Vanessa.
Los ojos de Tam se entrecerraron en mi dirección al tiempo en que se sentaba sobre el escritorio color caoba lleno de documentos por revisar. La cantidad de trabajo que tenía era impresionante, cortesía de la semana completa que Elijah y yo nos pasamos "trabajando en las Vegas".
— ¿Por qué no atendías mis llamadas? —abrí la boca para hablar y posteriormente la cerré. No le podía decir que su jefe, mi jefe y esposo, me confiscó el celular una vez salimos del hotel hace una semana para que no me concentrara en el trabajo y teniendo en cuenta que me llevó a un lugar donde carecíamos de conexión a internet, eso me dejó completamente incomunicada con el mundo exterior.
Lo agradecí una vez mis ojos se posaron en el historial de llamadas perdidas en mi teléfono. Mi padre llenó el buzón al igual que Jeremy y Valentina llamó una que otra vez, optando por dejar un par de mensajes en lugar de seguir llamando al notar mi falta de respuesta.
Anoche llegamos tan cansados por el vuelo de España a Boston, que simplemente nos quedamos a dormir en un hotel. Bueno, eso al no ponernos de acuerdo sobre en donde dormiríamos, si en su departamento o en mi pequeña casa. Fue algo gracioso de ver y aunque lo hice solo por molestar al señor controlador, al final terminé por aceptar que lo habláramos hoy.
— Estuve ocupada. —mentí sin pensarlo. —Ya sabes como es ese idiota. —tragué en seco algo consternada al sentir que la mentira no fue del todo convincente. Decirle idiota o bastardo, ya no tenía el mismo efecto en mí que hace un par de semanas. Se sentía demasiado...incorrecto.
— Entiendo, pero es raro porque tu celular se iba a buzón. —asentí a manera de confirmación.
— Sí, de tanto trabajo tuve que colocarlo en modo avión toda la semana, mi familia se volvió algo intensa y no tuve opción. —una mueca se hizo presente en su rostro. —¿Cómo está Jared? —su cara se iluminó ante la mención de su hijo.
— De maravilla, Harry lo llevó al dentista ayer y ya tiene otra profesión en la cabeza para cuando crezca.
— ¿Dejamos lo de ser policía? —reí un poco, acomodando los documentos en lugar de mirarla.
— Sí, su papá no está contento con eso. —se mofó. —Aunque yo sí que lo agradezco.
— No podrías dormir por las noches si se fuese a la academia en unos años. —ella asintió a manera de confirmación, sus ojos viajando entre mi rostro y los documentos.
— ¿Todo esto tienes que hacer? —asentí sin poder negarlo. —Ness, pensé que estaban trabajando. Parece el trabajo de dos semanas aquí, mujer. —una risita escapó de su boca, al tiempo que la mía sacaba una, pero al contrario de la suya sonó demasiado nerviosa.
— Teníamos otros pendientes y se presentaron un par de retrasos.
Bufó. —Ya, me imagino. Ese idiota no sabe caminar sin meterle el pene a una mujer. —una sonrisa apareció en su rostro. —Aunque las voces por allí dan buenas referencias. —tragué en seco. —¿No viste quien fue al afortunada?
Sacudí la cabeza y tomó todo de mi no salir corriendo y esconderme con un pajarillo asustado. —Estás casada, Tam. —dije intentando cambiar el tema.
— Bueno, no me imagino a Elijah mientras lo hago con Harry, pero ciertamente el chisme me ha alimentado estos últimos años y se me permite comentarlo. —se rió, inconsciente de que sus palabras solo me colocaban más nerviosa conforme salían.
— Entiendo.
— Por cierto. —se colocó de pie y esperó a que fijara mis ojos en ella. —Nunca me dijiste como estuvo la cita con el amigo de Harry.
Un carraspeo llenó el lugar cuando intenté abrir la boca para responder. Maldije por lo bajo mientras ambas nos disponíamos a mirar al hombre con cara de pocos amigos que hizo su aparición luego de tres horas encerrado en su oficina recuperando la semana de trabajo.
— ¿Están a gusto hablando sobre citas en el trabajo? —sus ojos parecían querer evitarme, pero de alguna forma siempre acababan en los míos, nerviosos, a medida que su respiración calmada subía y bajaba. —Pensé que tenías mucho por hacer. —me lanzó. No hubo rastro alguno de molestia, pero por alguna razón mi cuerpo respondió bajando la cabeza en lugar de decir algo.
— Oh vamos, Elijah. —se mofó Tam acercándose a él y golpeando ligeramente su hombro. —No habíamos hablado en una semana.
— ¿Y ese es mi problema? —la encaró, alejándose de ella y su mano golpeadora lista para atacar de nuevo. —Vanessa, ven a mi oficina. —acotó antes de que Tamara tuviese tiempo de sacar una respuesta listilla de su boca.
Me puse de pie rodando los ojos en dirección a la castaña molesta por el hecho de que Elijah no tenía intención alguna de discutir con ella como siempre lo hacía. —Ya se le pasará, sabes que es un dolor en el culo. —murmuré demasiado alto, provocando un gruñido del hombre que se había girado y ahora me esperaba en la puerta con una ceja enarcada.
— Tal vez necesite una buena mama...
— ¡Tamara! —chillé mirándola, mis mejillas calentándose ante la idea que cruzaba por mi cabeza. No pude mirar al hombre esperándome una vez mis pies se dispusieron a caminar y adentrarse en el espacioso lugar.
La puerta se cerró mientras mis ojos parecían estar fijos en el suelo a la expectativa. —¿Desayunaste? —su pregunta me tomó por sorpresa y ocupó todo de mí mantener mi cara neutral a medida que posaba mis ojos en él. —¿Y bien?
— ¿Eres bipolar? —soltó una carcajada y llevó la mano a su boca, sus ojos grises achinándose un poco mientras me reparaba. —Elijah...—mis palabras se perdieron en el chillido que solté cuando su mano se envolvió alrededor de mi cintura y me pegó con fuerza a su pecho. —¿no estás enojado?
— ¿Debería? —se burló.
— Contigo nunca lo sé. —coloqué mis manos sobre su pecho, observándolo a través de mis lentes con demasiada determinación. Que hombre tan confuso.
— Me pediste que lo mantuviéramos en secreto, ¿qué esperabas que dijera? —se acercó un poco de manera que logró colocar su frente contra la mía. Miré la puerta con nerviosismo, sosteniéndome en sus brazos mientras disfrutaba de la sensación de paz y seguridad que me producía su cuerpo contra el mío. —Le puse seguro.
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Editado: 18.08.2024