El Último Mapa Atlánte

Capítulo 24: El Laberinto de Espejos y Cristal​El Descenso Milenario.

​El Descenso Milenario
​El pasaje atlante no era un túnel de piedra, sino una obra de arte arquitectónica y tecnológica. Las paredes eran de una aleación de metal iridiscente que reflejaba la luz etérea que emanaba del suelo. La rampa de descenso era suave y continua, guiándolos en espiral hacia las profundidades del Everest.
​—Esto es más que un búnker —murmuró Vance, pasando la mano por el metal cálido—. Es una ciudad sellada. Los atlantes la construyeron para preservar su tecnología.
​Nido escaneaba las paredes con un dispositivo de mano.
​—Hay campos de fuerza activos. El aire está siendo reciclado. Pero la amenaza inmediata no viene de la tecnología antigua, sino de la moderna. Victoria sabrá que esta entrada ha sido violada en minutos.
​Kira iba en cabeza, con el arma lista. La luz suave era traicionera, creando sombras confusas.
​—Necesitamos llegar a la Cámara del Corazón y aplicar la Contraseña Silábica Final antes de que Victoria pueda enviar un equipo —dijo Kira.
​Las Defensas Olvidadas
​La rampa desembocó abruptamente en un vasto espacio cavernoso. En lugar de encontrar un camino claro, se encontraron en un laberinto de pilares hexagonales de cristal. El piso de Oricalco brillaba con el movimiento. Cada pilar reflejaba su imagen docenas de veces, creando un campo visualmente desorientador.
​—Una prueba sensorial —se dio cuenta Vance, consultando el pergamino. El mapa, en este punto, no daba una ruta, sino una secuencia de colores.
​—El pergamino no indica un camino físico, Elías. Indica la armonía que debemos seguir —dijo Kira, examinando los pilares.
​Cuando Kira tocó un pilar de cristal, este se iluminó con un tenue color verde esmeralda. La luz se propagó a los dos pilares adyacentes, que se encendieron en azul y rojo. El camino correcto debía ser uno de esos dos.
​—Los atlantes usaban la luz como código de acceso. El camino correcto emitirá un color que armonice con el Núcleo de Oricalco —explicó Vance.
​Nido, rápidamente, sacó el Núcleo de Oricalco y lo colocó en un escáner.
​—El Núcleo emite una frecuencia lumínica ámbar —anunció Nido.
​Kira pensó: El ámbar. Es un color cálido. ¿Qué color se mezcla mejor?
​Si elegían el azul, la luz se volvía púrpura (discordia).
​Si elegían el rojo, la luz se volvía anaranjada (armonía).
​—¡El rojo! —gritó Kira.
​Vance se lanzó hacia el pilar de luz roja. Al tocarlo, el pilar no solo se mantuvo rojo, sino que el piso frente a él se iluminó con una alfombra de luz anaranjada, abriendo temporalmente un camino seguro a través del laberinto de espejos.
​El Enemigo Interior
​Avanzaron a toda prisa por el camino anaranjado. El laberinto de espejos distorsionaba no solo la vista, sino también el sonido, haciendo que fuera casi imposible saber si alguien los seguía.
​De repente, la alfombra de luz se apagó. Se habían detenido en una plataforma central que no tenía salida visible. En ese momento, las luces ambientales cambiaron de un apacible ámbar a un rojo de advertencia pulsante.
​Un nuevo sonido resonó en el laberinto. No era el zumbido de la tecnología atlante, sino el familiar golpeteo seco de unas botas militares corriendo a través de los pilares de cristal.
​—¡Demasiado tarde! ¡Victoria nos alcanzó! —gruñó Nido.
​Entre los reflejos del laberinto, surgieron tres figuras blindadas vestidas con trajes tácticos negros idénticos a los de los agentes de Hélices Negras, pero con un nuevo distintivo en el hombro: el símbolo del Cónclave estilizado. Iban armados con fusiles de asalto con cañones silenciados.
​—¡Tres contra tres! —dijo Kira, volviéndose y apuntando su arma.
​El equipo de asalto se dispersó instantáneamente, utilizando los pilares de cristal como cobertura para lanzar fuego cruzado. Las balas impactaban contra los pilares de Oricalco, creando chispas cegadoras.
​Kira se cubrió detrás de la plataforma. Vance y Nido estaban atrapados en una esquina.
​—¡Elías! ¡Tenemos que abrir el siguiente camino! —gritó Kira por el comunicador.
​Vance se dio cuenta de que la clave para la siguiente puerta no estaba en el mapa, sino en la frecuencia de combate. El pilar central frente a ellos tenía una secuencia de símbolos que parecían estar parpadeando al ritmo de los disparos.
​—¡Tenemos que usar el ruido! —gritó Vance.
​Kira entendió la idea. Mientras dos de los soldados de El Cónclave flanqueaban a Nido y Vance, Kira se puso de pie, vaciando su cargador contra el pilar de cristal directamente frente a ella, gritando al mismo tiempo.
​El sonido explosivo de los disparos de Kira, amplificado por el cristal, junto con el estruendo de los fusiles de los agentes, saturó la frecuencia del pilar. Los símbolos se sincronizaron con el caos.
​Con un flash enceguecedor, la plataforma central se movió, y un ascensor circular de cristal se abrió bajo sus pies, revelando un pozo profundo iluminado por abajo.
​—¡Al ascensor! ¡Rápido! —ordenó Kira, antes de lanzar una granada de humo a los pies de los agentes.
​Los tres se lanzaron al ascensor justo cuando los agentes del Cónclave salían del humo, disparando al azar. El ascensor se cerró con un sellado hermético y comenzó un descenso vertiginoso.
​El último que vio Vance fue el rostro de uno de los agentes. Era una mujer, que se quitó el casco por un segundo para mostrar un rostro familiar y cruel, aunque no era Victoria.
​—¡Han enviado a los Soldados de Élite del Cónclave! —jadeó Nido.
​Kira miró el indicador de profundidad. Estaban cayendo a gran velocidad.
​—No importa quiénes sean —dijo Kira, cargando una nueva munición—. Si esto es la antesala, no quiero ver lo que nos espera en el fondo.



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En el texto hay: misterio, accion y aventura, intriga y suspense

Editado: 01.11.2025

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