Kira y Vance estaban de pie junto al estante de tablillas, donde Victoria seguía atrapada en la jaula de contención energética. La Librería Sumergida, ese santuario de conocimiento, se había convertido en un campo de batalla.
Vance tomó el pergamino de metal de manos de Kira y lo colocó en una mesa de piedra cercana. El pergamino no era una hoja, sino una serie de láminas articuladas que se desplegaron, revelando un complejo mapa tridimensional.
—Esto no es un mapa de navegación —dijo Vance, trazando los glifos con su dedo—. Es el diagrama del Núcleo de Energía de Aethel. La Cámara del Corazón.
Kira se acercó, sacando su laptop para proyectar los diagramas en la pantalla. Ella era la única que podía descifrar la ingeniería.
—Mira la firma de energía —dijo Kira, señalando un diagrama que mostraba un inmenso reactor pulsante.
Vance frunció el ceño. —El Oricalco es inestable por naturaleza. Por eso Aethel se hundió. El Rey Alarion estabilizó el núcleo antes de la catástrofe, pero con el tiempo...
—El Núcleo ha entrado en inestabilidad crítica —terminó Kira, leyendo los símbolos—. El Oricalco que el Cónclave extrajo para sus armas es solo una fracción de la energía que está comprimida aquí. Este pergamino no es solo la llave para sellarlo. Es la única forma de drenar la energía inestable lentamente.
La implicación era aterradora.
—Si no llegamos a la Cámara del Corazón y no usamos este pergamino para sellar el núcleo, la presión acumulada... —Vance no pudo terminar la frase.
—Provocará una explosión termonuclear que convertirá el Mediterráneo en un caldo hirviente —completó Kira, su voz plana por la gravedad del cálculo—. Peor aún, si el Cónclave continúa buscando en el área de arrecifes (donde la corteza es delgada) con sus submarinos de perforación...
—Podrían detonar la inestabilidad por accidente —dijo Vance. La carrera ya no era por el conocimiento. Era para evitar la extinción de toda la vida costera en el Mediterráneo.
—La Librería no nos da el tiempo que necesitamos —dijo Kira, mirando la jaula de Victoria—. La contención de la defensa solo durará diez minutos.
Victoria, atrapada en la jaula, había escuchado toda la conversación. Una sonrisa de triunfo se extendió en su rostro a pesar de su situación.
—¡Estúpidos! —gritó Victoria—. El Cónclave también tiene acceso a la información del núcleo. Saben que está inestable. ¡Ellos quieren la explosión!
Kira y Vance se miraron, el horror reflejado en sus ojos.
—¿Por qué querrían la catástrofe? —preguntó Kira, incrédula.
—El pánico global. El derrumbe de los mercados. La guerra nuclear. El Cónclave solo puede dominar un mundo sumido en el caos total —explicó Victoria con regocijo—. Si el Mediterráneo explota, el mundo entero se arrodillará ante el siguiente desastre que ellos decidan causar.
La revelación cambió todo. El Cónclave no buscaba solo el poder; buscaba el control a través de la anarquía.
—Tenemos que irnos, Rourke. Ahora —dijo Vance, agarrando el pergamino.
El aire en la cámara se hizo más denso. El zumbido de la jaula de Victoria aumentó a un chirrido agudo, y las orbes de energía comenzaron a parpadear. El sistema de defensa estaba a punto de fallar.
Kira miró a la jaula. Victoria estaba concentrando su energía, preparándose para el escape.
—Vance, el pergamino te da la ruta. Amir nos da el barco. Pero necesitamos algo para frenar al Cónclave —dijo Kira.
Kira se lanzó hacia una de las tablillas de Oricalco que había tocado. En la Librería, el conocimiento era su única arma.
—Esta tablilla... es un transpondedor de emergencia —dijo Kira, leyéndole los glifos rápidamente a Vance—. El Rey Alarion lo usó para alertar a los barcos de guerra antes del hundimiento. Si lo activamos, el Cónclave creerá que el Núcleo ha explotado antes de tiempo y desviará sus recursos.
—¡Victoria está a punto de salir! —gritó Vance.
—Activamos el transpondedor y nos vamos. ¡A la Cámara del Corazón! —ordenó Kira, golpeando la tablilla con la mano enguantada.
La tablilla emitió un destello cegador que iluminó la cámara. El túnel de entrada comenzó a temblar. Kira y Vance se zambulleron en el túnel, justo cuando la jaula de contención de Victoria estallaba en una ráfaga de energía azul.