Lost on You
LP
𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚
Las paredes me asfixiaban, el oxígeno no era suficiente, las voces de las personas me perturbaban, las luces brillaban demasiado, los pasos en el pasillo retumbaban en mi cabeza, las...
—Pueden salir —informó el profesor cuando revisó la hora en el reloj en su muñeca.
Tomé el bolso del suelo y caminé entre las mesas para salir, pero el profesor me llamó cuando estaba a un paso de cruzar el umbral.
—Olivia. —Su voz acusadora me detuvo.
Me giré lentamente hacia él, con la mejor cara de neutralidad que podía adoptar.
—¿Si, diga?
—Tu proyecto, aún no lo tengo. —Se inclinó sobre el escritorio—. Tus demás compañeros me han enviado algunos adelantos, algo simple, una imagen que posiblemente no tiene nada que ver con la temática que quieren trabajar, pero aun así me informan que están intentando buscar algo y que están practicando.
Hizo una pausa y me miró con detenimiento, como esperando captar qué pasaba por la cabeza de una estudiante como yo.
—¿Qué hay de ti? ¿Tienes algo?
—Algunas imágenes, sí. —La mentira del año.
—¿Puedo verlas?
Se recostó en el respaldo de su silla y abrió el portátil para pasar las fotografías que debía de tener en mi cámara. Tal vez mentir no era la mejor opción, pero había sido el arma que me había mantenido con vida durante años.
Empecé a dar pasos hacia atrás y él frunció el ceño cuando vio que estaba escapando.
—La cámara está descargada y es hora del almuerzo. Pero en otra ocasión me encantaría. —Lo señalé cuando tenía medio cuerpo en el pasillo.
El profesor intentó refutar, pero me mezclé con los demás estudiantes y busqué la salida hacia el parque. No quería tener el tiempo de almuerzo hoy. No quería verlo —la mentira del año aún más grande—, pero debía deshacerme de esto de algún modo. Ya había tenido suficiente interacción con él. No quería que un paso en falso me trajera otra situación similar o peor que la de anoche. No otra vez más.
Me senté en la banca de siempre y me llevé algunas mentas a la boca para bajar la ansiedad hasta esperar a que Bianchi se fuera y poder fumarme un cigarrillo. Mis dedos jugaban con los cordones de mis zapatos, balanceaba mi cuerpo hacia delante y hacia atrás e intentaba controlar la respiración, pero pese a que estaba al aire libre con un montón de oxígeno que recibir, no me era suficiente.
Presioné mis dedos sobre mis rodillas, con fuerza, y luego sentí el perfume de un hombre que reconocía bastante bien cerca de mí.
—He tenido un día sobre producido. Es demasiado lo que puede pasar en cuestión de horas. —Se sentó a mi lado sin verme la cara—. Mi familia llegó ayer en la noche de Italia, lo cual fue toda una sorpresa. Estar con mi hermano en el mismo espacio es un caos, el humor de Aurora ha estado por los cielos por la fecha de su cumpleaños, al parecer a todos les dio hoy en la mañana por tener accidentes de auto antes del trabajo, mis compañeros de turno están insoportables y...
Se detuvo cuando vio que no le estaba prestando la mínima atención. Mi vista estaba enfocada en la puerta de cristal que se mostraba delante de nosotros, a unos metros de distancia, donde salían y entraban personas de diferentes tamaños, nacionalidades, estilos...
—¿Livvie? ¿Me estás escuchando?
Crucé mis brazos y hundí los dedos en mi piel. Tomé aire tratando de ocultar el temor que sentía y le hablé a Nico sin mirarlo.
—Quiero dejarlo.
—¿Qué cosa?
—El vernos.
Lo miré un segundo con todo el valor que podía reunir. Nico frunció las cejas con confusión y luego cambió su expresión por una más fría.
—No —dijo como respuesta final a la conversación.
—Niccolò...
—Dije que no, ¿de acuerdo? —me interrumpió—. He intentado siempre darte el espacio que necesitas y dejar que decidas las cosas, pero eso no lo voy a cumplir, Olivia. Lo siento.
Traté de desaparecer el nudo en mi garganta y limpié una lágrima en mi mejilla con mi mano, pero antes de bajarla, Nico la tomó y vio la herida del vidrio.
—¿Qué te hizo?
—Nada. —Me zafé de su agarre y miré hacia otra parte.
—Olivia, por favor... —Me tomó del rostro para que lo mirara.
Me limpió las gotas saladas y esperó a que hablara.
—Me hizo desvestirme frente a él cuando notó una herida por la patineta, y cuando estaba semidesnuda él... —me detuve. Había algo en mi voz que me impedía seguir hablando—. Me llevó a la habitación y no me dio opción, Nico...
—Joder, cariño. —Solté un sollozo alto y él me atrajo hacia su cuerpo—. Perdóname, ¿sí? Yo solo quería que pasaras un día diferente y no pensé que eso te iba a traer algún tipo de problema.
Escondí la cabeza en su pecho y el azul de su uniforme se hacía aún más oscuro cuando las lágrimas caían sobre la tela.
Me dolía arrastrarlo en esto, en mis problemas, no le correspondían, pero era como si de algún modo pudiera hablarle de ellos. No de todos, claramente. Eso que me comía la consciencia siempre se quedaría en una parte oscura de mi cabeza.
Pero esperaba algún día poder confiarle las cosas, con la esperanza de que él se quedara, de que no me juzgara o me mirara mal como todos lo hicieron en el pasado.
No sabía cuántos minutos pasaron, lo único que sabía es que Nico no hizo el intento en ningún momento por apartarme. Empecé a respirar más calmada cuando me deshice de todo lo que cargaba por dentro. Era maravillosa la paz que llegaba después de llorar. ¿Lo malo? La nariz roja y los ojos hinchados y adormilados.
Me aparté de su lado y di un largo suspiro cuando sentí que volvía a respirar de nuevo.
—Gracias.
Medio sonrió, parecido más a una sonrisa triste. Me tendió una servilleta y yo la pasé por debajo de mis ojos. El papel blanco quedó de color negro por la máscara de pestañas. Tomé el teléfono y vi mi espantoso reflejo en la pantalla.
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Editado: 20.11.2024