Enamorandome de mi verdugo

Capítulo Tres: El Despertar En Las Garras Del Lobo

Soñé  con mi  madre,  fue  un sueño tranquilo pero doloroso; después de  un largo tiempo oí  una  voz  conocida que  me llamaba  por mi nombre,  sentí  mis ojos  pesados  cuando  intenté  abrirlos  y  un enorme  deseo  de  vomitar, entre  mis mareos vi  el rostro de  Camilo que  me miraba  con una  satisfacción  de  cuando se  obtiene  algo valioso, no soporté  más  y comencé  a  vomitar,  después de  eso no recuerdo más,  creo que  volví  a  desmayarme. 

Cuando  volví  a  despertar  puede  ver  con más claridad la habitación en la  que  me encontraba, no  entendía  lo  que  estaba  sucediendo, pero sentía  el pánico inminente;  de  repente  alguien entró,  era  una  joven vestida  con una  ropa  extravagante  y  sostenía una  charola  con  comida, lo primero que hice  fue  incorporarme, lo  que  provocó que  sintiera  un fuerte dolor de  cabeza; la  mujer  se  me acercó  y  con temor  le dije que  no me hiciera  daño,  ella  sonrió  y  me  dijo algo  con un acento, pero no  le entendí;  le pregunté  dónde  estábamos, ella  si me  entendió, así que  solo me respondió: España.   

Me sentí  devastada  y  no  pude  contenerme, de  mis  ojos  brotaron grandes lágrimas de  dolor  al comprender lo  lejos que me encontraba  de  casa, de  mi  hogar roto;  con mi  mente  pedí  a  mi  Dios que  me sacara  de  esta. 

La  mujer  me mostró  la charola, pero  yo no quería  comer, en realidad no podía;  en  ese  momento apareció Camilo con otro hombre  un poco más  viejo que  él,  me tomó  de  una mano entretanto que  yo  me  resistía,  él  le decía algo a  ese hombre  sobre  mí;  luego  de  unos segundos logré  soltarme  y le dije:  -  TE ODIO;  y  le  escupí  en  la cara,  él se limpió  y  me dio un golpe  en  el  rostro  tan fuerte  que  me arrojó  al suelo, solo escuché  lo que  el hombre  le dijo:  -  Si la  matas no nos servirá. 

El hombre  que  yo consideraba  mi  amigo, me había traicionado de  la peor manera,  ahora  comprendo lo que  sintió  Jesús  cuando Judas lo traicionó; mi Señor fue  entregado por un beso,  y  yo  fui entregada  por palabras bonitas que  alimentaban mi  soledad.   

El hombre  que  entró  con  Camilo salió de  la habitación, en ese  momento  Camilo me  tomó  de  ambos  brazos  y  me dijo mirándome a  los ojos: 

- Eres una  ilusa, fue  tan fácil  engañarte;  eres una  mujer  frágil  con ínfulas de  valentona  que  ante el más  indicio de  un hombre  quieres caer en  sus brazos  sedienta  de  amor. 

Me solté  y  caí de nuevo al suelo en silencio mientras  mis lágrimas  caían  conmigo. Jamás creí en que  un sentimiento,  sea  de  amor o de  amistad pudiera  desvanecerse  en  tan solo unas horas, pero  así es, hay  personas que  con sus  hechos pueden matar lo  que  sientes por  ellas. En el momento en que  Camilo se despojó del antifaz  que  tenía  puesto  y  se  mostró  como era  en verdad, fue  cuando más  despreciable me  sentí.   

- Al principio fuiste  difícil  -  añadió él  -  pero con la visita sorpresa  caíste, es  algo que  ninguna  ha  podido resistir, mucho menos tú.  

Continúo.  -  Bienvenida  al mundo de  la prostitución, ¡ya  eres  mía! 

- Alguien me  va  a  encontrar, no  puedo desaparecer así  de  repente.  Le  respondí  mientras lloraba. 

- ¿Y quién va  a  buscarte?...  ¿Tus padres, hermanos, amigos? Lo  decía  en un tono burlesco 

- Tus hermanos de  la  fe  creerán  que  te has  fugado conmigo  cuando  yo vaya  en persona  y  a  plena  luz  del día  hablar  con tu jefa,  saque  tus cosas  y  venda  tú  casa. 

Cuando lo escuché, me  enfurecí  conmigo misma por lo estúpida  que  había sido;  con rapidez  tomé  la charola,  me  abalancé  y  le di con  ella  en la  cabeza,  empujé  a  la mujer  que corrió hacia Camilo  y  salí  corriendo como pude; crucé por un pasillo donde  habían  muchas habitaciones, cuando llegué  al final  escuché  música  y  olía  a  alcohol;  en el pasillo  había  un hombre  que  me  sujetó  y  me arrojó al suelo, para  defenderme le  di con la  rodilla  en  la entre  pierna  y  bajé  por  unas escaleras  esperando que  me  condujeran  a  la calle,  pero  me llevaron  a  una  puerta,  y  de  ella  entró  una  mujer que  llevaba a  un hombre  de  la mano  y  ambos  subieron las escaleras pasando junto a  mí, de  repente  llegó  el hombre  que  había visto antes con Camilo,  me  tomó  de  un brazo  y  me  dijo:  – si vuelves a  escapar morirás;  en ese  momento llegó  Camilo muy ofuscado  y  con una  jeringa en la mano,  iba  a  inyectarme heroína  para  que  no tuviese  control sobre  mi cuerpo  y ellos pudieran hacer  conmigo lo que quisieran, pero el hombre  viejo,  que  al parecer era  el jefe,  no se  lo permitió pues  escuché  cuando  le  dijo:  –  si la  inyectas puede  que  no sobreviva,  y  la necesitamos con vida;    Camilo  me arrebató y  me llevó  de  nuevo a  la  habitación. 




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