Dylan iba pegado a mis talones contándome viejas anécdotas de su antiguo instituto. Según él, no era el más popular entre los chicos sino más bien el blanco de sus burlas y eso era algo difícil de creer si lo analizabas bien. Físicamente tenía un 9,5 en la escala del 1 al 10, parecía ser inteligente, además era amable, gracioso, altura considerable, tenía una sonrisa rompe corazones y por su complexión atlética debía ser un excelente deportista. No es que me hubiera fijado detenidamente en todos esos detalles, solo, se veían a simple vista, solo un ciego no los vería.
-¿Me repites una vez más a qué salón debo llevarte? Lo siento, es que aún estoy algo adormilada.
-No hay problema, estoy o mejor dicho “estamos” buscando el salón número 12.
-Ah, genial.
-¿Ah si?
-Si, es genial porque está junto al mío por lo que llegaremos bien a las clases. ¿Ya tienes loker?
-De hecho no, supongo que pasaré por la secretaría luego.
-Si, deberías o no podrás guardar tus cosas.
Estábamos a unos metros de distancia de nuestros respectivos salones cuando de repente se escuchó un exagerado y chillón grito que reconocí de inmediato.
-Ay no puede ser.
-¿Qué sucede?
-Espero equivocarme, pero en esto generalmente no lo hago.
Y comprobé que de hecho, no estaba equivocada cuando lo que hasta el momento había sido un clásico desorden de estudiantes yendo de aquí para allá por el corredor, se transformó de repente en un tumulto de gente en ronda y peleándose por el mejor puesto para ver en primera fila el espectáculo. Intenté abrirme paso entre la masa de cuerpos pero me estaba siendo un tanto difícil esa misión hasta que vi un hueco entre una porrista y uno de los gigantes del rugby. Honestamente parecía un buen plan meterme entre ambos y pasar rápido, pero no contaba con el constante movimiento y empujones de la multitud. Sin duda iba a quedar aplastada por esa pared llamada “A. Simmons” según lo bordado en su chaqueta del equipo, entonces unos brazos cálidos me rodearon a modo de protección mientras se abría paso entre la multitud pidiendo permiso y en ocasiones exigiéndolo con mayor apremio.
-¿Si fueran tan amables? Gracias. Necesitamos pasar. Háganse a un lado o los quito.
Miré hacia arriba para descubrir a un Dylan sonriente y sus brillantes ojos chocolate mirándome.
-Listo, llegamos al centro pequeña.
Fruncí el ceño ante la palabra “pequeña” pero no había tiempo para eso. Voltee mi cuerpo justo a tiempo para ver cómo Alicia intentaba propinarle una bofetada a Sanie.
-¡Juro que voy a acabar contigo perra desalmada!
-¡Adelante! ¿La verdad? Das lastima Alis, si ese es tu mejor golpe me compadezco.
Sanie había logrado esquivar la mano de su contrincante y por lo que veía no era la primera, mientras que a Alicia no le había ido tan bien y eso se notaba en su peinado desecho y su ojo rojo.
-¡Viene la directora!
Inmediatamente el tumulto de alumnos comenzó a desparramarse en diferentes direcciones incluso contrarias a la de sus salones con tal de salir del área donde se había formado la pelea. La Sra. Harrys vestía su habitual traje de oficinista, una falda tubo color celeste grisáceo al igual que su saco y una camisa blanca con los dos últimos botones desprendidos dejando entrever una camiseta negra. Su pelo corto al estilo Pixie con luces platinado estaba un tanto desordenado por la carrerilla desde su oficina hasta el pasillo, el sonido de sus tacones y mi constante susurro fue lo que alertó a Sanie del peligro. Así que en ese momento dejó que Alicia le propinara una piña en su mentón haciendo que cayera al suelo justo cuando la Sra. Harrys llegaba al centro de la cuestión.
-¡Sta. Evans!
Alicia giro su cabeza abruptamente con sus ojos bien abiertos y en ellos se leía el miedo.
-¡La quiero de inmediato en mi despacho!
Ella solo asintió mientras emprendía su camino cabizbaja y de hombros caídos; por un momento sentí pena por ella.
-Srta. Hampton. – Desvié la vista de Siena a la directora.-¿Por casualidad usted no sabrá lo que pasó aquí?
Mis ojos comenzaron un juego de ida y vuelta entre ella y mi mejor amiga mientras mi traidora boca se había congelado en una “O”. Entonces mi reciente caballero de brillante armadura paso uno de sus brazos por sobre mis hombros.
-Buenos días Sra. Directora, soy Dylan O’Brien. Hoy es mi primer día y Camil fue tan amable que se ofreció a mostrarme el instituto y de paso llevarme a mi salón.
-Sr. O’Brien, es su primer día y ya tiene la fortuna de conocer al dúo dinámico de los problemas. Srta. Hampton, trate de no meter en problemas al alumno nuevo en su primer día. Srta. Torrent, sea tan amable de seguirme a mi despacho.
Dylan y yo nos quedamos observando cómo ambas marchaban en fila pero antes de desaparecer por la esquina, Sanie se volteó y me miró a los ojos con esa “mirada” que decía “Chica, debemos hablar y es urgente.” Y yo sabía el motivo de su urgencia.
<<El chico nuevo con su brazo por encima de mi hombro.>>
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Editado: 04.05.2024