1 step forward, 3 steps back
Olivia Rodrigo
𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚
Una piedra sonó cuando chocó contra mi ventana. Me acerqué hacia el cristal y vi a Logan en el césped del jardín.
—¿Qué haces aquí a esta hora? —le pregunté cuando abrí un poco la ventana.
Normalmente venía cuando todos estaban dormidos y solo los fines de semana.
—¿Qué haces tú despierta? ¿Estás viendo maravillas sin mí?
Me limpié el polvo blanco de mi nariz e inhalé fuertemente. Abrí la ventana y me alejé de ella para esperar a que Logan subiera a mi habitación por las escalerillas. Me miré un segundo en el espejo, tenía el cabello revuelto, medialunas debajo del verde de mis ojos, piel más pálida de lo habitual... Los exámenes estaban acabando conmigo. O tal vez eran las sustancias que tenía repartidas sobre mi escritorio. No lo sabía.
Logan apareció por el marco de la ventana y me miró de pies a cabeza.
—Arréglate, vamos a salir.
—¿Salir? ¿Para eso interrumpes mi horario de estudio? —En realidad, no estaba estudiando ni una mierda.
Logan solía escabullirse por mi casa los fines de semana en la noche porque decía que no podía pasar un solo día sin verme, aunque hoy no era fin de semana. A mí la verdad ya ni me importaba eso, ya me había acostumbrado a tenerlo cerca. Era muy difícil deshacerse de él, aunque a veces, quería volver a sentir esa poca libertad, en todo sentido, que tenía antes de conocerlo; poder hablar con quien quisiera, decir lo que quisiera, hacer lo que quisiera...
Mis padres no eran impedimento para hacer lo que se me antojara. Si bien tenía muchas cosas prohibidas, las hacía de todos modos, porque encontraba una manera. Ahora con Logan en mi vida era muy complicado que se le escaparan los detalles.
—¿Prefieres estudiar que dar un paseo? —me preguntó con desconcierto y luego me besó los labios. Yo aspiré su olor a menta mezclado con tabaco—. Corre, cámbiate de ropa, Olivia.
Fui hacia el armario y busqué algo para cambiarme. La ropa que ahora había aquí ni siquiera era de mi decisión, él había elegido la mayoría y me la había estado obsequiando, aunque no fueran días festivos.
En realidad, la mayoría de mis cosas ya ni eran por gusto propio. Era como si después de conocerlo hubiera cambiado totalmente. Solo había pasado un año desde que estábamos juntos, pero había sido un año donde mi vida dio un giro de 180 grados. Un año donde mi esencia desapareció para ser la Olivia que alguien más deseaba, una Olivia que él deseaba, y sinceramente no podía negarme a serlo. Él no se iba a apartar, me lo repetía todos los días porque estaba muy enamorado de mí, y a mis padres ya ni siquiera les importaba lo que pasara en mi vida. Y, si les llegara a pedir algún tipo de ayuda o consejo, técnicamente lo que harían sería recordarme cada vez que me dieron advertencias, advertencias que yo no escuché.
Me miré en el espejo del baño con la cabeza revuelta. Por cada respuesta correcta que acertara del resumen que una compañera de clase me compartió, inhalaba una línea. A la tercera pregunta cambié el juego porque no sabía nada del tema y quería olvidarme un rato del mundo.
Encendí un cigarrillo mientras me cambiaba. El humo se esparcía por el baño y el tocador se llenaba de base para el rostro y sombras negras para los ojos. Mis ojos resaltan más con los párpados negros y delineados.
Salí del baño y Logan me mostró una sonrisa cuando me vio vestida.
—Te ves preciosa.
—Si con preciosa te refieres a parecer salida de una temporada de The Walking Dead, entonces sí, me veo preciosa.
Miller soltó una risa ronca que me puso alerta por si mis padres lo escuchaban, pero a él eso le importaba poco.
—Anímate, Olivia, será una noche para recordar.
Me tomó de la mano y, antes de salir por la ventana, medio apagué la colilla del cigarrillo en el cenicero. Salimos al jardín y corrimos hacia su auto...
Apagué la colilla del cigarrillo en el lavabo del baño. Me lavé el rostro con agua fría, repasé el color negro en mis pestañas, llevé una menta a mi boca y me llené el cuerpo con perfume para ahuyentar el olor a tabaco.
«Será una noche para recordar...» Maldita noche. Maldito año. Maldita vida.
Salí del baño y caminé por los pasillos hacia la mesa de nuestros almuerzos. El día de hoy lo catalogaba como esos días grises; donde no te sentías feliz ni triste. Algo intermedio. Era como cuando tenías un bloqueo emocional, tal vez, pero que no sabías por qué.
Necesitaba encontrar algún tipo de motivación, porque aún tenía cosas que hacer conforme a la facultad. No tenía ni idea sobre qué iba a hacer el proyecto, no tenía inspiración para sacar la cámara y fotografiar algo y sentirme satisfecha sobre ello.
Capaz y dejaba la carrera.
No, Elizabeth me mataría. Preferiría hacer cualquier cosa que me retaran, a decirle a ella que dejaba la carrera. Sería como ver al mismo diablo en persona.
Salí hacia los senderos del parque y me sorprendí cuando vi a Bianchi sentado en la mesa antes que yo. Me acerqué a él y me sonrió cuando me vio llegar.
—He de admitir que hace muchísimo tiempo ninguna mujer me había hecho esperar. Hasta hoy.
Miré la hora en mi teléfono y me di cuenta que iba tarde al almuerzo. Muy tarde. ¿Tanto había durado en el baño?
—No es un reclamo, pero ¿qué hacías qué duraste tanto tiempo?
—Hablar con un profesor sobre algo de la carrera—respondí a la vez que me sentaba a su lado.
No quería hablarle sobre mi adicción a la nicotina. No era el vicio más espantoso o desconocido del planeta, si veíamos las estadísticas de la cantidad de personas que fumaban y lo "normalizado" que estaba, pero era un tema que no quería dialogar con él. Y tenía mis razones.
#197 en Joven Adulto
#3465 en Novela romántica
amor miedos secretos, temas sensibles, ayuda bullying maltrato amistad tristeza
Editado: 20.11.2024