Entre sombras perdidas

C6

Desde ese día, la presencia de mi hermana empezó a transformar nuestras vidas. Al principio, me costaba acostumbrarme a su llanto, a la atención que requería y a la manera en que todo giraba en torno a ella. Sentía celos, aunque jamás los expresé. Me limitaba a observar desde la distancia, tratando de no involucrarme demasiado.

Los días pasaban y mi papá parecía más tranquilo, como si la llegada de mi hermana le hubiera dado un propósito renovado. Mi mamá también cambió, quizás por la madurez o porque comprendió que no podía seguir con la misma dinámica de antes. Aunque todavía había discusiones, eran menos intensas y más esporádicas.

Con el tiempo, mi hermana comenzó a crecer, y con ello, mi indiferencia hacia ella fue cediendo. Me sorprendía verla sonreírme, estirar sus bracitos hacia mí con la confianza de quien sabe que encontrará refugio. No importaba cuánto tratara de ocultarlo, sentía un cariño enorme por ella, un amor que había estado dormido pero que poco a poco despertaba.

Cuando cumplió su primer año, recuerdo que la vi dar sus primeros pasos. Fue un momento extraño para mí porque sentí algo que no había sentido en mucho tiempo: orgullo. Me di cuenta de que, aunque no había sido la hermana mayor más afectuosa, de alguna forma ella me veía como alguien importante en su vida.

Por otro lado, la relación entre mis padres seguía siendo un vaivén de emociones. Hubo momentos en los que creí que todo marchaba bien, pero luego regresaban las discusiones, los silencios prolongados y la tensión en el ambiente. Yo ya había aprendido a vivir con ello, a refugiarme en mi mundo, a desconectarme de los problemas que no podía solucionar.



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En el texto hay: caos, todo, #romance

Editado: 10.03.2025

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