Si no fuera por el sonido de la leña quemándose en la estufa, el silencio sería inquebrantable.
La luz del fuego dibujaba enormes sombras en las paredes de la sala oscura. Yo estaba recostada en un humilde sillón de dos cuerpos, tapada con una frazada que me habían ofrecido. Hacía un frío terrible aquella noche, y todo lo acontecido no me dejaba pegar un ojo, además de que estaba en la casa de dos desconocidos en el medio de un descampado, a varios kilómetros de mi hogar, y mi mente no podía salir del estado de alerta.
Miré la pantalla del celular, eran casi las cinco de la madrugada cuando un conjunto de perros comenzaron a ladrar desesperadamente fuera de la casa formando un gran escándalo. La luz de uno de los dormitorios se prendió, pude notarlo inmóvil desde el sillón. Unos pasos se aproximaban, no sé si del señor o del muchacho, pero cerré enseguida los ojos y fingí seguir dormida.
Uno de ellos tomó las llaves y abrió la puerta principal.
-¿Qué haces aquí Magela? Te he dicho que no vinieras.- murmuró por lo bajo en un tono despectivo, supuse que era Jhamsa.
No llegué a escuchar lo que ella le decía.
-Estamos tratando de hacerla regresar, pero ella no debe saberlo, si lo hace todo se arruinará. Vete.-volvió a decir.
No podía identificar de qué hablaban pero era algo extraño, como si se tratara de un gran secreto.
-¡Debe saber que es mi hija!- esta vez sí la escuché, era una voz femenina, angustiada y molesta.
-Shhh.- intentó callarla inmediatamente. -¡Cállate y vete ya! Vas a echarlo todo a perder, vas a perderla de nuevo, ¿eso quieres?- preguntó irónico en un susurro.
Hubo un silencio y luego de un par de segundos volvió a hablar.
-¿Por qué fase va?-preguntó la mujer, rendida.
-Aún no ha entrado, se está registrando. Pero es muy astuta, debemos tener cuidado.
-Lo que tiene de astuta lo tiene de insegura también, podrás manejarla Jhamsa, espero que la traigas de vuelta.
Y al terminar esa frase se escucharon nuevamente los ladridos, él entró y cerró la puerta con cautela.
Se detuvo un momento, tal vez me observaba, no quise abrir los ojos. Un minuto después sentí sus pasos de vuelta al dormitorio.
Se hicieron las seis y me levanté enseguida, era la quinta noche que no dormía. Traté de hacer el menor ruido posible para salir tan pronto como pudiera de ese extraño lugar. Ya estaba amaneciendo y el colectivo partiría rumbo a mi pueblo en cuestión de minutos.
Doblé la frazada, tomé mi mochila y fui a por las llaves que habían quedado encima de la mesa para abrir la puerta.
Lo intenté tan cautelosamente como pude, pero la cerradura estaba algo oxidada y hacía que costara un poco girar la llave, por lo que fue inevitable hacer ruido... <<Diablos.>>
-¿No desayunas conmigo?