El pequeño jet privado de Nido, un elegante Cessna Citation con interiores de cuero, surcaba los cielos sobre el Mediterráneo oriental, rumbo a un aeródromo secreto en Asia Central. Kira, con el traje de buceo de alta presión todavía mojado, se había cambiado a ropa de vuelo limpia y se sentó frente a Nido, con la laptop y el pergamino de metal en la mesa. Vance, visiblemente agotado, tomaba un café.
—Explícate, Nido —exigió Kira, sin rodeos—. Amir era un traidor. Victoria (Hélices Negras) era una traidora. ¿Tú para quién trabajas?
Nido, el hombre de gafas y rostro cansado, suspiró y deslizó una tableta de alta seguridad a Kira.
—No trabajo para nadie, Capitana Rourke. Yo trabajo contra ellos. Yo soy la cabeza de un colectivo llamado "La Vigilancia". Estamos dedicados a desmantelar las redes de información y logística de El Cónclave. Yo no tengo linaje atlante, pero sí la tecnología para combatir a su Hermandad.
La tableta de Nido contenía una presentación clasificada. El título era: "La Estructura de Poder del Cónclave".
—El Cónclave es dirigido por un consejo de ancianos, todos descendientes del linaje Aelarion. Pero la verdadera amenaza es su brazo operativo: 'Aethel Logística' —explicó Nido, tocando la pantalla—. Controlan el tráfico de armas, los mercados de futuros y, lo más importante, las infraestructuras de energía global.
—¿Y Victoria? —preguntó Vance.
—Victoria Aelarion es tu prima, Elias. Es la encargada de la división de tecnología y armamento. Por eso tenía los cuchillos de plasma y la lancha Shadow. Ella vio en el caos la oportunidad de usurpar el liderazgo.
—Y ahora quiere que el Núcleo de Oricalco explote en el Mediterráneo —dijo Kira, repasando la información.
—Exactamente. La única forma de evitarlo es que ustedes lleguen a la Cámara del Corazón del Everest y sellen el núcleo.
Kira desplegó el pergamino de metal sobre la mesa. La ruta marcaba una serie de coordenadas que convergían en la región del Tíbet, muy cerca del Monte Everest.
—La logística es imposible. Llegar al Tíbet y escalar el Everest con el Cónclave siguiéndonos —dijo Vance, con realismo.
—No vamos a escalar el Everest —corrigió Nido, con una media sonrisa—. La Cámara del Corazón no está en la cima, sino dentro de la montaña.
Nido proyectó una imagen satelital de la región. Mostraba un pico menor, escondido en una cadena montañosa adyacente al Everest.
—Los atlantes, siendo maestros de la ocultación, crearon la entrada en un lugar que siempre ha sido sagrado y celosamente vigilado. La entrada al complejo está oculta dentro del Monasterio de Rongbuk, en el lado norte del Everest.
Kira miró el mapa con fascinación. El monasterio más alto del mundo, con una entrada secreta a la tecnología atlante.
—El monasterio es casi inaccesible por tierra y está bajo vigilancia estricta del gobierno chino. El Cónclave tiene agentes infiltrados en la inteligencia local. No podemos asaltarlo —dijo Kira.
—No lo haremos. Vamos a usar la fachada. El Monasterio de Rongbuk celebra un festival sagrado la próxima semana. Es la única ventana de tiempo en que la vigilancia se relaja debido a la afluencia de peregrinos —explicó Nido—. Nuestro plan es simple: infiltración disfrazada como peregrinos.
—Yo puedo conseguir la identidad y la documentación. Pero la seguridad dentro del monasterio es la clave —dijo Vance—. Necesitamos saber dónde está la entrada de la Cámara del Corazón y qué defensas atlantes nos esperan.
—Ahí es donde entra el pergamino —dijo Nido—. Mientras volamos, debemos descifrar el último nivel del mapa. El pergamino no solo indica la ubicación de la Cámara del Corazón; indica la Contraseña Silábica Final que desactiva el sellado del núcleo. Sin esa contraseña, el núcleo implosionará.
Kira miró el pergamino y luego a los dos hombres. Habían pasado de buscar un mapa a salvar al mundo. El destino del Mediterráneo pendía de un puñado de sílabas antiguas.
—Perfecto —dijo Kira, cerrando la laptop—. Entonces, mientras volamos, vamos a descifrar la contraseña. Y necesito un plan de escape que involucre alas delta de alta altitud para salir del Everest.