Hoy en día estaba muy nublado –más que cualquier otro día de nubes grises aquí en Londres-, gozaba de unas exageradamente grandes nubes casi negras, como si fuera una señal para algo o alguien.
En el hospital psiquiátrico todo siempre estaba en aparente control y calma.
Siempre tomamos medicamentos para cada enfermedad, si tenemos diabetes; tomamos medicamento para diabetes, si tenemos hipertensión; tomamos medicamento para la hipertensión. Llegar a la mente es muy complicado y algo que el ser humano aun no descifra ni en un veinte por ciento, por eso a la hora de tomar un medicamento se acaban las opciones y comienzan a usar placebos.
Tengo un pequeño grupo de amigos aquí dentro, Harold fue el primero en descubrir que le daban placebos para su trastorno de identidades múltiples. Esconde sus placebos bajo la lengua todo el tiempo y los utiliza como trampa para intercambiarlos por medicamentos que utiliza como drogas inhalables.
Harold esta encerrado en la clínica equivocada y al parecer a nadie le importa
Luego está Howard, sufre de TAE (Trastorno Afectivo Estacional). Es común verlo en estas épocas otoñales arrastrar los pies y usar una bata descolorida que huele a desinfectante con la barba larga y unas grandes ojeras, ni siquiera tiene la energía de abrir su boca para hablar, así que se convierte en un mudo total.
Miguel es un puertorriqueño que vino a caer aquí por culpa de su madre; una alcohólica que no quiso hacerse cargo de él, su padre lo acogió aquí. Una tarde, cundo su padre llegaba de trabajo en la oficina lo encontró sentado en el mesón, al acercarse a hablar con él se percató de que estaba inmóvil totalmente y su corazón latía sin un control. Miguel nos contó que solo recuerda el eco de la voz de su padre y un movimiento que lo llevo a rallar el mesón con un tenedor y hacer un dibujo lleno de líneas que asemejaban un rostro humano.
Fue diagnosticado con Esquizofrenia Catatónica e internado en este psiquiátrico infernal junto a nosotros.
Al final pero no menos importante quiero hablar de Selena una Alemana de gran estatura, ella sufre de TID. ¿Por qué? Bueno, este trastorno se presenta después de eventos traumáticos. Cuando tenía catorce años estuvo en medio de un tiroteo por francotiradores en alguna parte de Lima, Perú, desde entonces trato de acostumbrarme a sus cambios de personalidad.
Todos estamos en constante observación, según los Psiquiatras; no es normal que un grupo de enfermos se reúnan de la misma manera que nosotros, creen que estamos tramando un tipo de complot y los más peligrosos éramos Howard y yo.
—Otra vez estos tipos. Me causan dolor de cabeza—Selena refunfuño con ese característico acento Alemán.
—Si—respondió Miguel en simple monosílabo, esperaba más ya que a veces –raras veces- es un parlanchín, parecía que hoy tendría un ataque o algo.
—Dímelo a mí, solo sufro de TAE y me veo obligado a usar camisa de fuerza porque Soy peligroso—en un gesto de enfado Howard se tiró en el sofá donde me encentraba sentada, frente a la gran ventana enrejada.
— ¿Qué tanto miras, pastelito? –es el turno de Harold para hablar, gire mi cabeza para responderle y me es fácil localizar sus ojeras negras y largas, podría decirse que casi alcanzan sus mejillas.
—Las nubes, parece que están llamándome—conteste a su pregunta sin ningún rodeo—son muy grises—añadí.
— Vamos, Cariño, esto es Londres—expreso mi amigo ojeroso con obviedad—es uno de los lugares más lluviosos es normal ver estas nubes antes de un chubasco.
—Si, pero…
—Nada de peros, ya vienen por nosotros—me interrumpió Howard, su voz comenzó a apagarse lentamente y si, las hojas de los árboles comenzaban a cambiar su color.
Una vez que nuestro respectivo enfermero llegó hasta nuestro “lugar de reuniones” para informarnos que era hora de las terapias y medicamentos todos acudimos sin chistar, ni siquiera podía mirar a mis colegas, una tremenda nostalgia aparecía en mi al ver sus caras largas que expresaban lo artos que estaban del encierro continuo.
Nosotros no pertenecíamos aquí, nuestro lugar era la libertad.
<<Tienes que salir a ver las nubes>> una voz resonó dentro de mi cabeza, hacía ya mucho tiempo que no aparecía por ahí.
—Es lo que quiero pero ni siquiera me dejan ir al baño sola—conteste en un murmuro casi inaudible.