Esquizofrenia

El consultorio

Aquellos ojos, aquélla sonrisa maldita, no paro de escucharla a los alrededores. Todo el mundo es ciego, dicen no haberlo visto pero yo sé que está ahí
Y dime, ¿cómo es el?  
⎯ ¿El? No es él… tampoco ella… es… Eso dijo Letzy, mientras se acomodaba el cabello rubio de manera nerviosa. 
⎯ ¿Eso? Bien, supongamos qué no puedo ver a Eso, dime, ¿cómo es eso?  
⎯ Tiene muchas formas, se puede transformar en todo tipo de cosas, no tiene un aspecto realmente. Respondió a la pregunta sobándose las manos nerviosamente, su vestido blanco se movía de un lado a otro. ⎯ la forma en la que se me presentó es la de un policía. Un maldito policía; Algo que se supone debería hacerme sentir protegida… Comenzó a to− tocarme, a pasar sus asquerosas manos heladas por mi piel; luego tomó mi cuello y me lamió. Me lamió maldita sea. ⎯Agregó dando un golpe en la mesa del escritorio⎯, Sus ojos se llenaron de lágrimas y tapó inmediatamente su rostro con el antebrazo.  
Muy bien Letzy. Has sido muy valiente al contármelo el día de hoy.  
El hombre frente a ella, barbudo, alto y con poco cabello se puso de pie, ⎯tomó su libreta y anotó rápidamente⎯, nuestra sesión a terminado.  
caminó hacia la puerta, se detuvo, dio un giro sobre sus talones,  miró rápidamente a Letzy y añadió ⎯pase usted, señorita⎯, Letzy se levantó y salió por la puerta. Por delante de ella, pasó una mujer: su rostro aparentaba ser más viejo de lo que en realidad era, pelo castaño, corto, a la altura del cuello, patas de gallo pronunciadas a un lado de sus ojos oscuros; vestida de chaqueta amarilla, y jean azul gastado con unas zapatillas Conver blancas. Eso le contrarrestaba ligeramente la vejez que aparentaba, pero solo ligeramente. ⎯dotor Clarenstyne ―pronunció, apresurada y tocándose los dedos una y otra vez. ― ¿en qué situación está mi hija?, ―lo pronunció ezta―  El hombre la observó por encima de sus lentes, sus ojos se entrecerraron, en una mueca digna de detective de novela; cerró la puerta a Letzy lentamente y prosiguió a sentarse, tomó una pipa blanca de su bolsillo, sacó tabaco del otro, la encendió y comenzó a hablar.  
⎯Señorita Sayago. ―Dio una fumada⎯ Letzy está empeorando. ―Largo el humo― Su esquizofrenia está fuera de control. ¿Le ha estado dando los medicamentos cómo corresponde?  
La mujer, miro hacia todas las direcciones; esquivando los ojos del doctor Clarenstyne. ⎯si, por el amor de dio; dígame que no debo darle más pastillas. No puede seguir así. Dijo, inclinándose sobre el escritorio.  
El hombre se levantó del sillón, su espalda le estaba matando; a sus 43 años, creía tener el comienzo de una hernia de disco, pero no quería hacerse estudios, temía, que fuera algo más… cáncer, quizá.  Caminó alrededor de la habitación y se detuvo frente a la ventana. Letzy estaba jugando en las hamacas del parque frente al consultorio, junto a su abuela la cual, ―cómicamente para Clarenstyne― leía una revista de moda y vestía un vestido amarrillo floreado, que le llegaba hasta debajo de las rodillas. Sonrió. ⎯me dijo que algo ha estado visitándola en las noches. ―su sonrisa se convirtió en seriedad― Que se le presenta de distintas formas siempre. Y que esta vez ha sido un policía; me dijo que la ha tocado… Dígame señorita Sayago. Letzy… ¿ha atravesado una experiencia de abuso sexual?  
La mujer se levantó del sofá bruscamente y respondió ⎯Por zupuesto que no. ¡Cómo ce le ocurre a uste pensar eso! ―de alguna manera eso la hiso parecer aún más vieja―  
Clarenstyne, desde sus inicios como psiquiatra y analista; había tenido una larga lista de pacientes, ―la mayoría mujeres adolescentes de la edad de Letzy― Tenía suficiente experiencia cómo para saber cuándo una persona había atravesado ―ciertas experiencias, diría―, quizá se equivocaba en aquél instante, pero no era mera coincidencia que el ex padrastro de Letzy fuese jefe de la policía estatal. En todo caso, decidió guardarse sus afirmaciones para sí mismo. Se dio una vuelta hacia la mujer y le sonrió. ⎯No se altere. Discúlpeme usted mi atrevimiento; Son ciertas costumbres. Normalmente, los pacientes que han atravesado esa clase de situaciones suelen soñar con sus asechadores, como si les dejaran trauma, tras trauma, todos incorregibles. Como si fueran cavando un pozo para incrustar su mierda lo más profundo posible y, efectivamente, hacen de su vida un miserable poso de mierda. Pero si usted dice que Letzy ―clavo su mirada en la de Marta― no lo ha atravesado, confío en usted… En todo caso, seguiremos con las citas como venimos; no le añadiré más pastillas, sólo le recomendare que no vea películas o series antes de dormir. Incluso durante el día. ⎯tomó un libro de la estantería y comenzó a hojear sus páginas⎯ puede que sea un caso simple de imaginación desprendida o algo que recreó en su mente tras ver alguna película o leer un libro. Ya sabe, aquellas películas con aire Gótico o incluso las de moda, en las que un payaso aterra un pueblo; un payaso que puede transformarse en lo que más asusta a aquellos niños. ⎯cerró el libro bruscamente⎯ ¿pero por qué Letzy temería a un policía? Cómo ella misma lo dijo antes de derrumbarse, se supone qué sería alguien con quien debiese sentirse protegida. 

Notó que la mujer comenzaba a tocarse el anillo de compromiso con la mano derecha, paró de hacerlo en cuanto se dio cuenta y contestó. ⎯la verdad es que no tengo idea doto. Eztaré al tanto de lo que me recomendó. Cero películas, libros o zeries deterror. Muchas gracias.  
⎯La veré la semana que viene, Karen. Cuídese. Dijo Clarenstyne estrechando su mano.  
⎯Hasta luego. Correspondió la mujer y salió por la puerta.  
 



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En el texto hay: terror y suspenso

Editado: 28.04.2020

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