Sería muy difícil explicar la sensación que ese sitio le provocaba a Axel. El joven bajó de su vehículo lentamente sin quitar la mirada de lo que había frente a él. Un tenebroso Hotel Abandonado rodeado de niebla, sitio que jamás en su vida había visto en su ciudad. Las luces de los faros de su automóvil apenas lograban mostrarle un poco de lo que yacía detrás del cerco de malla ciclónica.
—¿Quién eres y porqué me trajiste a este lugar? — preguntó mirando su teléfono celular, el cual no tenía señal. Pero aún así, podía ver ese mensaje desconocido que sabía que no era de Ernesto.
Eran tan escalofriante el aspecto de semejante sitio que llegaba a sentirse observado por todos los ángulos, el residencial entero era una muestra de un mundo postapocalíptico. Las casas con hojas secas acumuladas en sus patios, ventanas rotas y paredes teñidas con grafito. Detrás de ese cerco tan solo se apreciaba la estructura de la recepción detrás de la niebla que le causaba escalofríos, pero no tanto como los cordones policíacos que cubrían un par de puerta de pesada madera rústica y anticuada. Era un lugar tan tenebroso y atrayente a la vez que no podía resistir apreciarlo como en una especie de trance. Quizás debía entrar o al menos esa idea estaba en su cabeza. Estando en la acera frente a la puerta de malla que tenía una cadena con candado cerrado, no pudo evitar bajar la vista. Frente a sus pies yacía una extraña inscripción tallada en el cemento del suelo.
—Initiatem... Spectrum... Pandemonium — susurró lo que estaba inscrito en esa leyenda y sintió un escalofrío.
A sus espaldas, las hojas secas del otoño viajaron en una ráfaga que atravesó la calle de manera furtiva en el silencioso residencial. Axel sintió mucho frío, pero cuando sentía que estaba apunto de suceder algo malo, unos faros aparecieron en la lejanía. Era la camioneta de Félix aparecieron entre las tinieblas. Relumbraron la espalda de Axel anunciando la llegada de sus amigos y la camioneta se detuvo. Juan y Rosa aparecieron a sus costados en sus motocicletas aparcando y bajaron apresurados para reunirse con él. Axel solo escuchó los cascos rodar sobre el suelo al ser soltados.
—Miren lo que encontré—les anunció sin apartar la vista del lugar.
—¿Qué diablos es ese sitio? —preguntó Juan asombrado y miró a Rosa, quien seriamente admiraba. Axel no dejaba la vista, sus ojos estaban hipnotizados.
—Hotel Las Vegas—leyó Rosa del letrero y frunció las cejas extrañada. Incluso pasó saliva manteniéndose a la expectativa— ¿Por qué nos trajiste a éste lugar Axel?—.
Él volteó enseguida mostrando confusión ¿Cómo podía él haberlos llevado a ese sitio?
—¿De que hablas?— cuestionó.
—Recibimos tu mensaje— Juan le mostró su teléfono con el mismo mensaje que él había recibido, solo cambiaba el nombre de Ernesto por el suyo.
—Es una locura—.
Detrás de ellos sonaron las puertas de la camioneta todo terreno. El resto de sus amigos bajaba del vehículo al igual de extrañados que él. Axel tomó el teléfono de Juan admirando tremendo mensaje misterioso.
—¿Qué es eso? —preguntó Adriel.
—¡Wow, éste sitio parece salido de una película de terror! —anunció Ernesto.
—¿De dónde salió? —preguntó Ricardo y se detuvo al costado de Axel—, ¿Alguien lo había visto antes? —.
—Recibí un mensaje de Ernesto que me trajo hasta aquí—.
—Y nosotros uno tuyo— añadió Adriel.
Ernesto no daba crédito a lo que miraba en el móvil de Axel. De un momento a otro todos descubrieron que tenían un mensaje del mismo número desconocido haciéndose pasar por uno del grupo para llevarlos a esa ubicación.
—Algo no está bien, esto es una trampa—añadió Juan mirando los alrededores. Era un vecindario solitario, basura por las banquetas y patios con hierba crecida.
—Será mejor que nos vayamos, algo de este lugar no me gusta—mencionó Rosa y no se miraba muy bien. A Axel le parecía que iba adquiriendo un aspecto enfermo, pálido y mirada triste.
—Deberíamos entrar — afirmó Axel.
—¿Bromeas? — cuestionó Juan.
—Axel tiene razón — dio segunda Ricardo —. Deberíamos echsr un vistazo ¿Un lugar abandonado que aparece frente a nosotros? —.
—Esto no está nada bien — afirmó Rosa—. La mensajes, todo, esto no puede ser bueno—.
—Rosa tiene razón. Éste lugar comienza a darme escalofríos—mencionó Félix desde un costado de la puerta del piloto, parecía no quería acercarse.
—¿Están locos? ¡Éste sitio es perfecto, vamos a entrar! —dijo Jesús tomando la delantera. El joven miró a todos, como si tratara de animarlos. Tenía una enorme y estúpida sonrisa que anunciaba su imprudencia. El joven incluso se acercó a las puertas de malla revisando el candado y las cadenas oxidadas que la bloqueaban.
—¡Olvídalo!— atajó Juan.
—Está cerrado, pero podemos trepar por aquí—.
—¿Estás loco? Es espeluznante—exclamó Félix.
—Sí, no creo que sea buena idea. Eso de allá son cordones policiacos—señaló Ernesto.
—Chicos, es enserio. Tengo un mal presentimiento sobre esto—dijo Rosa y se hincó.
Todos contemplaron enseguida como Rosa parecía mareada. Algo no andaba bien en ella y podía apreciarse en su rostro. La chica se dejó caer al suelo y comenzó a convulsionarse con los ojos en blanco. Nadie tenía idea de que hacer, pero Ernesto, Adriel y Juan acudieron a su auxilio al instante.
—¡ROSA! —gritó Juan y la tomó en brazos.
Juan, Adriel y Ernesto se encontraban alrededor de Rosa. Ella había dejado de moverse después de una enorme sacudida. Ahora simplemente parecía haber perdido el conocimiento. Ricardo y Axel permanecían junto a la malla ciclónica observando tan preocupante escena. La chica delgada se había desvanecido cual trapo mojado y su piel era muy pálida.
—¿Qué le sucede Ernesto? —preguntó Adriel aterrado.
El paramédico la observaba mientras tomaba su pulso. Rosa despertó sorpresivamente, pero parecía bastante desorientada.