Halftime Show

CAPITULO 1

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Señor Brown
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Elijah.

Firmé el último de los papeles sobre mi escritorio y dejé la pluma de lado buscando una manera de distraerme de la mierda en la que se había convertido mi vida en las últimas semanas.

La manera como habían terminado las cosas con Elena aún me estaba jodiendo. No la amaba, pero fue mi amiga antes de ser compañeros de cama y yo había jodido eso por tratarla por la forma en la que lo hice sin importarme sus sentimientos.

Ya tu nueva asistente está en camino. No lo jodas, por favor. Tómalo como un favor personal. Edward.

Bufé ante el mensaje de mi hermano, mis ojos apartándose de la pantalla palpitante de mi celular con las diferentes reuniones programadas para hoy. Mi escritorio era un completo desastre desde que Sarah se había dado de baja por su mas reciente matrimonio.

El deseo de dejar todo de lado e irme a Chicago me invadió al igual que lo hacía últimamente con demasiada frecuencia. Atlanta era mi hogar mucho más de lo que lo era Boston o Chicago, pero a veces, me sentía demasiado solo con mis hermanos lejos. Emma y Ed eran lo único que podría decir que valía la pena en mi vida además de mi trabajo.

De no ser porque le había prometido a Edward estar más al pendiente de las cosas de Brown Enterprise, lo haría, me iría en una de mis escapadas anuales como él comúnmente las llamaba. Mi hermano ya tenía manos llenas y yo no hacía nada más sino agregarle más estrés al no estar al pendiente del negocio familiar.

Tendría que sacar tiempo de Heavenly para invertírselo a B.E y eso no me gustaba, sobre todo porque había aceptado la herencia de papá únicamente por ellos. Tenía lo mío y estaba feliz con ello. Cuando muriera, mis sobrinos quedarían siendo ricos por cortesía de su tío Elijah sin necesidad de meter lo que sea que Miles Brown me hubiese dado para compensar lo mierda de ser humano que era.

— Vaya. Alguien está de malas. —mis ojos viajaron al hombre en sus treinta entrando a mi oficina en el centro de la ciudad y solté una carcajada.

Su cabello negro perfectamente peinado dándome los motivos suficientes para joderle la existencia como siempre lo hacía.

— ¿Te acabaste el gel, Harris? —me burlé a medida que avanzaba y tomaba asiento en el sofá junto al minibar.

Ignorándome, buscó una botella de la mierda de té helado que siempre traía y dejaba allí y que yo odiaba.

— ¿Se puede ser más fresa? —dije caminando hacia él y sentándome a su lado.

— Sé apreciar lo bueno de esta vida y eso no me hace fresa. —me apuntó con la botella verde. —¿Qué hay de ti? ¿Ya pronto conoceré a la señora Brown?

Rodé los ojos y miré su anillo de bodas reluciendo en su mano. No sabía que sentía en realidad al ver a mis amigos mas cercanos cayendo poco a poco, pero ciertamente anhelo no era ese sentimiento.

Eso no iba a suceder.

— ¿Cómo está Olivia? —su mirada se iluminó ante la mención de su esposa. Su relación había perdurado desde que la morena le había plantado la cara en medio del campus frente a miles de personas cuando Ben le tocó una de sus nalgas al pasar.

Había sido algo digno de ver. El playboy millonario acostumbrado a que las mujeres se le lanzarán encima, no cabía de la confusión y apenas si registró el golpe. Las cámaras seguro que lo hicieron, porque al día siguiente era tendencia en las revistas. Su padre no estuvo feliz con ello y dejó de ser playboy y millonario en menos de veinticuatro horas cuando el señor Harris le quitó el acceso a cada propiedad y tarjeta proveniente de su bolsillo.

En vez de quejarse, mas de la cuenta, Ben comenzó desde cero peleando clandestinamente en uno de los bares al otro lado de la ciudad al igual que yo. Ambos éramos buenos y ganamos el dinero suficiente como para comenzar nuestro propio negocio; mientras que yo me ubiqué en la parte hotelera y turística, Ben siguió en lo suyo y creó su propia empresa de seguridad, y ahora, era una de las mas solicitadas a nivel nacional.

— El pequeño Tom ocupa todo su tiempo. —se encogió de hombros. —Pensé que irías a cenar anoche.

Había intentado hacerlo. Lastimosamente, el no tener una asistente a tiempo completo me pasaba factura. —No pude. Estoy hasta el culo de trabajo y apenas si he podido pegar el ojo en las últimas semanas. —y era cierto. Mi vida profesional se estaba viendo afectada por mi vida personal, al punto de que cuando intenté colocarla en orden me escupió en la cara.

— ¿Necesitas ayuda con algo?

— ¿Una nueva vida? —bufé y caminé hasta el lugar donde me esperaba mi escoces. —Estoy esperando a mi supuesta nueva asistente, espero que esta si pueda mantener sus manos para sí misma.

Sus ojos divertidos, miraron en dirección a la puerta mientras soltaba una carcajada, para luego llevar el té en su mano directo a su boca.

¿Qué demonios era tan gracioso?

Mi mirada se apartó de la suya y volví mis ojos al lugar donde los suyos habían estado y casi me caigo de culo.

¿Qué en el jodido infierno?

La ceja enarcada que me repasaba con superioridad y poca gracia me hizo querer correr en la dirección opuesta mientras intentaba con toda la calma no explotar.

¿Qué demonios hacía Vanessa Campbell en mi oficina?

— Me temo que con lo de las manos sueltas no tendrás problema, Elijah. Puedo tenerlas quietas y solo para mí. —me chistó desde el umbral de la puerta, acomodándose los lentes.

— ¿Es un chiste? —solté de la nada haciendo que Ben soltara otra de sus amables carcajadas que nadie apreciaba.

— Ben. —mi antiguo compañero de habitación en el campus y mejor amigo desde que tenía uso de razón, se puso de pie y caminó en dirección a Vanessa.

Había crecido en nuestro circulo y la familiaridad entre ellos siempre había estado, sobre todo porque había sido el único que encontraba soportable a Valentina en primer lugar. La hermana de la pelinegra presente era la encarnación del diablo mientras que ella era un jodido ángel en comparación. Eran como el Yin y el Yan y de no ser por el parecido al ser gemelas, nadie las relacionaría.




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