Kira y Vance emergieron del túnel de la Librería de Alejandría Sumergida. El aire fresco en sus pulmones era una bendición, pero la urgencia de la huida era abrumadora. El transpondedor atlante ya había enviado su señal de "falsa explosión" para confundir al Cónclave, ganándoles solo unos minutos preciosos.
Navegaron el corto túnel de vuelta al mar abierto. Al salir, subieron por la línea de ancla de regreso a la superficie, listos para saltar a la lancha de fibra de carbono de Amir.
—¡Amir! ¡Tenemos el pergamino! —gritó Vance, rompiendo la superficie.
La lancha de fibra de carbono no estaba allí.
El muelle estaba vacío. Solo quedaba el ancla, y la cuerda había sido cortada limpiamente. El único rastro de su "aliado" era una estela de aceite que se alejaba rápidamente hacia el horizonte.
—¡Maldito sea! ¡El traidor! —rugió Vance, golpeando el agua con el puño
Kira, sin embargo, estaba preparada.
—La marca de las Hélices Negras no era solo el helicóptero de Victoria, Vance. Era la facción a la que pertenece Amir. Sabía que nos dejaría tirados una vez que tuviéramos la llave.
—Y ahora estamos a cien metros de la costa de Alejandría, con un pergamino que puede causar una explosión global —dijo Vance.
El tiempo se agotaba. El Cónclave no tardaría en corregir el error de la señal del transpondedor.
—Piensa como un agente del Cónclave, Vance. Si yo fuera la Hermandad y supiera que mi error de cálculo nos iba a costar el mundo, ¿qué haría para rectificar? —preguntó Kira.
Vance miró hacia el puerto, su mente de estratega volviendo a la acción.
—Necesitarían un submarino de inmersión profunda, de acción rápida, para llegar al punto correcto. Y lo dejarían cerca del puerto, en la zona de búsqueda incorrecta, para poder sumergirse inmediatamente.
Kira sonrió, el peligro avivando su intelecto.
—Bingo. La zona de búsqueda incorrecta es el área de arrecifes inestables. Ellos no saben que ya tenemos el pergamino. Están enviando su equipo más avanzado a un lugar donde solo hay peligro.
Nadar hacia la zona de arrecifes no era una opción. Era demasiado lejos y la corriente era fuerte.
—Tenemos que ir al fondo, Vance. Y tenemos que hacerlo ahora.
Kira señaló hacia abajo. A sesenta metros de profundidad, un objeto oscuro y elegante se movía lentamente a lo largo del lecho marino. Era un Submarino de Investigación de Alta Tecnología, con un perfil furtivo y el logo apenas visible del Cónclave. Lo habían enviado al área errónea para evitar ser detectados por el tráfico portuario.
—Es un Sub-Cazador Clase Tifon. Se supone que es indetectable —dijo Vance, la emoción en sus ojos opacaba el miedo—. Si logramos abordarlo y robarlo, tenemos nuestra ruta hacia Aethel.
—Necesitamos entrar y forzar los controles. ¿Sabes pilotar esa cosa? —preguntó Kira, comenzando el descenso.
—Nací con el linaje, Rourke. Los Tifon usan un sistema de control de voz y escáner retinal. Solo un Aelarion puede tomar el control de ese submarino.
Kira y Vance nadaron hacia el Sub-Cazador. La urgencia era palpable. El Cónclave ya había corregido su error: dos lanchas rápidas se acercaban a la posición de la Librería Sumergida.
Se acercaron al Sub-Cazador Tifon. Era silencioso e intimidante. Vance encontró la esclusa de emergencia.
—Listo, Rourke. Cinco segundos. Si no funciona, tendremos que luchar bajo el agua.
Vance apoyó su ojo en el escáner retinal y pronunció el código de acceso en atlante antiguo.
—El linaje tiene la clave, la Hermandad tiene la fuerza. Yo tomo el poder.
Hubo un clic suave, y la esclusa se abrió. Entraron en la cámara, cerrando la puerta detrás de ellos, justo cuando las luces de buceo de las lanchas del Cónclave se encendían en la superficie sobre sus cabezas.
Kira y Vance se quitaron el equipo. Estaban en la cabina de un submarino de asalto de última generación.
—Ruta de escape: al fondo, lo más rápido posible —ordenó Kira, mirando el mapa del pergamino en su laptop.
Vance tomó los controles. —El pergamino nos da la ruta más profunda. Un cañón submarino que nos llevará al corazón del Atlántico. Rourke, este Tifon va a ser nuestra tumba o nuestra salvación.
La inmersión hacia el clímax de la aventura había comenzado, y ahora el Cónclave venía en su persecución a bordo de sus propios submarinos.