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3 - 2 - 1
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Vanessa.
Desperté completamente desorientada, tardando en incorporarme por la pesadez de mi cuerpo y de mis ojos intentando acoplarse a la luz. Había tomado demasiado de esa mierda y no la pondría en mi boca de nuevo.
¿Dónde mierda estaba?
Mis ojos vagaron alrededor, tensándome al escuchar el leve ronquido apenas audible de la persona a mi lado.
¿Qué hiciste, Vanessa?
Tragué en seco, mis manos viajando a la sabana cubriéndome y mi boca sacando el aire al ver mi ropa en su lugar.
El cabello rubio debió haberme dado una señal, pero mi yo crédulo quería creer que se trataba de alguien más. Cuando mi mano tomó la sabana cubriéndolo y la bajó un poco, mis ojos se encontraron de frente con el tatuaje que había visto a la perfección en varias ocasiones.
B.
Estaba en la jodida cama de Elijah Brown con él parcialmente desnudo a mi lado. ¿Cómo demonios había terminado aquí?
Tragué en seco cuando su cuerpo se removió y poco a poco despertó, para luego buscarme con sus ojos soñolientos. No creía que podía estar mas nerviosa de lo que estaba ahora, pero no podía salir de aquí. Quería respuestas de que no había hecho una estupidez anoche.
Lo único que recordaba era que la botella había caído hecha añicos en el suelo de su oficina y que había tomado otra para continuar. El resto de los sucesos de ayer eran un borrón, no tenía idea de en que momento había terminado en la cama de este hombre o por qué, pero quería saberlo.
— Buen día. —la leve sonrisa que medio no me pareció tan tosca como la de las ultimas semanas, así que lo mas probable era que el sueño aún lo tenía fuera de base porque el Elijah que yo había tenido que soportar estas semanas ya me habría botado de aquí. —¿Pasa algo? —se incorporó al momento en que permanecí en silencio.
— ¿Qué hago aquí, Elijah? —su sonrisa se desvaneció y sus ojos se apartaron de los míos mientras se ponía de pie tras un par de segundos sin pronunciar palabra alguna. —Elijah...
— ¿No recuerdas nada? —su voz fue cautelosa y algo dura mientras me daba la espalda y se dirigía al armario y permanecía allí sin mostrarme algún indicio de algo.
— Solo que tomé demasiado. —dije nerviosa. —¿Nosotros...?
— No. —murmuró con voz ronca, girándose hacia mí. No había rastro de la amabilidad que hace segundos me había demostrado, al contrario, era la misma mascara fría que me había estado dando últimamente.
Su respuesta no me alivió, eso no explicaba nada de porqué estaba aquí.
— ¿Entonces...?
— Te caíste y tuve que llevarte al hospital. —me encaró, señalando mi pie. La venda cubriéndolo me sorprendió. Era torpe, pero ayer seguro había llegado a la cima de la torpeza.
Lo moví un poco, quejándome al sentir el dolor correr por mi cuerpo.
Esto tardaría en sanar.
— ¿Por qué estoy aquí? —estaba nerviosa y no tenía idea del por qué. Su pecho subía y bajaba con calma.
— Te tuve que monitorear toda la noche. No te preocupes, no pasó nada. —tragó en seco. —Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites para recuperarte.
— No tienes que cuidarme...
Su sonrisa engreída me detuvo. —Yo no te voy a cuidar, Campbell. —su mirada se clavó en mí y algo tiró de mi pecho. Él estaba vacío de toda emoción, sus ojos grises me atemorizaban por la seriedad impregnada en ellos. —Gaia, mi ama de llaves lo hará. —se giró, sacando una camisa negra y colocándola sobre su pecho. —O puedes irte, me da igual.
— ¿Por qué tienes que ser tan idiota? ¿Tanto odias a mi familia como para no distinguirme de ellos? —murmuré dolida.
— No los odio. —masculló con voz firme volviéndose hacia mí. —Solo no me apetece tener ningún tipo de relación con ninguno que lleve ese apellido.
— No soy igual a ellos.
— Puede que no, pero no eres mas que mi empleada, Campbell.
— Renuncié. —chisté con la poca dignidad que me quedaba.
Una carcajada salió de su boca. —Tu insististe en firmar el contrato hace una semana. —se encogió de hombros. —No creo que tu papi vaya a querer pagarme la indemnización por incumplimiento de contrato.
Tragué en seco. Él tenía razón. Pedirle ayuda a mi padre significaba firmar mi acta de matrimonio con el alemán al que quería amarrarme.
— Gaia está a tu disposición. Tienes una incapacidad de dos semanas hasta que te revisen de nuevo el pie y si quieres trabajar desde casa por mi está bien.
Su falta de animo y tacto me sorprendía cada vez más. ¿Qué le había hecho yo a este hombre para que fuera un completo imbécil?
— Lo haré. —tragué en seco. —Lo que sea con tal de librarme de ese contrato rápido y de ti de paso. —dije con furia por el hecho de que estaba dejando que sus palabras me afectaran.
— Suerte con eso. —sonrió de lado. —Es un año.
— Te detesto. —solté clavando mis ojos en los suyos.
Algo indescifrable llenó sus ojos y tuve que parpadear un par de veces para comprobar que no me lo estaba imaginando. —Y yo me aferraré a eso a partir de aquí.
Sin dedicarme mas que una ultima mirada, su cuerpo se giró y salió de la habitación dando un portazo.
Y yo me aferraría a ello también. Se acabó la Vanessa condescendiente con los idiotas que se pasaban por su vida.
Y eso te incluía también Elijah Brown.
(...)
Elijah.
Un mes después.
Pasé mis manos por mi cabello en un intento por calmarme.
¿Desde cuándo me ponía así de nervioso por una mujer?
Desde que Vanessa Campbell entró por esa maldita puerta para colocarme la vida patas para arriba. Justo en ese momento supe que no iba a terminar bien. Y no lo hacía.
Luego de mi conversación con Emma anoche supe que estaba siendo más que un idiota. Antes sabía que era un idiota, pero ahora el repertorio de palabras que se habían anexado a esa lista era demasiado largo como para poder contarlas con los dedos de mis manos.
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Editado: 18.08.2024