Halftime Show

CAPITULO 19

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Sorpresa, Campbell
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Vanessa.

— ¿Estás bien? —asentí y me recliné en la silla mientras la mirada de Elijah seguía fija en mi cuerpo tenso.

— Valentina me pidió que nos viéramos hoy. —esperó a que continuara, pero mi nerviosismo tardó un poco en proseguir. —No sé si ir.

— ¿Por? —no hubo rastro de comprensión en su rostro. —Es tu hermana, y aunque es una pe...—se detuvo al notar que entrecerraba mis ojos en su dirección. —una persona demasiado apática para mí. —concluyó con una sonrisa. —Si te quiere ver es por algo.

— Lo sé, pero nuestra relación no ha sido la mejor estos meses. —tragué en seco, repasando con mis ojos el mensaje en la pantalla burlándose de mí.

Estoy en Atlanta, ¿podemos vernos?

— Se siente diferente hablar con ella ahora. —solté. En los últimos dos meses desde la ultima vez que llamó, sus mensajes solo fueron en aumento conforme pasaban los días. Al principio un ligero "¿cómo estás?" me pareció extraño, pero ahora era raro el día que no enviaba un mensaje y cuando no lo hacía, enviaba uno tardío justificándose.

Ella nunca me dio explicaciones de algo, y ahora parecía soltarlas cada vez más. Solo le mencioné el hecho de que tenía un trabajo en Atlanta, pero mi vida para ella era un completo campo desconocido y no sabía si quería mantenerlo así por mucho mas tiempo. Era mi hermana, pero tenía mis dudas.

— Cariño, es tu hermana. Ve a verla, la mujer no es una asesina serial, de mera casualidad sabe como usar un cuchillo. —se burló tratando de quitarme la tensión. No lo estaba consiguiendo. Estaba preocupada por ella. Nunca mencionó si papá la buscó o algo por el estilo y yo jamás pregunté, pero la duda estaba presente en mí. —Vanessa, estás tensa y se nota a metros de distancia. —se puso de pie, sentándose luego en el borde del escritorio mientras me miraba. —¿Qué es lo peor que puede suceder? Solo ten tu teléfono a la mano y llámame de ser necesario. —asentí.

Su mano se tendió en mi dirección invitándome a tomarla. Lo hice y acabé en sus brazos con el tirón que hizo.

— ¿Quieres saber que ideas tengo para quitarte esa tensión? —sacudí la cabeza, riendo al notar como su aliento chocaba con mi cuello y me giraba para que mi espalda chocara con su pecho mientras me aprisionaba entre sus brazos, nuestras manos encontrándose en mi abdomen. —Creo que lo sabes, pero igual terminaré mostrándotelo.

— La puerta está abierta. —se encogió de hombros, ignorándome. —Elijah, alguien puede entrar.

— No hay nadie en el piso. —masculló, tomando el cabello que caía sobre mi cuello y apartándolo para luego comenzar a repartir besos por la piel desnuda a la que tenía acceso.

— ¿Cómo sabes eso?

Lo sentí sonreír contra mí. —Hay un descuento en la cafetería de Jimmy. Todos pidieron permiso a esta hora para irse y volver en dos horas. Sus pastas son las mejores de la ciudad.

— ¿Cómo es que yo no supe de esto? —no hubo sorpresa tampoco en mi voz, ni siquiera me importaba en lo absoluto.

— Estabas demasiado ocupada revisando tu trabajo como para prestarle atención a Tam cuando te pidió que fueras.

— ¿Y por qué no fuiste tú? Es tu favorito. —sus manos en mi cintura me dieron media vuelta de manera que quedé entre sus piernas con mi frente contra la suya.

— Alguien tenía que quedarse cuidándote. —rodé los ojos al tiempo que su sonrisa se ampliaba. —Además, —se detuvo y me apretó con fuerza contra él. —Jimmy me guardó un par de platillos solo para mí.

— ¿Tam sabe eso?

Sacudió la cabeza. —La mujer sería capaz de gritarle por preferirme a mí antes que a ella. —se burló.

— ¿O sea que no hay probabilidad alguna de que alguien entre? —de nuevo negó, mis manos fueron a la parte trasera de su cabeza y se enredaron en su cabello rubio. —Me gusta eso, señor Brown.

— Me alegro porque tengo ganas de algo mas que besos.

Enarqué una ceja. —¿Y eso sería?

— ¿Qué tal si mejor te lo muestro?

Puse los ojos en blanco, pero asentí.
Mi confirmación hizo que me girara entre sus brazos y delicadamente me colocara sobre el escritorio raramente vacío. —¿Tenías esto planeado? —el vestido veraniego que coloqué esta mañana se arremolinó en mi cintura cuando lo levantó.

— La suerte estuvo de nuestro lado. —sonrió bajando mis bragas. Mis ojos fueron a la puerta entreabierta y me tensé. Esto estaba mal. Su cuerpo se inclinó sobre mi y tomando mi mentón me besó con fuerza alejando los pensamientos de mi cabeza. —Quédate conmigo.

— Esto está mal. —el nerviosismo me inundó. Si alguien llegaba...

— Nada está mal. —sus ojos me abrazaron y solo éramos él y yo. Como siempre. —Eres mi esposa. Estamos en mi oficina y es mi edificio. Si me da la gana te hago mía en cada rincón del mismo y el que se atreva a mirarte mientras lo hago tendrá dos versiones de Elijah Brown.

— ¿Por qué dos? —su sonrisa se amplió, su mano tiró de la mía ayudándome a sentar sobre el escritorio para que el pudiera tomar el cierre en mi espalda y lo bajara con rapidez, dejándome en ropa interior frente a él.

— Porque el hombre de las cavernas en mí querrá matarlo por mirar a mi mujer desnuda. —besó mi cuello, siguiendo el camino hasta llegar a mi oreja mordisqueando un poco al hacerlo. —Pero el arrogante que sabes que vive latente en mí, te querrá tomar con tanta fuerza delante suyo para hacerte gritar y que sepa que solo yo tengo la dicha de provocar esos gemidos.

Sus palabras son como una droga a la cual soy adicta. Quiero más de él cada día que pasa y él me lo da. Me sacia las ganas, pero me deja con esperanzas de más. Nunca tendré suficiente de él.
Miré alrededor, evitando su mirada. La parte sensata en mí intentando controlar todas las emociones que mi cuerpo y mi alma parecían tener por él. — Pensé que no lo hacías en tu oficina con nadie. —sonreí de lado fijándome en él.




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