Ese no es mi zapato

Capítulo 5

Al día siguiente Emma se levantó con un poco de miedo de enfrentarse al nuevo día, pues no sabía cuál sería la reacción del príncipe después del enfrentamiento de la noche anterior. Su única razón para levantarse ese día era la promesa de ver a lord White.

La señora Nicols la levantó como el día anterior, aunque esta vez fue diferente, porque Emma se despertó sin rezongar, puesto que no había podido dormir en casi toda la noche. Emma se vistió con uno de sus mejores vestidos, estaba decidida a morir con dignidad.

Mientras se dirigía al comedor seguida de su doncella se encontró con lord White y como siempre se sintió feliz de verlo.

—Buenos días, lord White —saludó Emma con una reverencia a lo que el caballero respondió con la misma cortesía— ¿No va al desayuno? —interrogó al notar que iba en dirección opuesta al comedor.

—No, ya me despedí del rey, y el carruaje me está esperando afuera, aunque antes iba a pasar a verla —respondió él negando con la cabeza y Emma tuvo un sentimiento agridulce, al saber que no disfrutaría de la compañía de aquel caballero, pero que no había olvidado pasar a despedirse por su habitación—. Quería verla para despedirme y para dejarle mi dirección —añadió dándole un pequeño trozo de papel a Emma, quien observó los perfectos trazos de letras sobre el papel, y al levantar la mirada, observó con interrogación a lord White.

—Mi primo me informó que está en busca de la verdadera dueña de la zapatilla, y sé que no va a desistir en su búsqueda, así que, si el compromiso se rompe, quisiera que me escribiera, porque, si no le molesta, en un futuro, cuando sea libre me gustaría cortejarla —explicó lord White y Emma sintió su corazón latir con una fuerza que no lo había hecho antes.

Desde el primer instante Emma se había sentido atraída hacia él, y había percibido el interés del caballero por ella, pero aquella declaración lo hacía todo diferente, era casi su primera propuesta de matrimonio, porque la del príncipe no contaba. Los jóvenes se observaron por medio minuto hasta que Emma finalmente habló.

—Me halagan sus palabras. Le prometo que le escribiré si algún día sucede lo que me dice.

—Esperaré ansioso recibir su carta —respondió el caballero tomando la mano de la dama y dejando un beso en el dorso de la misma.

Finalmente se despidió y pasando por el lado de Emma se marchó.

Cuando Emma se recuperó del encuentro continuó su camino hacia el comedor, pero ahora portaba una sonrisa de felicidad.

Al llegar al comedor hizo su reverencia rutinaria y se sentó junto al príncipe, quién, para el asombro de Emma, la saludó cortésmente y le pidió unos minutos después del desayuno, lo que la dejó intrigada, y no pudo dejar de pensar en ello hasta que culminó el desayuno, cuando ambos se dirigieron hacia la sala del rey.

Tomaron asiento en el sofá principal mientras Edwina permaneció en una esquina de la habitación, dando un espacio a la pareja.

—Señorita Kinstong, la traje aquí, porque deseaba disculparme por mi comportamiento hacia usted —Comenzó a decir el príncipe Alexei dejando enmudecida a Emma, que no esperaba escuchar tales palabras por su parte, más bien imaginaba que le advertiría sobre su comportamiento y quizás se lo dejaría pasar—. Su tono de voz me recordó a cierta dama que me gritó en las escaleras el día de la fiesta, y ayer descubrí en usted a aquella dama. Debo decir que no me he comportado bien desde ese momento, así que quiero disculparme, y si usted acepta, le ofrezco mi amistad más sincera.

El príncipe Alexei había quedado muy turbado con las palabras de Emma la noche anterior, y después de meditar sobre ellas, y haber recordado a Emma como la dama enmascarada del vestido enmascarado, se había dado cuenta que su comportamiento no había sido para nada la de un caballero.

—No soy mujer de rencores, su alteza —contestó Emma con un suspiro. De nada le servía guardar tanto odio hacia aquel hombre, eso solo le traería amargura a ella misma, cosa poco deseada—, por mí todo está olvidado, siempre y cuando usted no vuelva a comportarse como en el pasado, y seré su amiga con la misma condición.

—De acuerdo, mi querida amiga —contestó el príncipe tomando la mano de Emma para besar su dorso, lo que hizo que la dama se sonrojara por tal gesto de cercanía.

Después de ello ambos se despidieron y se dirigieron a hacer sus respectivas labores.

—Bienvenue, chevalier, est un plaisir savoir —dijo Emma en francés mientras su institutriz la escuchaba atentamente, era la decimocuarta vez seguida que repetía aquella frase por petición de su maestra.

Emma ya conocía del idioma, pues había tenido que aprenderlo desde niña, después de todo, era un requisito para un buen matrimonio en la alta sociedad, no obstante, su nueva institutriz había dicho que debía perfeccionar el idioma, y allí se hallaba ella repitiendo la misma frase una y otra vez.

—Beaucoup mieux, mademoiselle Emma, mais encore non est parfait (Mucho mejor, señorita Emma, pero aún no es perfecto) —contestó la institutriz con un perfecto tono de francés, el tono que desearía Emma, aunque se sintió algo conforme con el primer elogio de su exigente profesora.

Emma pidió un descanso, pues necesitaba un momento para ella. La institutriz se lo permitió y ella salió disparada de allí en busca de un escondite. Cuando vio la puerta de la biblioteca no dudo en entrar y tomando un libro se escondió en una esquina de la habitación, donde era imposible verla si no se buscaba a fondo.

Comenzó a leer un libro que se titulaba Persuasión. Pronto Emma estuvo dentro de aquel mundo y se olvidó de todo lo demás hasta que la puerta de la estancia se abrió.

Unos pasos resonaron en la biblioteca, Emma se mantuvo en silencio, intentando descubrir hacia donde se dirigían los pasos, sin embargo, antes de que pudiera decidir donde se hallaba el intruso, fue descubierta por el príncipe.

—¿Qué hace aquí escondida, señorita Kinstong? —inquirió él cuando la encontró en aquel rincón—. Todos la están buscando —añadió cruzándose de brazos.




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