Extras Lo que siento cuando estoy

12. ¡Me voy a casar!


Luciana:

El mismo día, unas horas después…

Estoy feliz.

Feliz y orgullosa porque hoy mi hermana y mi mejor amigo, dos de las personas más importantes de mi vida, han decidido unir sus destinos bajo la promesa del amor eterno que será sellada posteriormente con su matrimonio.

Aaron fue tan, pero tan romántico, que juro que, si no estuviese perdidamente enamorada de mi novio, habría caído redondita a sus pies. Es cierto que todos pusimos un granito de arena en tan espectacular propuesta de matrimonio, pero la mayoría de las cosas salieron de su mente y de las increíbles ganas que tiene de hacer feliz a su enana.

Quiero gritar de la emoción.

¿Puedo?

¡Aahhh!

Cada segundo desde que mi hermana entró a los terrenos de la mansión Hoffman hasta que se encontró con su ahora prometido, fue mágico. El rostro de Emma lo decía todo, pues, aunque al inicio no sabía de qué se trataba todo realmente, estaba emocionada ante la sorpresa que su novio le había preparado. Lo sé por las cámaras desperdigadas por los alrededores con el objetivo de grabar el ansiado momento. Como comprenderán, nuestras madres no permitirían jamás no ser testigos de esa petición.

Han pasado unas horas desde que Emma dio el gran sí y, aunque no tengo ni la más remota idea de qué sucedió después, pues Aaron prácticamente la raptó y no nos quiso revelar sus planes, nos reuniremos en media hora en el Hotel Lacroft para cenar y luego ir a una discoteca a celebrar por todo lo alto las buenas nuevas.

—¿Estás lista, cucurucho?

Levanto la cabeza ante la voz más sexy del mundo y debo cerrar la boca para no derramar tanta baba ante la imagen deslumbrante de mi novio en ese ceñido pantalón que le queda de escándalo y esa camisa de vestir negra que se adhiere a cada músculo de su cuerpo. Tiene un aire formal e informal a la vez que lo hace ver muy sexy.

—Si me ayudas, terminaré más rápido —respondo, señalando con mi dedo índice el maldito broche de mis sandalias que llevo un buen rato intentando cerrar.

Sonriendo de esa forma tan dulce que derrite mis entrañas, se acerca y se arrodilla frente a mí, que estoy sentada en el borde del colchón. Con una precisión increíble cierra el broche y luego procede con el otro.

—Lista —susurra mientras su mirada se posa en mi pierna al descubierto.

—Mis ojos están aquí arriba, Bryan —bromeo y él me recompensa con una sonrisa ladeada.

Con una parsimonia increíble acaricia mis piernas mientras se pone de pie y va subiendo por mis muslos erizando cada centímetro de mi piel ante su tacto. Cuando llega a mis caderas, se detiene.

—Cuando te regalé ese vestido, no conté con las ganas que tendría de quitártelo con solo verte —susurra con voz seductora—. Estás preciosa, cucurucho.

¿Cómo puede ser tan sexy y tierno a la vez?

El vestido en cuestión me lo regaló hace tres días, justo para estrenarlo hoy. Es violeta oscuro con un poco de brillo, tan largo que cubre incluso mis sandalias de tacón fino sujetas a mis tobillos con una fina correa. Tiene una abertura en la pierna derecha y es de un solo tirante. El vestuario perfecto para ir a cenar al restaurante del mejor hotel de la ciudad y, al mismo tiempo, el más práctico, pues la falda puede sujetarse con una hebilla en la cintura, convirtiéndolo en un vestido de discoteca.

—Por mí no te detengas —susurro con picardía—. No me importaría llegar un poco tarde; siempre podríamos echarle las culpas al tráfico.

Su sonrisa se hace más amplia y por un segundo creo que de verdad nuestros amigos tendrán que esperar un poco por nosotros, sin embargo, Bryan deposita un beso en mi mejilla y se incorpora.

—No es justo tentarme de esa forma. Cualquier otro día no me lo pensaría dos veces, pero esta noche es demasiado importante.

Me guiña un ojo y yo me pregunto, qué tan importante puede ser para él celebrar que Aaron le haya pedido matrimonio a mi hermana, como para posponer hacer el amor conmigo.

Sin dejar de sonreír, me tiende la mano y yo la acepto sin dudar; después de todo, Emma es mi hermana y lo que es importante para ella, lo es para mí y hoy celebraremos juntas. Salimos de la casa y como el caballero que es, me abre la puerta del auto.

—Bry, ¿has sabido algo de Dylan y Daniela? —pregunto cuando él se adentra y enciende el coche.

—No.

—Es raro, llevo toda la tarde llamándolos, pero no contestan.

—No sé; tal vez decidieron darse una escapada romántica luego de la propuesta de Aaron. ¿No fue Dylan el que dijo esta mañana que el amor se respiraba en el aire?

Me río al recordar las palabras de mi primo, mientras se burlaba de Aaron. El auto se adentra a la carretera.

—A lo mejor quisieron pasar un rato solos; no lo sé.

—Bueno, supongo que le preguntaré Dani durante la cena.

Bryan asiente con la cabeza en acuerdo y durante los próximos quince minutos, tiempo que dura el trayecto hasta el hotel, conversamos amenamente de varios temas, fundamentalmente sobre su trabajo como asesor jurídico y mi tesis final, que está a la vuelta de la esquina y me tiene súper ansiosa.



#4077 en Novela romántica
#273 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, amor, patinaje

Editado: 01.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.