Extras Lo que siento cuando estoy

4. Cita doble

Luciana:

Bostezo por décimo quinta vez desde que abrí los ojos esta mañana y maldigo a mi yo del pasado por haber creído que acostarme después de las tres de la madrugada, era buena idea. En mi defensa, estábamos en una misión secreta, no tan secreta, a la que Aaron denominó: ¨Levantar los ánimos y mandar a la mierda a la perra loca, manipuladora, tóxica, insoportable…¨ y no sé cuántos otros adjetivos utilizó para describir a Roxana.

Fue una noche divertida entre los miembros más jóvenes de nuestra alocada familia y creo que logramos el objetivo; Dylan parece aceptar que ya es hora de dejar atrás a Roxy y seguir adelante en este nuevo mundo de oportunidades al que se enfrenta gracias a la Universidad. Lo único malo es que ahora todos parecemos zombis a plena luz del día.

Vuelvo a bostezar y pestañeo varias veces para no quedarme dormida mientras el profesor parlotea frente a la clase, de la que, por cierto, no me he enterado de nada. Creo que tendré que pedirle los apuntes a Daniela.

Los malditos noventa minutos de clase terminan y yo, aunque a paso lento, comienzo a recoger mis cosas para salir a merendar algo. Tengo hambre.

—Hola.

Levanto la cabeza y un chico delgado, de sonrisa dulce y ojos cafés cubiertos por unas gafas redondas, me observa con nerviosismo.

—Hola.

—Soy Harry.

Sonrío.

—Lo sé, estamos en la misma clase.

—Sí… —Se rasca la cabeza, incómodo—. Es cierto… Mmm… Bueno, yo… Mmm… —Hace una pausa y respira profundo—. Me preguntaba si… Si te gustaría ir a cenar algún día de estos. En plan amigos, por supuesto.

Lo observo detenidamente.

Es un chico bastante mono. Los he visto mucho más guapos en los otros cursos, pero Harry tiene una mirada dulce que hace que resalte entre los demás. Por lo que he visto de él en los últimos días, sé que es un chico inteligente y aplicado, siempre está atento a clases y eso me gusta porque yo soy igual.

Me cae bien, aun así, no estoy convencida de que salir sea buena idea. Sé que ha dicho que es una salida de amigos, pero si así fuera, no estaría tan nervioso; tal vez ahora lo sea, pero estoy convencida de que él quiere un poco más.

Yo no tengo tiempo para involucrarme en una relación. Entre las clases y los entrenamientos…

Los entrenamientos…

Suspiro profundo.

Esas cuatro horas diarias donde mi corazón late a una marcha desenfrenada y no precisamente por el esfuerzo, sino por la sonrisa de mi pareja. Han sido solo tres encuentros, pero en cada uno he sido consciente de su presencia imponente, de ese cuerpo que estoy segura que es el delirio de muchas; de sus manos grandes y seguras al sujetarme; de sus brillantes ojos negros y su forma descarada de mirarme.

Bryan es, sin temor a equivocarme, el hombre más sexy que he visto en toda mi vida; pero también del que más tengo que protegerme, pues, enamorarme de él, solo me hará sufrir. He escuchado, sin querer, a tantas chicas suspirar por él y alabar su destreza en la cama, que lo único que quiero es poner distancia entre nosotros. Sin embargo, el patinaje me pone bien difícil la tarea y eso que solo estamos empezando.

Tal vez, después de todo, aceptar la petición de Harry no sea mala idea. Salir con él, como amigos o al menos por el momento, podría distraerme de Bryan.

—¿Luciana? —El ceño fruncido del chico, me dice que me he perdido en mis pensamientos más tiempo del que pensaba.

Sonrío y me pongo de pie, quedando a su altura.

—Sí, me encantaría.

Su sonrisa se hace más grande.

—Genial. ¿Te sirve el domingo? Podríamos ver una película y luego ir a cenar. ¿Tú qué crees?

—Me parece buena idea.

—Bien. —Se pasa una mano por la nuca—. Bueno, entonces nos vemos el domingo.

Frunzo el ceño.

—¿No vendrás a clases hasta la semana que viene?

Hoy es miércoles.

—¿Eh? —Hace una pausa y yo supongo que está buscando lo que dijo y sé el momento justo en que se da cuenta, pues sus ojos se abren de par en par y sus mejillas se ruborizan—. No, no, mañana si vengo, por supuesto que sí.

»Bueno, tengo que irme antes de seguir haciendo el ridículo.

Y sin dejarme decir nada más, se da la media vuelta y se aleja de mí.

Me río por lo bajo; es un chico muy gracioso. Definitivamente me cae bien.

—¿Qué ha sido eso?  —pregunta Daniela, acercándose. Yo me encojo de hombros y, juntas, nos dirigimos a la puerta del salón de clases.

—¿A que fue muy tierno?

—Si tú lo dices.

Salimos del aula en dirección a la cafetería para merendar algo y para mala suerte de mi corazón y buena de mis ojos, me encuentro con Bryan. Va con un chico trigueño que no conozco y una pelinegra de cuerpo de infarto y sonrisa de anuncio de dentífrico. Sobre sus hombros, descansa el fornido brazo de mi compañero de patinaje.

Sin poderlo evitar, lo sigo con la mirada mientras se alejan riendo de lo que sea que conversen.



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En el texto hay: humor, amor, patinaje

Editado: 01.05.2023

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