Ese no es mi zapato

Capítulo 14

La pareja se marchó de la casa de campo bastante temprano, tenían un largo por recorrer hasta el palacio. El viaje fue eterno para todos, incluso para Edwina, quien había sido testigo de las miradas que se habían lanzado uno al otro, no sabía por qué la señorita Kinstong era tan testaruda, ellos se amaban, estaba claro.

Llegaron al palacio para la cena, por lo que, se dirigieron al comedor nada más llegar. Ambos hicieron una reverencia al rey, quien ya se encontraba sentado en la mesa, y sonrió al ver a la pareja junta.

Tomaron sus respectivos asientos, una vez el rey les permitió sentarse, y comenzaron su comida en silencio, luego de agradecer por los alimentos.

—¿Qué tal fueron estos días, señorita Kinstong? —inquirió el rey y el príncipe casi se ahogó con su comida ante aquellas palabras.

—Verá, padre… —comenzó a decir el príncipe cuando pudo hablar, pero Emma lo detuvo colocando una mano encima de la de su prometido.

—Me ha ido muy bien, Majestad —respondió Emma ante la mirada inquisitiva de Alexei—. La visita del príncipe fue sorpresiva, pero muy beneficiosa. Mañana comenzaré con los planes de boda, ya que quedan solo dos semanas antes de la ceremonia.

Alexei la observó con asombro, no podía creer lo que estaba escuchando, parecía un sueño. Emma simplemente sonrió al tiempo que apretaba cariñosamente la mano del príncipe, había tomado una decisión y esperaba que fuese la correcta.

—Tiene a su disposición todos los criados que necesite —respondió el rey ajeno a la conversación sin palabras que se sucedía entre la futura pareja real.

—Gracias, Majestad —dijo la dama con una sonrisa.

Nada más salir del comedor, Alexei se llevó a Emma hasta la biblioteca, para poder hablar sin ser escuchados.

—¿Qué sucedió en la comida? —interrogó Alexei sin poder creer aún lo que había pasado.

—Pensé en lo que me dijo anoche y decidí darle un voto de confianza —respondió Emma—. Una vez leí en un libro que a veces hay que lanzarse a un precipicio en una relación y yo he decidido hacerlo, espero que usted sea capaz de saltar cuando sea necesario —añadió antes de guardar silencio en espera de la respuesta de Alexei.

El príncipe se quedó quieto como si de una estatua se tratara. Cuando Emma comenzaba a preocuparse, Alexei reaccionó y abrazando a la dama comenzó a girar con ella entre sus brazos, mientras repetía una y otra vez cuanto la amaba mientras Emma reía de pura felicidad, ambos estaban llenos de dicha.

Una vez los pies de Emma tocaron el suelo, el príncipe colocó sus manos en las mejillas sonrosadas de su prometida y plantó un beso en sus labios. Un beso de amor, fidelidad y alegría, quería que Emma supiera cuán especial era para él, y la dama, por su lado correspondió a su beso demostrando que lo amaba y confiaba él

—La amo —susurró Alexei separando sus labios, pero sin alejarse mucho de ella.

Emma sonrió saboreando aquellas dos palabras. Había leído muchas confesiones de amor en los libros y escuchado las que habían formulado los pretendientes de su hermana, pero por más elaboradas que hubieran sido, no se comparaban a aquella, pues, aunque sencilla, había sido pronunciada por los labios de la persona que amaba y eso la hacía la más especial de todas. Colocó una de sus manos en la mejilla del príncipe y la acarició con gran dulzura.

—Yo también le amo, Alexei —confesó Emma mientras sus mejillas se tornaban cada vez más de color rojizo.

Esta vez Alexei fue quien sonrió con el corazón lleno de felicidad y abrazó fuertemente a Emma, pidiéndole que repitiese su confesión, a lo que ella aceptó con timidez.

Un rato después, cuando la euforia pasó, Alexei le narró a su prometida todo lo que había sucedido con Rose y como había llegado a sus vidas, no quería que quedarán secretos entre ellos.

—Comprendo lo que sucedió, pero te pido que no vuelvas a ocultarme nada, sino, nuestro matrimonio no funcionará —pidió Emma cuando Alexei terminó de hablar—. No es necesario que despida a la señorita Rose, yo confío en usted.

—Es muy generosa, Emma, por eso es tan excepcional —susurró el príncipe dejando un beso en la frente de su amada.

*****

Al día siguiente Emma comenzó los preparativos para la boda. Estaba ansiosa por aquella ceremonia. Las proclamas de la boda ya habían sido dadas oficialmente. Llamó a la modista para elegir el vestido y envió invitaciones para su madre y hermana, ya que, si su madre no aprobaba el vestido, podía estar segura de su futura muerte a manos de Lady Kinstong.

—Quedará perfecto, señorita Kinstong —le aseguró la modista, luego de elegir el modelo y tomar las medidas.

—Muchas gracias —respondió Emma satisfecha con aquel trabajo.

Después de ello, las damas Kinstong fueron hacia el salón de baile, donde se realizaría la recepción de los invitados. Comenzaron a elegir en qué lugar iría cada cosa, como sería adornado el salón, había tanto por organizar, que parecía una lista infinita.

Emma se percató de la presencia de Rose al otro lado del salón y con una disculpa se dirigió hacia la chica.

—Señorita Kinstong —dijo la dama al tiempo que hacía una reverencia.

—Buenos días, señorita Rose —saludó Emma con amabilidad—. Quería hablar con usted para decirle que ya sé de su situación con respecto al príncipe.

Rose la miró asombrada, entendiendo que ya conocía de su relación con el príncipe y el baile de máscaras.

—Señorita, yo…

—El príncipe Alexei me ha explicado todo lo que le ha sucedido —interrumpió Emma levantando la mano para que ella callara—. Lamento todo lo que le sucedió y quería decirle que puede quedarse en palacio si lo desea, imagino cuán difícil ha de ser encontrar trabajo y un hogar.

—Gracias, señorita —respondió Rose con una pequeña sonrisa.

No podía odiar a la señorita Kinstong, aunque quería hacerlo. Ella era una buena persona, después de saber que ella estaba enamorada del príncipe, la había dejado quedarse en el palacio. Además, tampoco podía decir que Emma le hubiese robado al príncipe, porque no había sucedido así, ella no había ocupado su lugar, se había ganado uno en el corazón del caballero.




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