Hola, mi nombre es Derek, soy, lo que ustedes pueden llamar como un sobreviviente, o un chivo expiatorio.
Mi historia es prácticamente un cliché, tengo 24, miembro de un equipo especial, y sobreviviente a un apocalipsis zombi, o era eso al comienzo, básicamente, siempre me gustó entrenar artes marciales, y cuando mi ex me votó mejoré bastante, me inscribieron a un programa de medio tiempo, estalló el holocausto en el mundo, y a cambio de que se llevaran a mi familia, acepté quedarme a buscar a algunas personas. Bueno, de eso ya un par de años, las personas que me importan están a salvo donde no llegará la crisis, ningún zombi puede dañar mi equipo, además que los estamos extinguiendo rápidamente, y mis compañeros mutados son la onda. Sólo me falta confirmar que esa persona esté a salvo, no ha muerto, o ya hubieran encontrado algún cadáver con el equipo que le di, así que aún tengo asuntos pendientes.
Si, lo sé, estoy dando datos de los cuales no saben ni jota, así que vamos por partes, les contaré historias sobre, mmmm… ya sé, mi primera semana tras el incidente.
Era viernes, si no mal recuerdo, la misión de evacuación ya había pasado, así que iniciaba el momento de refugiarme, pues nuestros vecinos del norte, habían decidido con el apoyo de la ONU iniciar un ataque nuclear para matar a los caminantes (que estoy seguro, son hijos del área 51) de una y continuar nuestras vidas normalmente, o tan normal como una ciudad radioactiva lo permite. La misión era sencilla, iban a iniciar el bombardeo en Texas y de ahí seguíamos nosotros por el sur, y hacia el norte la frontera con Canadá; las órdenes eran simples, debíamos escondernos en bunker nucleares que mandaron construir justo después del primer brote en Georgia (Q.E.P.D) todo iba bien, esa mañana me puse el uniforme gris, el cual es un conjunto de pantalón y playera en tonos de gris Oxford a gris rata algo entallado, el material es una tela inteligente, tan ligera como el algodón, pero el triple de duro que el mejor chaleco antibalas, además de botas negras igual de resistentes, pero con bastante estilo, guantes, y un casco similar al de un motociclista, pero más ligero y poseía un filtro para el aire (jajaja, me sentía un power ranger), esa mañana desayuné huevos con jugo de naranja (que les digo, el gobierno nos consiente), dejé la casa de seguridad, tomé mi equipo, y comencé mi camino al bunker en la moto que me enviaron.
Aún recuerdo, las calles eran un asco, cadáveres putrefactos tirados en cada esquina, a decir verdad, sentía lástima por esas pobres almas, el olor era nauseabundo, pues incluso con el filtro, podía sentirlo. Los ruidos de disparos eran la única melodía que permeaba, todos íbamos para el mismo lugar, todos caminando sobre los ríos de sangre. Después de unos minutos de avanzar, llegué a la carretera donde me encontré con una pequeña niña, estaba corriendo desesperadamente, tenía el cabello negro y piel aperlada, el vestido turquesa lleno de tierra, dejaba ver los raspones de sus rodillas, no podía dejarla sola. -hola, pequeña, ¿te encuentras bien? - le dije en un tono agradable, la pequeña señaló hacia el punto de dónde venía. - mi abuela- dijo con un tono vacío- se la van a comer- dijo llorando. -tranquila nena, yo soy un A.R. (agente de rescate), voy a ayudarla. Necesito te quedes aquí sentada, cuida mi moto, si algo pasa, grita, yo te protegeré. - la niña sonrió mientras yo salía corriendo a la zona donde debía estar la abuela. Conforme iba avanzando escuchaba unos gritos de terror, debía ser ella, se escuchaban además bastantes criaturas, no iba a ser rápido. Definitivamente tendría que matar a esas cosas, pero, en algún momento habían sido humanos, en otro escenario hubiera admirado el terreno, pues era una zona tranquila, pocas casas, era prácticamente una tierra perdida; pero los gritos de la mujer interrumpieron mi segundo de paz.
Mi piel se erizaba conforme acercaba, sabía que no corría riesgos con todos los juguetes que tenía, pero nunca te acostumbras a pelear con cadáveres animados: siguiendo el sonido terminé frente a una iglesia, era considerablemente más grande que el resto de edificios y había sangre en el piso, pero no esperaba lo que había en frente de mí, en efecto, la mujer gritaba de horror y tenía múltiples heridas, aunque, se encontraba colgada, atada a un candelabro dorado, derramando gotas de sangre, pero no sólo era ella, había mínimo los restos de otras tres personas, en condiciones iguales, incluso había una de la cual sólo quedaba parte de la columna vertebral, y la cabeza cubierta de mordidas; mientras otros cuerpos se encontraban sin algunos miembros, sentí que iba a vomitar: mientras tanto los zombis, como polillas a la luz trataban de alcanzarla sin mucho éxito, babeantes de su sangre, sus rostros se veían carcomidos por el virus y despertaban un olor a putrefacción, eran aproximadamente 15 criaturas las que estaban ahí. Instintivamente saqué una escopeta recortada y al más puro estilo de “resident evil” me dispuse a cargarla, pero esas cosas me olfatearon antes, un grupo de 4 se dirigió hacia mí, sin dejar mi arma de lado, corrí mientras mi corazón saltaba por la mezcla de miedo y emoción (no todos los días te daban un arma para evitar el apocalipsis), mis pulmones se empezaban a cerrar un poco, ya había hecho esto, pero había algo raro, no sólo eran las criaturas descerebradas, sino que algo más se escondía en ese lugar, tan pronto cargué un tiro apunté a la cabeza del primero, tenía un aspecto robusto, como de un señor de 40 años; un solo movimiento de mi dedo, y la bala sacó sus sesos grises junto a bastante sangre, cayendo el cuerpo en el acto, el juego iniciaba; el disparo atrajo al resto, ahora tenía a un grupo de zombis hambrientos detrás de mí, así que tiré mi escopeta para sacar dos escuadras; estaba rodeado, sólo veía esos decadentes cadáveres impulsados por el hambre, comencé a disparar sin apuntar demasiado, algunos habían caído, pero tenía que recargar, un par de ellos me alcanzó, trataba de morderme el brazo izquierdo, así que lo golpee con la cacha de la pistola con todas mis fuerzas hasta que logré abrirle el cráneo. -aléjate maldito. - Grité mientras le reventaba el cuello, salí de la iglesia, necesitaba un momento para recargar el arma, quedaban unos 7; -mierda- grité poco después, había dejado los cartuchos en la moto, corriendo mientras pensaba un plan, me encontré una vieja pala oxidada afuera de una de las casas, era mi oportunidad; tomando la pala corrí contra mis perseguidores con todas mis fuerzas, comencé a golpearlos entonces, no recuerdo cuanto tardé, pero lo sentí como una eternidad.