Unos días después fuimos a un pueblo de Italia y decidimos casarnos allí, en un jardín frente al mar mediterráneo. Cuando llegamos todo estaba listo, él había contratado quien hiciese todos los preparativos; el altar y la recepción estaban muy bien organizados, con rosas rojas y manteles blancos. Cuando entré en mi habitación allí estaba el vestido de novia, era muy hermoso y con un estilo diferente; no era esponjado sino se-mi ajustado, blanco con estampados brillantes en la parte superior de la cintura, y aun lado el velo con el ramo de rosas rojas y blancas. Después de una hora entró Selene acompañada de una mujer la cual me hizo un peinado alto, recogido y elegante.
Cuando ya estaba lista entraron a la habitación Cesar y María vestidos muy elegantes, mi felicidad estaba completa, aunque me puse algo nostálgica pues siempre había soñado ese momento con mis padres a mi lado; Cesar me iba a entregar. Después de unos minutos hicimos la entrada de la novia; miré al señor Francisco, estaba muy apuesto vestido con un smoking blanco, a su derecha estaba un guardia vestido de un smoking negro, el cual junto con Cesar eran los acompañantes; a mi derecha estaban María y Selene, ambas con vestidos rojos, las cuales eran mis damas.
Cuando el juez hizo la pregunta ambos respondimos “acepto” la felicidad se nos salía por los poros; luego Cesar se acercó con dos anillos plateados, el señor Francisco tomó un anillo y lo puso en mi dedo anular derecho y luego dijo sus votos: - Yo Francisco, te tomó a ti, Ana, como mi esposa, y con el permiso de Dios juro ante Él respetarte, serte fiel y amarte aun después de la muerte.
Entonces yo tomé el otro anillo y lo puse en su dedo y dije mis votos: - Yo Ana, te tomó a ti, Francisco, como mi esposo, y juro ante Dios amarte, respetarte y ser siempre tuya aun después de la muerte.
Firmamos el documento notarial, Cesar y Selene firmaron como testigos; luego el señor Francisco me dio un beso de esposo seguido de un abrazó, y mientras me abrazaba me dijo al oído:
- Ana, pase lo que pase no olvides que te amo, y que siempre estaré cerca de ti.
No entendí porque me dijo aquello. Mientras estábamos en el altar, sus ojos miraron los míos y a través de ellos vi la tormenta que se avecinaba, pero me sentí segura al observarlos; en ese momento la ceremonia, fue interrumpida por la policía y los detectives de España, cogieron al señor Francisco preso, y persigueron a Salene que huyó, lo subieron a un carro mientras un policía me sostuvo a mí y luego me esposó, me subieron a otro carro que nos llevó directo al aeropuerto donde nos subieron a un avión rumbo a España, no me permitieron hablar ni ver al señor Francisco.
Cuando llegamos España me llevaron a una sala de interrogatorio; y allí estaba yo con mi vestido de novia y destrozada por dentro. Comenzaron a hacerme preguntas pero no respondí a ninguna, en un momento llegó mi abogado y no permitió que me interrogaran hasta que hubiera una orden de un juez, así que me llevaron a un calabozo, María me llevó ropa para cambiarme.
- Hay buenas noticias; dijo el abogado – logré que al señor Francisco lo extraditaran a México y fuese juzgado con las leyes de México.
En España habían muchas personas que querían que el fuese juzgado allí para que le dictaran la pena de muerte. Antes de que se lo llevaran a México me permitieron estar con él unos minutos, lo abracé llorando.
- Usted sabía lo que iba a pasar. Le dije
- Era mejor así. Contestó. - No podía permitir que pasaras tu vida entera huyendo conmigo. Lamento mucho el dolor que te está causando todo esto. Ana, se fuerte y no olvides que te amo aun después de muerto.
Sus palabras no me gustaron, y después de eso se lo llevaron. El abogado me dijo que dentro de 36 horas me soltarían por falta de pruebas, pero que debía pagar una fianza.