Con el cuerpo cansado y con los nervios de punta Milo entró al aeropuerto y volvió a su búsqueda, pero esta vez con un destino diferente. Ontario, Canadá.
Compró su boleto, esperó en la terminal correcta y esperó el momento para abordar el avión que le llevaría a el lugar en el que debió estar en el momento en que las almas le dijeron que debería ir. Temeroso de todo lo que pudiera pasar por el área de abordaje y que le pidieran quitarse la capucha caminó con tranquilidad y con la esperanza de que no le pidiera descubrir lo que ahora era oscuridad. El ritmo de su respiración era errática y sin ritmo, se ordenó tranquilizarse y pensar, pensar demasiado todo lo que le habían dicho, todo lo que había visto, pero sobre todo lo probable que él pudiera estar equivocado; así que con ese pensamiento hizo todo el procedimiento obligatorio y caminó con rapidez ordenándose constantemente pensar en cada detalle del sueño, en todo menos que le pidieran quitarse la capucha de su cabeza.
Una vez a bordo del avió buscó su lugar y tras encontrarlo tomó asiento rogando nuevamente que nadie se sentara a su lado. Pudo haber comprado los dos boletos para los asientos siguientes a el suyo, pero prefirió limitarse a solo gastar lo suficiente para un vuelo que no representaba un destino turístico sino un destino con la posibilidad de reunirse con la verdad.
Puede que pasara una hora o tal vez más, pero al momento de pisar suelo canadiense se preguntó que hacía aquí si el lapso de 72 horas ya había culminado. Caminó fuera del aeropuerto y decidió por primera vez tomar un taxi que lo llevara al lugar en donde le habían hecho prometer horas atrás que no debía saltar.
Las dudas lo carcomían, todo le resultaba extraño y en vez de mirar el paisaje que le brindaba la ciudad a la que había llegado se mantuvo con la mirada abajo para así evitar cualquier contacto con el conductor. Pensó más de lo que debía pensar, incluso a su mente llegaron más dudas e interrogantes sobre las palabras sobre como su misión no era solo la búsqueda de un rostro sino de romper cadenas.
─Disculpe ─habló por primera vez hacia el conductor.
─Dígame, señor.
─ ¿Alguna vez alguien se lanzó a las aguas de las Cataratas del Niagara? ─preguntó.
Como era de esperarse el conductor se sorprendió tras escuchar dicha pregunta e incluso se tensó por la misma. No sabía si debía contestarle o debía callar, porque entonces eso significaría que debía recordar.
El recordatorio de que muchas veces había sido testigo de cómo personas decidía lanzarse al vacío entregando su vida a la composición química más pura y vital para la supervivencia humana. Decidido a no cometer el mismo error una vez más, frenó de manera repentina pensando que esa sería la forma en la que podría detenerlo.
─Muchacho, murieron muchas personas ahí ─confesó mirándolo por el espejo retrovisor, o al menos el reflejo de lo que era un joven con una capucha más cubriendo un rostro nulo ─. Pero justo por esa razón no planeo llevarte ahí, como tú han sido varios que durante años han atormentado los sueños y tranquilidad de los hombres de mi familia. No planeo hacer que esto vuelva a suceder, eres el primero en llegar tarde y serás el primero en no acudir.
Milo lo miró y con una mano quito la sangre que había salido del lado derecho de su cabeza luego de golpearse contra la rejilla que divide el área del conductor y el pasajero. Limpió la sangre en su pantalón y se acomodó mejor en el asiento.
─Me pidieron no morir ─le dijo al conductor ─, mi plan tampoco es hacerlo.
─¿Entonces por qué quieres ir ahí?
La pregunta del conductor hizo que se volviera cuestionar muchas cosas nuevamente, por lo que tardó al menos un par de minutos en encontrar una buena respuesta.
─Porque yo no soy cualquiera, señor ─respondió mirando el rostro del hombre ─. Mi misión es encontrar el rostro de la Nada y creo que al encontrarlo podría recuperar el mío, así que mi misión es encontrarlo y volver a lo que creo era mi vida.
─No puedo llevar de nuevo a otra alma ahí ─volvió a decir.
─Si no descubro de una buena vez que es lo que quiso decir aquella alma o siquiera lo que quiere decir este anatema o herencia familiar con la que cargo no podré romper con el ciclo de búsqueda de un rostro ─ dijo. La voz de Milo parecía abatida y agobiada ─. Casi he muerto y no precisamente por un poco de agua sino por una rayos colapsando contra mí, o eso es lo que me dicen.
»No deseo que vuelva a pasar, así que por favor lléveme le prometo no saltar el plazo a terminado.
El conductor durante el discurso de Milo se mantuvo callado y puede que ausente en sus pensamientos repasando cada uno de los recuerdos que abordaban los años anteriores a ese en que un joven en un día en específico de un mes en común abordaba su taxi y le pedían que los llevara al mismo destino al que Milo hoy se encontraba pidiendo ser llevado.
Sabía que no podía cometer de nuevo el mismo erros y que aunque este año pareciera que no podría ocurrir nada por un inesperado retraso aun la duda permanecía sembrada en su mente y la curiosidad aparecía preguntándose porqué siempre cada año un joven con el rostro cubierto pedía ser llevado a las aguas de las cataratas del Niagara.
─Bien, te llevaré ─accedió el hombre ─pero deberás contarme todo acerca de ese lugar y porque parece que cada año un joven con el rostro cubierto me pide que lo lleve a ese lugar.