El rostro de la Nada

La paz que crea

«Todo sufrimiento puede ser mitigado si se coloca en una historia»
-Karen Blixen.
 


Para Ezeq fue como observar la paz rondar, fue percibir tranquilidad en un lugar donde pocas veces la hay cuando su presencia no se encontraba ahí, era como si Milo lograra de una manera no comprensible lo imposible a los ojos de Ezeq. Era comprender la extrañeza y habilidad que tenía el joven sobre aquel ser que pocas veces permanecía quieto cuando su alma no se encontraba bajo su cuidado.

Lo observó dormir por un largo tiempo hasta que el aire de s extraña forma corpórea lo abandonó y no le quedó más remedio que dejar de observarlo por primera vez desde su llegada. Nuevamente fue como estar en un trance en donde lo guiaba a formar ideas y atar cuantos hilos pudiera de su historia; no lograba entenderlo, pero para él funcionaba por el momento.

Tampoco pudo evitar materializarse y volverse un algo, justo como el joven que permanecía tranquilamente durmiendo. Fue tanta la paz que sintió que pudo palpar la seguridad que el lugar le daba a Milo por primera vez desde su primera llegada.

No se movió o se alejó del lugar en ningún momento pensando en qué podía significar aquello que le había dicho y en lo que había prestado atención por primera vez desde su ultima visita.

De un momento a otro comenzó una caminata alejándose por primera vez del muchacho tratando de comprender y dar sentido a las palabras que había escuchado. Sin embargo, todo seguía confuso y Ezeq seguía sin entender comenzando a desesperarlo y en cierto punto a preocuparlo.

Sabía que el hombre que había decidió acompañar a Milo en su travesía, Jeremías, no podía ser solo una casualidad.

Así que resignado a que no podría dar con una respuesta él solo, supo que era momento de hacer venir a su creador.

─Ven ─pronunció y no se preocupó por pedirlo una vez más porque supo con inmediatez que lo haría.

El ambiente cambió y su voz en comparación a la que utilizaba con el joven sonó firme y gruesa.

─¿Qué sucede? ─ Se escuchó el eco de una voz malhumorada de Nada llegar al lugar.

─Baja la voz, lo despertarás ─Ordenó a su creador.

─¿Para qué me has llamado? ─inquirió.

─Milo mencionó a un acompañante ─Respondió Ezeq ─. Milo conoce el rostro de las almas, Nada.

Aunque Nada se encontraba presente, Ezeq aún no podía verlo. El causante del anatema no podía ser visto y su forma física no se presentaría al menos que considerara necesario hacerlo. Por lo que de una manera omnipresente, se encargo de que sus palabras fueran esparcidas por todo el lugar haciendo notar su clara molestia respecto al muchacho.

La voz del creador de todo el anatema milenario al que se encontraba atado en este momento alertó al protector confirmando su presencia de manera física.

─¿Cómo?

No tardó en encontrarse frente a frente con Ezeq, logrando sorprenderlo pese que lo esperaba y sabía de su decisión de hacerse presente.

Ezeq lo miró justo en donde su rostro debería de estar sabiendo que aunque no pudiera verlo o darle una forma lo miraba. Narró para su creador todo, procurando contar cada mínimo detalle.

─Fue Jeremías, la coincidencia en la que no creo quien narró describiendo cada rostro de las almas que hoy penan contigo ─Continuó alejándose unos metros más de Milo ─. Milo en su mente tiene el rostro del viejo, a Vladimir y las restantes que según palabras de ellas sufren en tu hogar.

Nada a pesar de encontrarse en completo desacuerdo acerca de las almas sufriendo en su hogar no interrumpió su relato y escuchó atentamente cada palabra que tenía para él. Nada siguió a Ezeq los metros que se alejó del muchacho, pero sí notó el motivo de su caminata y su sutil forma de hacerlo girar hasta él encontrarse de espalda hacia el joven que permanecía dormido.

»Dijo, que Jeremías, el hombre que lo acompaña, vio morir a cada uno de ellos ─continuó observando en todo momento al chivo ─; también mencionó que había sido Jeremías quien los había guiado hasta las cataratas en donde él fue enviado.

»Como si de una especie de señal de ayuda se tratara.

─Suena estúpido, Ezeq ─Dijo una vez se calló ─No puede ser posible, yo nunca lo vi cuando esos miserables llegaron a mí.

─Eso fue lo que vi en su mente y Milo me contó ─Contestó ─; tú me creaste para protegerlo y decirte siempre la verdad.

El lugar en el que se encontraban repentinamente se hundió en el silencio absoluto al que estaba acostumbrado Ezeq, sabía que Nada, su creador se había marchado.

─Guarda la compostura, no nos conviene que ellos sepan ─Le dijo con firmeza y caminó directamente hacia Milo rompiendo con la conexión que compartía con su creador.

El tiempo pasó y en todo momento se mantuvo observando a su protegido con la esperanza de que lo dejara ver algo en su mente, pero nada sucedió y el resto del tiempo en que Milo permaneció ahí en su extraño hogar se mantuvo tranquilo, dejando que la paz que él mismo creaba lo cobijara hasta el momento en que se marchara. 


 




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