus ojos buscando alguna respuesta en los míos.
- ¿Decirte qué? – Respondí, evitando mirarla directamente, mientras el nudo en mi garganta se hacía más grande.
- Eso de que no duermes bien, de que algo te preocupa... No hace falta que lo ocultes, Owen. – Sus palabras eran un susurro, pero me calaban profundo. – Ya sabes que puedes contar conmigo.
Un suspiro escapó de mis labios mientras me pasaba una mano por el rostro. Estaba agotado, pero no de la manera en la que uno se siente después de una jornada larga de trabajo. Era un agotamiento mental, emocional. Un agotamiento que venía de llevar sobre mis hombros un pasado que nunca dejaría de pesar.
- No quiero hablar de esto, Avery. No es algo que puedas entender. – Me levanté de la cama, caminando hacia la ventana. La luz del sol iluminaba mi rostro, pero todo lo que veía era oscuridad.
Avery no se movió, pero la escuché suspirar detrás de mí. Era como si cada palabra que yo pronunciara la golpeara más que a mí. Sentí que la estaba alejando, y eso me aterraba.
- No tienes que hacerlo solo. – Su voz estaba teñida de una dulzura que casi dolía. – No tienes que cargar con todo esto sin compartirlo. Yo… yo quiero estar a tu lado.
Me giré de golpe, la mirada fija en ella. Quería decirle que no podía, que no era digno de su amor, pero las palabras se quedaban atoradas en mi garganta.
- No es tan fácil, Avery. – Dije con firmeza, casi como una advertencia. – Mi pasado… no me deja. No soy la persona que tú crees que soy.
Sus ojos brillaron con una mezcla de tristeza y frustración. Se levantó lentamente y dio dos pasos hacia mí, hasta quedar a una distancia que ya no me permitía escapar.
- ¿Y qué esperas, Owen? – Preguntó con voz quebrada, pero sin perder la determinación. – ¿Que te aleje? ¿Que te abandone solo porque tienes miedo? ¿Porque crees que no te merezco?
Mis manos temblaron levemente, pero no podía dejarla ver lo frágil que me sentía. Aún así, no podía evitar que la incertidumbre nublara mi mente. Si le decía la verdad, ¿me entendería? ¿O me rechazaría por completo?
- No quiero que te hagas daño, Avery. – Dije con un suspiro cansado. – Yo… no soy suficiente para ti.
Ella se quedó en silencio, observándome, como si intentara leer lo que realmente pensaba. Me sentí expuesto, vulnerable, y era la última cosa que quería ser con ella.
- ¿Qué piensas que es suficiente, Owen? – Su voz se volvió más suave, pero cargada de emoción. – Crees que la perfección es lo que hace que alguien sea digno de amor, pero no es así. Yo… yo te amo con todo lo que eres, con lo que has sido, con lo que puedes llegar a ser.
El aire entre nosotros parecía cargado, denso. Sentí que mi corazón latía desbocado, golpeando mi pecho con fuerza, pero mi mente seguía atrapada en las sombras de lo que no podía dejar atrás.
- Yo no te merezco, Avery. – Esta vez mi voz sonó más débil, más quebrada. – He hecho cosas que no puedo perdonarme. Cosas que… que tú no deberías tener que cargar.
Sus ojos se aguaron un poco, pero no dejó que las lágrimas se derramaran. En cambio, dio un paso más hacia mí, hasta quedar a solo unos centímetros. Tomó mis manos con delicadeza, como si estuviera tratando de transmitirme algo que no podía decir con palabras.
- Owen… – Susurró, con la voz temblorosa. – No estoy pidiendo que te perdones, ni que te olvides de todo lo que te duele. Pero sí estoy pidiendo que me dejes acompañarte en este viaje. Que me dejes estar a tu lado, sin que sientas que tienes que cargarlo todo solo.
Un nudo se formó en mi garganta, y por un momento, pensé que no podría hablar. Pero lo hice.
- Tengo miedo de perderte. – Confesé finalmente, mis palabras saliendo de un lugar que no había tocado antes. – Tengo miedo de que al final te des cuenta de que no soy lo que necesitas.