Vanessa.
Tragué en seco cuando mis zapatos tocaron con firmeza el concreto de la pista de aterrizaje, mis ojos viajando al avión que estábamos a punto de abordar mientras la mano de Elijah permanecía en mi cintura aferrándose a mí tal y como lo hizo en todo el trayecto.
— Ni siquiera vayas allí. —me giré, mis ojos encontrando los suyos que solo se dispusieron a escanear mi rostro con una sonrisa.
¿Cómo podía estar tan sereno?
— Elijah...—su mano derecha dejó mi cintura y con un suave movimiento me tomó del cuello y puso un delicado beso en mi frente.
— Sé que tienes miedo, Vanessa. —la seriedad inundó su rostro, su pulgar repasando mi mejilla en un vaivén que poco a poco me comenzó a calmar. —Yo estoy eufórico y nervioso tratando de mantener la cordura aquí. —soltó una pequeña risita. —Pero no me echaré para atrás, no quisiera que tú lo hicieras tampoco. —fue entonces cuando la duda y el temor inundó sus hermosos ojos grises. —¿Lo harás?
Sacudí la cabeza sin saber que más hacer.
— Necesito que lo digas, hermosa. —sonrió con cariño. —Solo suéltalo.
— Sí, Elijah. —mis manos se posaron sobre su camisa subiendo y bajando al compás de su respiración. —Me voy a casar contigo. —la seguridad que emanó de cada palabra me sorprendió, no por el hecho de que estaba hecha un manojo de nervios, sino porque cada silaba fue dicha con el mayor grado de ella.
Apenas pasaron un par de horas mientras fuimos a nuestras casas a buscar equipaje, pero ese tiempo bastó para que la idea de todo lo que podría devenir en el futuro se instalara en mi cabeza. Me casaría con él y tendríamos una familia. Eso era a lo único que me estaba aferrando y no quería pensar en los contras de todo esto porque solo echaría a correr como él sabía que podría hacer.
— Me calma escuchar eso. —besó mis labios bajo la atenta mirada de algunas azafatas esperando a nuestro encuentro. —Ahora vamos, el vuelo tardará un par de horas. —sonrió. —Duerme ahora porque cuando seas mi esposa no tendrás mucho de ello. —mis mejillas se calentaron mientras una carcajada salía de su boca al notarlo.
— Camina. —solté en lugar de responder a su sugestiva afirmación, la mera imagen de ella instalándose en mi cabeza impidiéndome tener pensamientos coherentes en lo que respectaba a este hombre.
Abordamos el avión, sentándonos el uno al lado del otro, su mano buscando la mía nada más hacerlo. La sensación cálida era suficiente para calmar el pequeño atisbo de nerviosismo que me inundaba cada que miraba por la ventanilla y notaba como ascendíamos minutos después.
¿En serio iba a hacer esto?
Sí.
¿Papá me odiaría por ello?
Totalmente.
¿Me importaba?
Ciertamente no.
Si sufría al lado de Elijah lo haría con la cabeza en alto porque esta era mi decisión. Quería estar con él por mucho que doliera en un futuro de ser el caso. En el auto fue insistente en que lo haríamos funcionar y por algún motivo, no solo mi corazón le creyó, sino que mi cerebro también lo hizo. Y me quería aferrar a ello. Sin importar el costo.
— ¿Desean algo? —miré a la mujer que apareció junto a nosotros escaneando nuestras manos unidas. El movimiento me hizo dudar, queriendo tomar mi mano de vuelta, pero el apretón de Elijah cuando intenté hacerlo la mantuvo firme contra la suya mientras sus ojos iban a la castaña que miraba entre nosotros con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
— Yo no, estoy bien, gracias. —respondió, esta vez volteando a verme esperando por mi respuesta.
— No. —dije en un hilo de voz. —Gracias.
La mujer solo asintió y se alejó, dejándonos solos. —¿De qué tienes miedo? —a pesar de que esperaba esa y muchas preguntas por su parte, no dejé de sorprenderme al escuchar su voz tan cerca de mi oído.
— De todo. —admití girándome a verlo, nuestros alientos encontrándose mientras nuestros ojos estaban fijos en los del otro. —De ti, de mí, de nosotros. —tragué en seco. —De la furia de papá, de que Jeremy quiera cobrarme esto, de que...
— Oye. —me interrumpió. —Nada de eso importa ahora. —no estaba tan segura de ello. —Ven conmigo. —se puso de pie y me tendió la mano.
Miré alrededor sin comprender, pero aún así lo hice. Después de todo, la mayor locura a su lado sería casarme con él, cualquier cosa sería una nimiedad comparado con eso.
Me atrajo a su cuerpo y me guió hasta llegar a la parte trasera del avión, su mano libre tomando el pomo de la puerta frente a nosotros y abriéndola para luego esperar a que entrara. Enarcó una ceja al verme dudar y pacientemente se limitó a darme tiempo.
Aún con duda y nerviosismo, entré al lugar, deteniéndome en seco al notar la cama en la esquina. La puerta se cerró tras de mí y no me atreví a mirarlo.
Su mano dejó ir la mía para tomarme por detrás y envolver sus brazos alrededor de mi cintura haciendo que mi cabeza descansara en su pecho. —¿Ves a tu padre aquí? ¿O a Jeremy? —sacudí la cabeza previniendo a donde iba. —Solo somos los dos, Vanessa. —besó suavemente mi cuello, repartiendo un par de besos por la piel desnuda mientras mi cabeza se inclinaba un poco y mis manos se aferraban a las suyas para darle mejor acceso.
Lo sentí sonreír a medida que iba y venía al tiempo que mi cuerpo poco a poco cedía y se relajaba bajo su toque.
— Mañana a esta hora serás mi esposa, Vanessa. —asentí sin mirarlo, permitiéndole continuar sus caricias en mi cuerpo. Una de sus manos tomó una de las mías y se coló por debajo de mi blusa blanca, repasando mi abdomen sin ir mas allá, pero solo el mero roce me estaba volviendo loca. —Mañana a esta hora probablemente ya habré recorrido esto no solo con mis manos sino con mi boca. —tragué en seco. —Habré hecho mucho mas que eso y para entonces te habrás olvidado de todo lo que justo ahora sé que te acabo de sacar de la cabeza.
Sonreí por su intento de distraerme. —Siempre tan acertado. —dije con la voz entrecortada por la falta de aliento.
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Editado: 18.08.2024