El Sub-Cazador Tifon se sumergió en la oscuridad del Mediterráneo. Vance, con el linaje Aelarion fluyendo en sus venas, pilotaba el submarino de asalto del Cónclave con una precisión escalofriante, guiado por los diagramas del pergamino.
Kira estaba en la estación de sensores, monitorizando el mapa y los sistemas de defensa. La laptop, ahora conectada al sistema de navegación del Tifon, mostraba una ruta hacia una fosa oceánica inmensa, un cañón submarino que era la única vía de escape del Mediterráneo.
—La ruta que nos da el pergamino está diseñada para una presión extrema. El Tifon está al límite de su capacidad —advirtió Kira, sus ojos fijos en el manómetro—. Si el Cónclave nos persigue, nos obligará a ir más allá del límite de seguridad.
—El Cónclave no me va a dejar escapar con la llave del Núcleo —dijo Vance, su voz tensa—. Mira el sónar, Rourke. Ya están aquí.
El sónar se encendió. Dos ecos se acercaban rápidamente a su posición. Eran otros Sub-Cazadores Clase Tifon. El Cónclave no había escatimado en gastos.
—Están usando torpedos de sónar activo. No nos tienen en la mira, pero están a punto de hacerlo —informó Kira—. Tifon contra Tifon. ¿Qué tiene el nuestro que no tengan ellos?
—El nuestro no está pilotado por un leal al Cónclave —dijo Vance, maniobrando bruscamente el submarino—. Pero sus torpedos son de Oricalco modificado. Un solo impacto destruirá este submarino.
—¡Están lanzando! ¡Torpedo en curso! —gritó Kira.
Un pitido agudo llenó la cabina. Kira vio el trazo del torpedo acercándose.
—¡Contramedidas, Vance! ¡Dispersa la firma acústica!
Vance apretó una palanca. El Tifon no lanzó bengalas, sino una ráfaga de burbujas microscópicas que confundieron el sónar del torpedo. El torpedo se desvió y explotó a cien metros, sacudiendo el Tifon con la onda de choque.
—Funciona, pero no es sostenible. Tenemos que llevarlos al Cañón de la Grieta —dijo Kira, señalando el mapa del pergamino—. Es un laberinto submarino. Si entramos allí a alta velocidad, podemos desorientarlos.
Vance asintió. Apretó los aceleradores. El Tifon se lanzó hacia adelante, superando el límite de seguridad.
La persecución se convirtió en un juego de ajedrez en la oscuridad. El submarino del Cónclave era más lento debido a su cautela. Vance volaba el submarino, usando su conocimiento ancestral de la geografía submarina atlante para tomar atajos imposibles.
—¡Cuidado, Vance! ¡Una pared de basalto! —advirtió Kira, corrigiendo los datos del sónar del Tifon con su laptop.
Vance giró el Tifon, raspando la pared de basalto, pero salieron ilesos. El Sub-Cazador del Cónclave, intentando replicar la maniobra, chocó con la pared. El sónar mostró una implosión controlada que eliminó la amenaza.
—Uno fuera. Queda uno —dijo Vance, jadeando.
El último Tifon no cometió errores. Se pegó a su estela, usando un sónar pasivo que no activaba las alarmas.
—¡Nos tiene pegados! No podemos perderlo en el cañón —dijo Kira.
Vance sonrió, el peligro haciéndole tomar una decisión temeraria. —Entonces lo atacaremos.
—¡Vance, no tenemos torpedos de Oricalco!
—No los necesitamos. Rourke, localiza la válvula de compensación de presión en el sistema de torpedos.
Kira, desconcertada, encontró la válvula.
—La tienes. ¿Qué planeas?
—El pergamino me dio el control total del Tifon. Vamos a soltar un torpedo de práctica. Pero tú vas a modificar su trayectoria para que no lo golpee, sino que pase a diez metros de distancia.
—¿Por qué?
—Porque vamos a usar la presión, Kira. Si el torpedo de práctica pasa lo suficientemente cerca, su desplazamiento de agua inmenso puede desestabilizar al otro Tifon y obligarlo a encender sus propulsores principales. Es un objetivo más fácil.
Kira no lo pensó dos veces. Era una maniobra de guerra submarina pura.
Vance disparó el torpedo de práctica. Kira, con su mente de criptógrafa, modificó la trayectoria con una precisión milimétrica. El torpedo pasó a pocos metros del otro Sub-Cazador. La onda de choque lo lanzó lateralmente, y la tripulación del Cónclave, presa del pánico, encendió sus motores.
—¡Ahí está tu objetivo, Vance!
Vance no disparó un torpedo. En su lugar, activó un sistema que Kira no conocía: un pulso electromagnético enfocado, diseñado para desactivar sistemas electrónicos sensibles.
El Sub-Cazador del Cónclave se iluminó brevemente en la oscuridad y luego se apagó, sin explotar, pero a la deriva.
—No me gusta el caos, Rourke. Solo la victoria —dijo Vance.
Habían ganado. El camino hacia el clímax estaba abierto.
—El pergamino ahora nos guía hacia el Atlantis Rift, la fisura atlántica central —dijo Kira, señalando el mapa—. Es la única ruta para salir del Mediterráneo sin ser detectados. Pero el pergamino sigue revelando secretos.
Kira se acercó al pergamino, que vibraba con la profundidad. Un nuevo diagrama se iluminó.
—Vance... la Cámara del Corazón no está en el fondo del mar.
Kira mostró el nuevo diagrama. El pergamino indicaba una ubicación diametralmente opuesta al fondo oceánico.
—La Cámara del Corazón es la última burla de Alarion. La verdadera fuente de energía del Oricalco está en un complejo atlante secreto en la cima del mundo: el Monte Everest