Enamorándome por error.

Capitulo 11

    La brisa cálida acariciaba mi piel desnuda; esa que el camisón de dormir no alcanzaba a cubrir. Una caricia tan suave como el roce del pétalo de una rosa paso por mi mejilla y luego hacia mi frente, estaba segura de que era una caricia humana, pero no comprendía como es que se sentía tan real. Lo último que supe es que había caído profundamente dormida. Y de repente escuche su voz. Su profunda y hermosa voz susurraba mi nombre intentando sacarme de la espesa niebla de mi sueño.  
-Camil.  

    Mi nombre se escuchaba y sonaba tan maravillosamente perfecto cuando él lo decía que incluso sonreí. No logré frenar el suspiro que se escapó de entre mis labios al imaginarme que Logan era quien acariciaba mi frente y pronunciaba mi nombre. Si este era mi sueño de “no me siento bien” entonces no quería despertarme nunca, pero entonces algo sucedió.  

-Camil, despierta ya por favor. Si no lo haces, tendré que llamar a tu madre.   

    Esa advertencia vino acompañada de una gran sacudida y fue así como supe que en realidad no estaba soñando. Mis ojos se abrieron repentinamente y me encontré con la mirada azul de Logan mirando fijamente mis ojos con evidente preocupación en los suyos. Él estaba inclinado sobre mi cama y su cuerpo se erguía por en sima del mío, algo que me hizo sonrojar al recordar el pijama que traía puesta. No era nada del otro mundo, solo un camisón corto y unos pantaloncillos algo pequeños para mí.  

-¡Logan!  

   Mi grito fue más como un graznido, pero eso no me impidió alcanzar la manta para intentar cubrirme. Logan por su parte se aclaró la garganta y aparto la vista; la cual había estado mirando en dirección a mi hombro. 

-Lamento haberte despertado de este modo. Es que estaba preocupado. Me encontré con tu madre esta mañana y me ha dicho que estabas enferma.  

-Lo se.  

    Le dije distraídamente mientras estiraba mis dedos intentando alcanzar mi suéter verde a los pies de la cama. Cuando me lo puse, vi la confusión en el rostro de Logan y fue cuando comprendí el error que acababa de cometer. “Pero que idiota había sido.” 

-Es que... mi madre me lo dijo.  

-¿A si? 

-Si. Ella me llamo por teléfono y me lo comento.  

-Entonces a ella si le atendiste la llamada. 

-¿Qué? - Nuevamente había metido la pata. - Si, es que me llamo al teléfono fijo y ya sabes cómo son esos trastos; es imposible ignorar su molesto timbre.  

-Ya, sí.  

-A todo esto. ¿Cómo es que entraste? Mi madre debe haber dejado la puerta con llave y dudo que te tenga tanta confianza como para dejarte las llaves.  

-De hecho, no lo hizo. Yo, entre por la ventana. Estaba abierta – dijo mientras señalaba el ventanal que daba al árbol del patio. - Creo que anoche quedo así.  

-Oh, si, quizá olvide cerrarla.  

-Eso es grave Hampton. No debes dejarla abierta.  

-No, probablemente no debería. De lo contrario, podría meterse alguien. 

    Ambos nos miramos y reímos de mi pésimo chiste. Pero unos segundos más tarde su sonrisa se borró y su rostro serio regresó.  

-¿Qué tienes? Tu madre me dijo que no te sentías bien, pero no fue muy específica con lo que te sucedía. Y por lo que pude ver, no tienes fiebre. Así que dime ¿Qué sucede? 

    No sabía que responder, ni siquiera yo sabía que me estaba pasando. Pero lo único seguro es que fuera lo que fuera que me pasaba, Logan era el culpable, o al menos en parte responsable.  

-No lose, simplemente amanecí en un estado de zombi.  

-¿Has comido algo? 

   Su pregunta era retorica ya que sus ojos estaban observando el café frío y el pedazo de tarta abandonados en mi mesa de noche. Sus ojos me retaban a mentirle y decirle que, si lo había hecho, pero algo me dijo que no siguiera por ese camino.  

-La verdad es que no pude probar bocado; el estómago me daba vueltas.  

    Él simplemente asintió con la cabeza y se puso de pie.  

-Bien, entonces, con tu permiso; creo que invadiré tu cocina. 

-¿A poco sabes cocinar? 

-Por supuesto. 

-No sabía eso. 

-Hay mucho que no sabes de mi Hampton.  

    Y con esa frase idílica desapareció por la puerta dándome espacio para cambiarme.  
 




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