—¡Es un jet de combate furtivo! —gritó Kira, sintiendo el pánico mezclado con la furia—. ¿Qué demonios le dijiste al Cónclave para que enviaran un Lockheed Martin F-35 a por un helicóptero utilitario?
Vance no respondió. Sus ojos azules estaban fijos en el radar y en el paisaje. Él no era un piloto militar, pero pilotaba con una destreza intuitiva y salvaje, pegando el AgustaWestland a los contornos de los picos nevados.
—El F-35 está diseñado para evadir el radar convencional, no para maniobrar a nivel del suelo. Esa es nuestra única ventaja —explicó Vance, ajustando el cabeceo—. Y creo que ya que eres la criptógrafa, tú te encargarás de las contramedidas.
Vance extendió una mano hacia una pequeña palanca roja en el panel de Kira. —Esta palanca activa los dispensadores de señuelos térmicos. Si el jet lanza un misil guiado por calor, tienes dos segundos para liberarlos y desviar el proyectil. ¿Puedes con eso, Capitana?
Kira, la ex-militar, sintió el entrenamiento regresar. La vida de ambos dependía de su reflejo.
—Actívalo —ordenó Kira, sintiendo la adrenalina—. No fallaré.
El helicóptero se hundió en el estrecho cañón de un glaciar, las aspas casi rozando las paredes de hielo. Vance volaba al límite de las capacidades de la aeronave. El rugido del jet era ahora audible, un trueno que se acercaba.
—¡Nos tiene en el radar! —gritó Vance—. ¡Prepara los señuelos!
En el monitor, Kira vio cómo el jet lanzaba su primer misil. Un pequeño punto blanco se separó del ala, dejando un rastro de humo.
—¡Misil en curso! —advirtió Vance.
El misil, guiado por la firma de calor del helicóptero, se acercaba a una velocidad espeluznante. Kira no esperó la orden. Su entrenamiento tomó el control.
"Un segundo." Calculó la distancia y la velocidad del misil
"Dos segundos."
Justo antes de que el misil fuera a impactar, Kira golpeó la palanca roja.
Un clack seco. Del tren de aterrizaje del helicóptero se desprendieron dos señuelos térmicos, pequeños proyectiles que ardían con un calor intenso, simulando la firma del AgustaWestland. El misil se desvió, siguiendo la fuente de calor más intensa, y explotó con una ráfaga inofensiva contra una pared de hielo a quinientos metros.
—¡Buen trabajo, Rourke! —exclamó Vance, lanzando una sonrisa triunfal por encima del hombro—. Tienes reflejos de élite.
—Y tú tienes un helicóptero que dispara bengalas. Explica eso, Vance.
Vance se preparó para una maniobra aún más arriesgada, subiendo el helicóptero verticalmente en el borde de un precipicio.
—Digamos que no soy solo un "explorador de aguas profundas". He traficado con más tecnología atlante de la que el Cónclave puede imaginar. Por eso me quieren muerto —reveló Vance, mientras el jet pasaba zumbando por debajo de ellos, incapaz de fijar el objetivo en esa maniobra—. Ahora, prepárate para el siguiente. Vamos a salir de este cañón.
Vance aceleró el helicóptero, saliendo del cañón hacia un área de densa neblina sobre el océano Ártico. Kira sabía que la niebla no duraría mucho
—Vance, el jet va a volver en un minuto. Dime tu plan, o tomo yo los controles.
Vance la miró, la desconfianza y la adrenalina creando una tensión palpable entre ellos.
—Mi plan es simple: vamos a desaparecer. El helicóptero tiene un dispositivo de sigilo de fabricación rusa que solo dura tres minutos. Nos meteremos bajo la capa de hielo ártico para reorganizarnos. Prepárate para el buceo.
Kira se dio cuenta de que su aventura no se trataba solo de mapas y mitos; se trataba de tecnología militar de punta y una carrera de vida o muerte contra las fuerzas más poderosas del planeta.