El shock paralizó a Vance. —¡Victoria! ¿Qué haces aquí?
La mujer, Victoria, sonrió con una frialdad brutal. Su traje de buceo de Hélices Negras era el epítome de la tecnología moderna, y sus ojos brillaban con una determinación despiadada.
—Amir trabaja para mí, Elias. Yo soy la verdadera Hermana que controla las Hélices Negras. Y el mapa atlante es mío.
Victoria no perdió tiempo. Desenvainó dos cuchillos de plasma de su muslo, armas de tecnología atlante que brillaban con un calor azul. Eran letales y silenciosas.
—Lo siento, primo. Pero el Cónclave se ha vuelto lento. Yo represento el futuro. Y tú, eres una reliquia.
Victoria se lanzó sobre Vance. Elias, a pesar de su linaje, no era un combatiente. Solo reaccionó por instinto, esquivando el primer golpe.
Kira, por otro lado, no dudó. La laptop con el mapa era su tesoro, y el pergamino de metal en el pedestal era su objetivo. Victoria había venido por la clave.
Mientras Vance luchaba torpemente contra Victoria, Kira se lanzó hacia el pedestal central.
—¡El pergamino, Kira! —gritó Vance, recibiendo un corte superficial en el brazo.
Kira llegó al pedestal y tomó el pergamino de metal grabado. Era pesado y emitía una energía extraña, como si contuviera una tormenta latente
Victoria, viendo que Kira había tomado el pergamino, abandonó su ataque contra Vance y se lanzó hacia Kira con la velocidad de un felino.
—¡Suéltalo, ramera! ¡Esa es la llave del poder! —siseó Victoria, lanzando un golpe de plasma directo a la mano de Kira.
Kira lo esquivó por poco. Su mente militar, acostumbrada a analizar el entorno, buscó una defensa. Esta no era una pelea de puños; era una batalla de ingenio en un lugar sagrado.
Kira miró alrededor de la cámara. Las paredes de la biblioteca estaban repletas de miles de tablillas de Oricalco grabadas con glifos. Recordó el mensaje del mapa: "Donde el Sol se ahoga y el Conocimiento duerme, busca la entrada del último Guardián". El pergamino era el Conocimiento.
Kira tuvo una idea loca, basada en el Prólogo. El Rey Alarion había sacrificado su vida para destruir el Oricalco restante y la Hermandad.
—¡El Pergamino no es una llave, Victoria! ¡Es un detonador! —gritó Kira.
Mientras Victoria se lanzaba, Kira giró sobre sus talones y lanzó el pergamino de metal directamente contra una de las grandes estanterías de Oricalco. No lo lanzó para destruirlo, sino para activar algo.
El pergamino golpeó el estante con un clang metálico. Un instante después, el estante comenzó a emitir un zumbido bajo y una luz azul pulsante. No era una explosión; era un sistema de defensa.
Miles de pequeñas orbes de energía azul emergieron de las tablillas de Oricalco. Las orbes no eran armas letales, sino dispositivos de contención que se movían con una velocidad increíble, rodeando a Victoria.
—¡Qué demonios es esto! —gritó Victoria, intentando cortar las orbes con sus cuchillos de plasma, pero las orbes se multiplicaban y la rodeaban, formando una jaula de energía pulsante.
—Es la defensa de contención de conocimiento de Aethel —explicó Vance, que se había recuperado y observaba asombrado—. No está diseñada para matar. Está diseñada para atrapar a quienes intentan robar la información.
Victoria quedó atrapada en la jaula de energía pulsante, incapaz de moverse. Sus cuchillos de plasma se volvieron inútiles contra los campos de fuerza.
—¡Maldita sea! ¡Sacadme de aquí! —gritó Victoria, forcejeando contra la jaula de energía.
Kira recuperó el pergamino. Ahora tenía el conocimiento y el Cónclave estaba sin su líder de Hélices Negras.
—El problema es que esta defensa no durará mucho —dijo Vance—. Alarion la diseñó para dar tiempo de escape. El pergamino es un detonador. Pero no un detonador para destruir, sino para reactivar la ciudad.
—¿Activar Aethel? —preguntó Kira, su mente militar ya calculando las implicaciones.
—Sí. La Librería es el primer paso. El pergamino es el mapa a la Cámara del Corazón, donde podemos reactivar el núcleo de energía de Aethel y sellar el Oricalco para siempre.
Kira sintió el peso del pergamino en sus manos. Victoria, atrapada, no era el único problema. El tiempo se agotaba. Tenían la clave, pero la activación de Aethel podría ser más peligrosa que el propio Cónclave.