El amanecer llegó temprano esa mañana, pero yo ya estaba despierta, tendida en la cama con la mente llena de pensamientos. A pesar del cansancio, algo en mi interior me mantenía alerta, como si no pudiera escapar de la sensación de que algo había cambiado. Owen había escuchado mi historia, y aunque no lo dijimos en voz alta, ambos sabíamos que algo entre nosotros había comenzado a transformarse. El aire estaba cargado de algo que no podíamos identificar, pero que nos envolvía de forma palpable.
Me levanté con lentitud, sin saber exactamente qué hacer con esta nueva realidad. Mientras me preparaba para el día, mi mente volvía una y otra vez a la conversación que habíamos tenido la noche anterior. A sus palabras. A la forma en que me miraba. Había algo en sus ojos, algo que nunca había visto antes. Tal vez era una chispa de comprensión, o algo más profundo, más complicado.
Poco después, escuché el sonido de un auto estacionándose fuera de la casa. Lo reconocí al instante. Era Owen. Decidí que no quería esperar más, que necesitaba enfrentarme a esta nueva dinámica entre nosotros, aunque todavía me costaba entenderla.
Cuando abrí la puerta, allí estaba, de pie frente a mí, mirando al suelo por un momento antes de levantar la vista. El sol ya comenzaba a calentar el aire, pero la atmósfera seguía cargada, como si ambos estuviéramos esperando que el otro diera el primer paso.
—Buenos días —dije, tratando de sonar lo más natural posible, pero algo en mi tono salió más suave de lo que había planeado.
Owen sonrió, pero pude ver que su sonrisa no era tan confiada como solía ser. Había algo en su mirada, una especie de cautela, como si estuviera dándose cuenta de lo mismo que yo: algo había cambiado, y ninguno de los dos sabía cómo manejarlo.
—Buenos días —respondió, su voz más baja de lo habitual—. ¿Dormiste bien?
El interés detrás de la pregunta me hizo sonreír un poco. Quizás no era solo mi mente la que no podía dejar de pensar en él. Tal vez él también estaba sintiendo esta tensión silenciosa que se había instalado entre nosotros.
—Sí —respondí, cruzando mis brazos, intentando mantener la calma—. Aunque tengo la sensación de que el día va a ser largo.
Owen asintió, pero no dijo nada más de inmediato. Observó por un momento el espacio entre nosotros, como si estuviera evaluando si debía dar un paso adelante o retroceder. Finalmente, dio un paso más cerca, pero mantuvo una distancia que me pareció intencional, como si hubiera una barrera invisible que ambos sabíamos que no debíamos cruzar aún.
—¿Te apetece dar un paseo? —preguntó con voz suave, evitando mirar directamente a mis ojos.
Lo miré, sorprendida. ¿Un paseo? No esperaba que fuera tan… sutil. Pensé que las cosas entre nosotros iban a volverse más directas, más evidentes, pero parece que Owen todavía no se atrevía a dar ese paso.
—Claro —respondí, intentando mantener la ligereza en mi voz—. ¿Por dónde?
—Por donde tú quieras —dijo él, ahora mirándome de frente, pero sin la confianza habitual en su postura—. No tengo un rumbo fijo. Solo quiero pasar un rato contigo, sin presiones.
Su sinceridad me sorprendió. De alguna manera, la inseguridad que sentí en su voz me hizo sentir más cercana a él, como si ambos estuviéramos navegando por un territorio desconocido. Yo también sentía que había algo más entre nosotros, pero no sabía cómo ponerlo en palabras.
Comenzamos a caminar sin rumbo, las calles tranquilas y el sol apenas calentando la tierra. A medida que avanzábamos, las palabras se volvieron más fáciles, menos forzadas. Owen comenzaba a abrirse un poco, compartiendo detalles pequeños de su vida, de sus días pasados. Pero yo también lo hacía. Hablábamos de todo y nada al mismo tiempo, como si no importara lo que decíamos, solo que estábamos juntos.
De repente, Owen se detuvo, mirándome con una mezcla de duda y determinación.
—Avery… —empezó, como si estuviera tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Hay algo que tengo que decirte.
Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué iba a decir? Sentí que el aire se volvía más denso, como si supiera que este momento iba a cambiar todo.
—¿Qué pasa? —pregunté, mi voz más suave de lo que había querido. Me estaba acercando, pero no lo suficiente como para invadir su espacio. No quería presionarlo.
Owen dio un paso atrás, y pude ver cómo su expresión se transformaba, la inseguridad tomando el control. Esto no era como él, no era el hombre confiado y seguro de sí mismo que había conocido. Había algo en su mirada que me hizo sentir que, tal vez, esto también lo estaba aterrando.
—Es solo que… no quiero que esto sea algo que te tome por sorpresa. No quiero que te sientas presionada —dijo, finalmente mirando el suelo, como si las palabras le resultaran pesadas.
Mis dedos se apretaron ligeramente, tratando de controlar la ansiedad que comenzaba a surgir en mi interior.
—Owen, no tienes que preocuparte —respondí, intentando darle seguridad, aunque no estaba del todo segura de lo que estaba pasando entre nosotros. Pero algo en su rostro me decía que lo necesitaba—. No tienes que darme explicaciones. Si lo que dices es… algo importante, lo entenderé.
Owen levantó la vista lentamente, y por un momento nuestras miradas se encontraron. Había algo vulnerable en él, algo que me hizo sentir más conectada de lo que había imaginado. El contacto visual duró unos segundos, y en esos segundos, todo parecía haberse detenido.
—Lo que quiero decir es que… —hizo una pausa, como si estuviera luchando con lo que quería expresar—. Que no quiero que esto sea solo un juego. Quiero ser honesto contigo. Si esto va a significar algo, necesito que sepas que… no soy perfecto. Y no quiero que pienses que soy solo otro tipo más que… no sé, te hace sentir bien solo para luego desaparecer.
Algo en sus palabras me conmovió profundamente. Mi respiración se aceleró un poco, y por fin entendí lo que estaba pasando. Owen estaba asustado. Asustado de perder lo que estábamos comenzando a construir, asustado de que este acercamiento fuera solo una ilusión, una fantasía que desaparecería con el tiempo.