El Último Mapa Atlánte

Capítulo 4: La Revelación de la Tecnología.

​Kira no desenvainó el cuchillo, pero lo mantuvo al alcance de su mano mientras subía a la cabina del helicóptero de Elias Vance. El explorador no parecía perturbado por el arma; solo sonrió con esa arrogancia que irritaba a Kira.
​—Cierre la escotilla, por favor, Capitana Rourke. El aire nórdico es revigorizante, pero fatal —dijo Vance, tomando los controles.
​Kira cerró la escotilla justo cuando el AgustaWestland se elevaba con una suavidad asombrosa. Debajo de ellos, dos helicópteros de asalto del Cónclave ya rodeaban la posición. Vance no voló a gran altura; se pegó al perfil del fiordo, usando las crestas nevadas como cobertura natural.
​—Ahora, Vance. El Cónclave. ¿Por qué te buscan? —exigió Kira, sentándose en el asiento del copiloto.
​Vance encendió un pequeño monitor táctil en el panel. Lo que mostró no era una cuenta bancaria o un manifiesto, sino un vídeo de baja calidad grabado en un laboratorio. El vídeo mostraba un metal de color azul iridiscente, levitando sin fuente de energía visible.
​—Lo llamo Oricalco Estabilizado. La verdadera riqueza de la Atlántida —explicó Vance—. Es energía ilimitada. Thorne quería controlarla, y yo se lo mostré. Por eso me contrataron.
​Kira reconoció el nombre. En sus estudios de criptografía antigua, el Oricalco aparecía en todos los mitos atlantes.
​—¿Y por qué te traicionaron? —preguntó Kira.
​Vance suspiró, su arrogancia se desvaneció por un momento. —Porque el Oricalco no solo es energía. Es un arma.
​Vance cambió el video. Ahora mostraba el Oricalco integrado en un proyectil de tamaño pequeño. Cuando el proyectil era disparado contra una pared de acero de cuatro metros de grosor, no la perforaba. Simplemente la vaporizaba sin ruido ni explosión.
​—El Cónclave ya tiene suficiente Oricalco para armar diez ojivas. Es lo que llamamos "Desintegración Cuántica". Pueden destruir una ciudad en segundos, sin dejar rastro. Quieren usar Aethel para controlar todo el suministro energético del planeta, forzando a las naciones a arrodillarse. Yo no juego ese juego. Yo solo quería los secretos.
​Kira apretó los puños. Esto no era una simple cacería de tesoros. Era el inicio de una guerra global.
​—¿Dónde está el primer objetivo? ¿La primera coordenada del mapa que tú vendiste?
​Vance sonrió. —La primera coordenada no es una ubicación. Es la clave para descifrar el resto del mapa. Es el punto de partida de la búsqueda de Aethel: la Librería de Alejandría—pero no la que conoces. La original, sumergida en las aguas de Egipto.
​Kira se inclinó sobre el panel. Vance, el estafador y explorador, era el único que podía guiarla.
​—Bien, socio. El mapa nos lleva al Mediterráneo. Pero si esos helicópteros nos alcanzan, no llegaremos ni a Dinamarca.
​Justo cuando Kira dijo eso, una alarma roja de proximidad se encendió en el panel.
​—Hablando del Cónclave... —dijo Vance con una calma irritante—. Nos han localizado.
​Un punto parpadeaba en el radar, acercándose a una velocidad vertiginosa. No era un helicóptero
​—Es un jet de combate furtivo. El Cónclave no escatima en gastos. Agárrate fuerte, Kira. Vamos a tener que volar bajo la línea de radar, muy bajo.
​Vance giró el AgustaWestland en una inmersión brutal hacia el fiordo, lanzando a Kira contra el arnés. La persecución estaba a punto de volverse aérea y letal.



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En el texto hay: misterio, accion y aventura, intriga y suspense

Editado: 01.11.2025

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