San Diego, California
9 de Diciembre 2007
Las sirenas de las patrullas, el ladrido de los perros, gente hablando, policías registrando el perímetro, todo era tan abrumador. Quería ayudar en algo, quería saber lo que estaba pasando pero, nadie me daría información hasta que llegaran mis padres, por lo pronto, sólo me tenían aquí sentada, en la acera de aquella discoteca a la que nunca debí venir.
–Toma, hace frío– Chase colocó su chamarra sobre mis hombros para después sentarse junto a mí –La encontremos, ya verás– tomó una de mis manos dándome un ligero apretón.
Lo miré por unos segundos y no pude evitar llorar. Quería gritarle que todo era culpa suya, quería decirle cuánto lo odiaba por traernos a Lindsay y a mi a este lugar, pero no pude, porque la única culpable era yo; sino me hubiera dejado convencer por mi hermana, sino hubiera aceptado venir, nada de esto estaría pasado.
–Lilian– gritó mi padre desde la acera de enfrente. Él y mi madre se encontraban detrás de la cinta perimetral que colocó la policía para retener a los testigos. Me alejé de Chase por instinto.
Ver a mis padres ahí, de pie, hizo que un escalofrío recorriera toda mi espina dorsal. ¿Cómo rayos iba a explicarles lo que pasó? Si ni siquiera tenía permiso de estar en este lugar. No estaba lista para enfrentarlos.
Mi padre llamó a uno de los policías mientras mi madre observaba con desesperación el área, era obvio que buscaba a mi hermana.
Un grito desgarrador y mi madre desmayándose fue lo siguiente que vieron mis ojos. Lo sabían, el oficial les había dicho todo.