A la mañana siguiente entró la misma mujer pero acompañada de otra, las cuales se presentaron; la mujer que primero vi se llamaba Verónica y la otra que la acompañaba se llamaba Amelia, pero le decían Mía, era estadunidense.
- La llevaremos para que se duche, y luego la prepararemos para el evento. Dijo Verónica.
Accedí a que me llevaran a dducharme, pero solo lo hice para salir de la habitación y poder analizar y buscar una salida. Mi búsqueda fue inútil, la única salida que había era la puerta junto a las escaleras que conducían a un bar, donde se obtenían los clientes, no había nada, ni una venta.
Después de ducharme, me sentí un poco más calmada, mi mente estaba más despejada para buscar una salida de aquel lugar; cuando salí del baño me llevaron a un cuarto que le llamaban el “cuarto del Hábito”, curioso nombre para un lugar que contenía toda clase de ropa para provocar y seducir a cualquier hombre. Me senté en un sillón con una bata de baño puesta. Verónica se volvió para a mirarme y me dijo:
- Aquí hay reglas y usted debe cumplirlas o tendrá un castigo; hoy la venderán y pasará con el cliente dos días, debe ser complaciente en todo, si él la devuelve antes de los dos días la asesinaran y nunca nadie encontrará su cuerpo, si escapa la encontraran y la asesinaran; las reglas para cuando regrese son: 1, Todo traje que tome de aquí para usar deberá lavarlo y si lo daña se le castiga. 2, El traje solo lo usará en el bar, cuando esté descansando usará la ropa que le den y será responsable de ella, no usara las cosas de sus compañeras. 3, Siempre que esté con un cliente deberá usar preservativo. 4, Nunca se enamore, esa es la regla de oro...
Ellas siguieron hablando acerca de las reglas, pero ahora no recuerdo nada más, solo seguía llorando y esperando una oportunidad que Dios me diera para salir de allí; de pronto Mía se acercó y me dijo una frase en ingles que no entendí, pero Verónica tradujo.
- Pronto se acostumbrará. Todas llegamos como usted y al final nos acostumbramos a vivir en este infierno.
- Un infierno que no es para mí ni para nadie, nadie merece vivir así. Respondí.
Mía para consolarme me dijo:
- Agradezca que no la llevaron a otro burdel donde las drogan y no saben ni lo que les hacen, pueden hacer con esas pobres mujeres lo que quieran, pero aquí seleccionan para tener satisfechos a los clientes distinguidos; tradujo Verónica.
Era un negocio, supuestamente de “alcurnia” para hombres ricos.
Verónica y Mia me dejaron sola para que me vistiese; pero de solo mirar la ropa yo no paraba de llorar, cómo podía vestirme así, cómo podía entregarme a un hombre sin antes luchar; no, no lo iba hacer así me asesinaran de la peor manera, pero no le iba a fallar a mi Cristo de nuevo. Me senté en el suelo y allí me quedé hasta que ellas entraron de nuevo, me observaron, y Verónica puso un vestido en mi mano, pero lo arrojé al suelo.
- Se lo buscó. Dijo
- Llama a Camilo. Le dijo ella a Mia.
Camilo llegó y me tomó de un brazo con brusquedad.