El secreto del jefe

5.Problemas de espacio

El primer día de convivencia en la casa fue soportable, aunque incómodo. El segundo, ya no tanto. Y el tercero fue el colapso total. Las diferencias entre Marcus y yo comenzaron a hacerse cada vez más evidentes. Al principio, tratamos de ser lo más profesionales posible, pero al estar tan cerca el uno del otro, esas fronteras se desdibujaron rápidamente.

Mi espacio era el mismo que el suyo, y eso nos afectaba a ambos. Los primeros días me mantuve lo más distante posible, pero cada vez que nos cruzábamos en la casa, algo no encajaba. Marcus no dejaba de moverse de un lado a otro, revisando detalles, haciendo preguntas, observando. Estaba en todas partes, como una sombra que no se apartaba.

—¿De nuevo estás aquí? —pregunté una tarde, al encontrarlo en la cocina, revisando los estantes como si hubiera algo que necesitara arreglar.

Él levantó la mirada, ligeramente sorprendido por mi tono. Lo admito, ya no estaba siendo tan amable.

—Sí, estoy verificando si todo está en orden. No quiero sorpresas. —Respondió sin quitar los ojos de los estantes.

Me cruzó una mirada que, aunque corta, contenía una advertencia: no podíamos permitirnos fallos. La presión de tenerlo cerca todo el tiempo me estaba empezando a afectar, y su insistencia en estar en cada rincón de la casa no hacía más que intensificarlo.

—Yo también estoy trabajando aquí, Marcus. No soy una niña que necesita supervisión cada segundo.

Él dejó el estante en paz y se giró lentamente hacia mí, los ojos fijos en los míos. Su expresión se suavizó por un momento, pero luego volvió a endurecerse.

—Solo estoy asegurándome de que las cosas salgan bien. Si vamos a hacer esto, quiero que sea perfecto.

Mi paciencia se esfumaba. La casa no era solo suya, ni mucho menos. Era nuestro proyecto. Y aunque él tuviera más experiencia, yo también tenía derecho a ser escuchada.

—¿Por qué no puedes relajarte un poco? —le espeté, incapaz de contener la frustración—. No todo tiene que ser perfecto. Yo también tengo un método, ¿sabías?

Él me miró en silencio, y por un momento, las palabras quedaron suspendidas en el aire. La tensión se sentía densa entre nosotros. Era obvio que las diferencias de enfoque nos estaban afectando más de lo que ambos queríamos admitir.

***

La convivencia se tornaba insostenible. No solo por las constantes intervenciones de Marcus, sino también por la falta de privacidad. Cada vez que quería descansar un poco, él aparecía de repente en el salón, haciendo preguntas sobre el avance de la obra o simplemente comentando algo que no tenía nada que ver con lo que estábamos haciendo. Parecía que no había un espacio en el que ambos pudiéramos estar tranquilos sin que él se acercara a verificar algo.

Esa noche, después de una jornada de trabajo particularmente agotadora, decidí escapar un poco de la tensión. Me tumbé en la cama, decidida a no pensar más en la constante presencia de Marcus. Saqué el teléfono y abrí la app de citas, mi pequeño refugio. Mi conversación con "Invisible" se había vuelto cada vez más significativa. A pesar de no conocerlo, sentía que podía ser honesta con él, más de lo que había sido con cualquier otra persona.

**"Hoy fue un día difícil. Me siento agotada, como si estuviera atrapada en un lugar donde no puedo escapar. ¿Alguna vez te has sentido así?"**

El mensaje salió casi de manera automática, como si me desahogara con alguien que me entendiera sin juzgarme. En cuestión de segundos, la respuesta llegó:

**"Lo sé muy bien. Las presiones diarias pueden volverse insoportables. A veces lo único que necesitamos es un descanso. ¿Por qué no te tomas un respiro? Tómate un tiempo solo para ti."**

El consejo me hizo sonreír. Tenía razón. Necesitaba un descanso. Pero en ese momento, todo lo que quería era escapar, aunque fuera por unos minutos, de la casa y de la tensión que se acumulaba con Marcus. Tomé una respiración profunda y respondí:

**"No puedo escapar, no mientras esté trabajando en este proyecto. Pero gracias por hacerme pensar que hay algo más allá de todo esto."**

El mensaje de "Invisible" siempre llegaba en el momento justo, cuando todo parecía desmoronarse a mi alrededor. Sus palabras eran simples, pero reconfortantes, como si comprendiera cada uno de mis miedos y dudas sin necesidad de hablar demasiado.

Justo cuando estaba por responderle, escuché pasos en el pasillo. La puerta de mi habitación se abrió sin previo aviso.

—Blair, tenemos que hablar sobre la distribución de los espacios. Creo que la sala de estar no está funcionando como debería —dijo Marcus desde la puerta, como si su presencia fuera una invasión más.

Lo miré, sintiendo cómo mi paciencia se desbordaba lentamente.

—Marcus, ¿realmente ahora? —pregunté, incapaz de disimular mi frustración—. ¿Puedes esperar hasta mañana? Estoy en medio de algo.

Él me miró en silencio, y por un momento, los dos nos quedamos ahí, enfrentándonos, sin saber qué decir. Algo en su expresión me dijo que tampoco estaba contento con la situación. Pero no dijo nada más. Solo se quedó de pie, observándome, como si esperara que le dijera algo.

Finalmente, rompí el silencio.

—Está bien, mañana revisamos la distribución. Pero por favor, no interrumpas cuando estoy ocupada, ¿de acuerdo?

Él asintió, sin decir una palabra más, y se dio media vuelta, saliendo de la habitación sin mirar atrás. Yo me quedé allí, mirando la pantalla de mi teléfono, pero no podía evitar pensar en cómo las cosas entre Marcus y yo parecían empeorar a cada momento.

***

La mañana siguiente, la presión no disminuyó. Marcus se presentó temprano, como siempre, para revisar cada detalle, asegurándose de que todo estuviera en orden. No podía evitar notar lo controlado que era en cada aspecto, cómo no dejaba que nada se le escapara. Eso me frustraba, pero también me hacía pensar si esa era la única manera que tenía de lidiar con lo que sentía por mí. Tal vez estaba tratando de mantenerse distante, profesional, pero había algo en sus gestos que me decía lo contrario. Algo que, aunque no lo comprendía del todo, me mantenía alerta.




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