Primera Parte
Entrar en el espectral originalmente tras su creación debía ser una tarea de vida o muerte, pues no cualquiera tendría el poder de acceder a los secretos que el universo guardaba en este submundo, pero sobre todo por lo complicada que era la tarea de separar tu alma de tu cuerpo. Esa era sin duda la acción mortal a la que muchos se habían enfrentado tras encontrar un submundo oculto en las sombras o en los rayos de luz, pero sobre todo en los sueños tras cerrar los ojos.
En el momento en que los afortunados de poder ver más allá de lo que tantos no podían se dieron cuenta del poder que en sus manos cargaban y con ello las posibilidades de dar una respuesta a los enigmas que mantenían consigo y sus culturas. Una vez se dieron cuenta de que el espectral existía se convencieron de que entre más pronto dominaran la forma de ir y venir de este sin que alguno de los polos quedase atados, sería más rápido el reconocimiento que tendrían de sus pueblos y de sus alrededores.
Algunos llamaban a estos desprendimientos voluntarios como viajes astrales otros como la muerte inconclusa, pero lo cierto es que no era más que el resultado de la voluntad o como muchos lo llamaban “iter voluntatis”. Pronto las generaciones nuevas de estas prácticas voluntarias hacia el espectral recibirán nombres para identificarse, pues con el pasar de los años y los mismos siglos o incluso milenios, los pobladores de la Tierra se adentrarían cada vez a más posibilidades y caminos del universo mismo.
Disfrazados de técnicas de atracción, manifestación o la misma visualización emprenderían viajes astrales en donde sus almas lograrían observar el plano terrenal desde un punto de vista diferente, enfrentándose a la primera capa del espectral llamado Anima mea[NRR1] . Estos viajeros con el paso del tiempo se llamarían así mismos dentro de su círculo de conocedores y creyentes de la grandeza del universo mismo como “animarum viatorum[NRR2] ”, pues solo ellos serían capaces de conocer el primer nivel de Anima mea y conocer los secretos superficiales de lo que el espectral escondía dentro de sí, así como de tener acceso a grandes posibilidades para moldear el destino mismo de sus vidas ya escritas.
Sin embargo, aunque los animarum viatorum conocieran una forma de cruzar las puertas invisibles del espectral dentro del plano terrenal, eran pocos los que tendrían el camino despejado para buscar de lleno las respuestas que el creador del universo y de la vida había escondido con recelo dentro del espectral. Algunos lo llamarían viajes a realidades paralelas o iter[NRR3] , pero lo cierto era que nadie había logrado acercarse tanto al núcleo que conformaba anima mea, a excepción de un alma.
A excepción de Milo, el joven que buscaba el rostro de la Nada misma.