El Último Mapa Atlánte

Capítulo 1: El Frío Despertar.

​El único sonido en el fiordo noruego era el crujido de la madera de la cabaña bajo la presión del frío y el suave clic de las teclas de Kira Rourke.
​Kira, envuelta en una manta de lana gruesa, estaba absorta ante la pantalla de su laptop, rodeada de equipos de criptografía clandestinos. Había pasado tres meses descifrando el pergamino de cuero salado que había recuperado de un pecio del Mar del Norte, y finalmente, el código cedía.
​El pergamino no era un mapa náutico; era una secuencia de coordenadas tridimensionales que apuntaban a un punto de no retorno en el Atlántico. En el centro de las coordenadas, un glifo atlantiano se iluminaba en la pantalla. Aethel. La última ciudad oculta de la Atlántida.
​—Lo encontré —murmuró Kira, el frío del aire contrastando con el calor de su triunfo.
​Justo en ese instante, el silencio se rompió. No fue un ruido de motor o una explosión, sino un silbido agudo y constante que provenía de las profundidades del fiordo.
​Kira, con el entrenamiento militar grabado a fuego en su médula espinal, no dudó. Desconectó la laptop y la agarró, mientras se ponía de pie. Sabía la diferencia entre el sonido de un glaciar rompiéndose y el de un sonar activo.
​Corrió a la ventana y miró hacia las aguas oscuras. A treinta metros de la costa, donde la cabaña estaba construida sobre pilotes, el agua estaba agitada por una fuerza invisible. Luego, la vio: una silueta negra y elegante que rompía la superficie por un segundo. No era un submarino. Era un drone submarino de asalto, sin tripulación, operado por control remoto y diseñado para la infiltración silenciosa.
​—El Cónclave —siseó Kira. El sindicato global la había encontrado.
​El drone no buscaba capturar; buscaba eliminar el secreto. Un flash rojo parpadeó en su proa, seguido de un segundo silbido que indicaba el lanzamiento de un mini-torpedo con carga de PEM (Pulso Electromagnético).
​Kira tenía exactamente cinco segundos.
​—¡Maldición! —gritó.
​Dejó la laptop en el suelo, tomó un cuchillo de supervivencia de la pared y se lanzó a través de la puerta trasera. Su única vía de escape era el bosque nevado en lo alto del acantilado.
​El torpedo golpeó la pared de la cabaña. No hubo explosión audible, sino un pulso invisible y violento. La luz se apagó, los dispositivos electrónicos de la cabaña crujieron, y el vidrio de las ventanas estalló por la fuerza del impacto sónico. La cabaña, la única defensa de Kira, comenzó a ceder.
​Kira corrió, sintiendo la onda de choque en su espalda. Alcanzó el borde del acantilado justo cuando el suelo de la cabaña se desplomó en el fiordo helado. Detrás de ella, el drone emergía del agua, ajustando sus sensores.
​Kira se agachó. El frío y el viento le cortaban la piel, pero ella era un arma entrenada. Sabía que El Cónclave no enviaría un dron sin respaldo. Tenía que llegar a su escondite de emergencia, una cueva camuflada en lo profundo del bosque, y tenía que hacerlo ahora.
​La aventura de Kira Rourke por el mapa atlante acababa de comenzar con un disparo silencioso en la oscuridad.



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En el texto hay: misterio, accion y aventura, intriga y suspense

Editado: 01.11.2025

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