Seguramente por la mente de Milo se encontraba el pensamiento de estar equivocado, pero en el fondo algo le decía que al llegar podría saber por fin de que iba el anatema por el cual había decidido sin opción alguna el perder su rostro.
En el momento que ambos pusieron un pie en el aeropuerto no tardaron tanto en conseguir los pasajes como Jeremías pensaba, de hecho le resultaba muy fascinante que no hubiese objeción por parte de los empleados. Le resultaba extraño cómo es que su mera presencia causaba furor y fascinación al grado de conseguir tantas facilidades.
No se demoraron tanto como él pensaba y más pronto de lo esperaba abordaron un avión con destino al Cairo.
El vuelo fue largo como esperaba y sabiendo eso Milo temía que en algún momento alguien de la tripulación del avión le pidiera quitarse la capucha que con tanto recelo mantenía bien puesta como para no dejar que nada más allá del cuello de su playera se viera expuesto. No solo temía porque eso sucediera, temía que de un momento a otro volviera a entrar en trance, justo como lo había hecho las veces anteriores.
Se encontraba a ciegas respecto a esos esporádicos pero peligrosos momentos en que perdía el control absoluto de su cuerpo y de lo que aparentemente era capaz de hacer.
Las primeras horas de vuelo fueron las más tensas de todo el viaje para Milo hasta que sintió en él esa imperiosa necesidad dormir a causa de lo repetitivo que resultaba el paisaje.
Tan rápido como había llegado esa sensación de pesadez, su cuerpo y mente se dejaron llevar por el arrullo del poco sonido que había dentro del avión. Cerró los ojos que nadie podía ver y ni siquiera el y pronto se encontraba en un limbo que parecía no conocer.
Muy a los adentros de él se alegraba que no se encontrara en el mismo lugar de siempre, en donde de una manera u otra siempre se topaba con aquella voz que ahora se había vuelto tan familiar, pero así cómo el pensamiento se instaló en él fue como su alma pronto viajó de nuevo y se vio presente en ese extraño lugar que comenzaba a darle paz al joven sin rostro.
Todo era igual que la vez anterior, carente de luz pero no lo suficiente para dejarlo en la nada, caminó por el misterioso lugar esperando encontrar un espacio donde pudiera realmente descansar, pero no logró aceptar ninguno de los candidatos.
Cansado y muy fatigado de no encontrar un lugar en donde pudiera pedir paz, dejó ir el aire que mantenía preso en sus pulmones y miró hacia el frente con la esperanza de encontrar la voz del alma con la que había estado manteniendo contacto.
─Esta vez has tardado más, Milo ─habló de repente al ver el fastidio completamente marcado entre los tensos músculos del joven ─. ¿Qué te ha hecho tardar tanto? Sabes que aquí puedes descansar en paz y no corres peligro y aún así insistes en no venir aquí.
El joven sin rostro se encontraba muy frustrado de saber que tendría que atravesar y hospedarse en este extraño lugar para poder descansar y obtener la "paz" a la que la voz hacía alusión.
No quitó la mirada del frente esperando poder verlo por primera vez, pero nada sucedió. Como era costumbre.
─No es que haya decidió resistirme a no venir ─respondió ─, pero antes de venir aquí pasé por un especie de limbo.
─¿Limbo? ─preguntó con curiosidad.
─Sí.
El alma, la voz o lo que sea que fuese aquel ser que siempre me le acompañaba no dijo nada más de manera inmediata, de hecho, guardó silencio y analizó las palabras del buscador.
El silencio fue casi ensordecedor, pero no importó porque este permaneció por un largo tiempo en el que Milo cada vez se encontraba más tenso por el momento.
─Que curioso ─habló finalmente el alma ─, pero dejemos eso de lado ya hablemos después ahora debes descansar, te mira muy agotado y agobiado.
Milo suspiró dejando ir todo el aire que mantenía retenido dentro de sí al escuchar de nuevo algo dentro de este extraño lugar que parecía ser su guarida de protección.
─Al fin ─dijo en respuesta ─, ¿Dónde dormiré?
─Sigue mi voz ─pidió ─, no estamos lejos de donde puedes dormir.
Milo no tuvo más remedio que seguir adelante, esperando no perderse entre la inmensidad del lugar, y cuando creía que iba por mal camino de nuevo la voz volvía a aparecer.
─No entiendo que es lo que busco ─dijo de repente ─, no hay nada que me lleve al rostro que estoy buscando, al menos no en la Tierra.
La misteriosa voz de aquel alma se sintió curioso de sus palabras y aunque sabía que no debía de decirle nada en este momento, se vio tentado a hacerlo. Sin embargo, se abstuvo y simplemente preguntó:
─¿Qué quieres decir con "al menos no en la Tierra", Milo? ─Sabía que si no podía hablar en este momento, al menos podía darle pequeños empujones con lo que sea que él supiera ─Parece que tienes algo entre manos para que te haga dudar de que las respuestas estén en el plano mortal.
Milo escuchó atentamente cada palabras y se cuestión si debía o no decirle lo poco que sabía la travesía que emprendía. Le estaba otorgando demasiada confianza a alguien o algo el cual aún no se materializaba frente a él, sabía que no le haría daño y que gracias a eso Nada no podía lastimarlo; también estaba el hecho de que lo había salvado ya en varias ocasiones.