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Peligro
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Vanessa.
Miré por última vez mi reflejo en el espejo del baño de la habitación de hotel y suspiré aliviada. Era la primera vez que me sentía bien vistiendo este tipo de ropa. No se sentía como nada contrario a mí por alguna razón, puede que incluso me viera...sexy.
Tu puedes, Ness. Solo tienes que caminar a la salida.
Salí nerviosa por la reacción del hombre tras la puerta. Nunca me había sentido tan atrevida como ahora.
El vaso de escocés quedó a medio camino en su mano cuando puso sus ojos en mí, subiendo y bajando por el vestido rojo que se ajustaba a mí cuerpo, tardándose un poco en volver de la abertura que iba desde el muslo hasta abajo.
— ¿Qué...? —cerró la boca de golpe aumentando mis ganas de salir corriendo. Sabía que esto había sido una mala idea. Me giré en lugar de quedarme allí de pie sintiéndome estúpida, sus pasos resonando tras de mí con fuerza mientras se acercaba y detenía mi andar. —¿Qué demonios traes puesto? —su aliento pegado en mi oído me hizo estremecer y contuve las ganas de llorar.
— Ya me lo voy a quitar. Sólo dame cinco minutos. —solté con rapidez.
— No. —su negativa me tomó por sorpresa y tragué en seco cuando sus manos se colaron delicadamente en mi cintura girándome hacia él. —Demonios, cariño...—su boca tomó la mía en un casto beso, sus manos viajando a mí culo ahuecándolo entre ellas presionándome contra su erección. —No te lo quites. —jadeó contra mis labios. Lo miré, confundida. —Estás hermosa. Maravillosa. No hay palabras para describir lo sensacional que te ves.
— ¿De verdad? —sonrió de lado tomando mi mano en la suya. El deseo en sus ojos dándome la confirmación que necesitaba. Llevó mi mano a su entrepierna mostrándome lo duro que estaba. —¿En serio te gusta? —llevó su boca a mí cuello repartiendo suaves besos por mi piel.
— Me encanta. —mordió el lóbulo de mi oreja. —¿Te sientes bien con esto? No tienes que cambiar quién eres, Vanessa. —mordí mi labio inferior incómoda. Íbamos para una reunión importante, no quería que sintiera vergüenza de mí. En parte por eso me había animado a hacerlo, pero ahora me sentía demasiado bien conmigo misma y este pedazo de tela.
— Claro. —sus ojos y los míos se encontraron y a pesar que el deseo no se había ido, en sus pupilas también había amor. Tal y como me lo había dedicado en los últimos meses sin darme cuenta.
— Esta mujer me encanta. —sonreí. —Pero a mi hermosa pelinegra con lentes y ropa holgada la amo. No tienes que ser alguien que no eres solo por creer que es lo que quiero. Te adoro tal y como eres.
— ¿Cuánto tiempo tenemos? —confundido por mis palabras fijó sus ojos en el reloj abrochado en su muñeca.
— Unos diez minutos antes de bajar. —no dejó de sostenerme dándome la cercanía necesaria para poder tomar sus labios entre los míos de nuevo. Agradecía no haberme puesto labial o parecería un payaso luego de esto. —¿Estás segura de que quieres hacerlo ahora? —su voz salió ronca al sentir mi mano viajando a su entrepierna.
— ¿Desde cuando te importa llegar tarde? —murmuré contra su boca con una sonrisa.
— Desde que necesitaré más de una hora para todo lo que tengo pensado contigo y ese vestido. —no esperó respuesta por mi parte para tomar mi cuello con firmeza y devorarme con su boca, instándome a caminar a la cama. Sus pasos se detuvieron a medio camino, dirigiéndonos a la pared junto a la ventana de nuestra habitación. —¿Recuerdas que te dije que algún día alguien te empotraría contra la pared y te follaría hasta el cansancio? —mordí mi labio inferior, a la expectativa por sus palabras.
Claro que lo recordaba. Desde que nos casamos por alguna razón había pasado por mi cabeza en un par de ocasiones.
En lugar de responder, solo asentí. —No sabes lo mucho que agradezco que seré yo el que lo haga.
— Elija...—su mano colándose por la abertura de mi vestido me detuvo. ¿Para que lo provoqué? La maldita reunión era en menos de quince minutos. —Cariño.
Sonrió contra mi boca, poniéndose sobre sus rodillas. —Sostenlo por mí, hermosa. —aún en mi encrucijada por no saber si seguir con esto, lo hice. Arremoliné el vestido alrededor de mi cintura mientras que su mano bajaba de un tirón mis bragas de encaje rojo. —No iré a esa maldita reunión. —gruñó contra mi intimidad antes de pasar su lengua por mi vagina. Me quejé, mirando la sonrisa que se hizo presente en su rostro.
El chillido que resonó en la habitación interrumpió mi gemido a medio salir y provocó un grito en su lugar al notar el cabello negro de la mujer dándonos la espalda.
En vez de lucir consternado, Elijah soltó una carcajada colocándose de pie y ayudándome a bajar mi vestido. —¿Qué dices si la hacemos irse para continuar? —reí junto a él, dejando de lado el miedo por haber sido encontrada en pleno acto.
— ¿Es seguro que me dé la vuelta? —la sorpresa emanaba de cada palabra saliendo de la boca de Elena, quien podía divisar mantenía sus manos sobre su rostro aún estando de espaldas a nosotros.
— Estamos presentables, Elena. —soltó con burla, pegado a mí.
Elena se giró lentamente, mostrando su confusión en su rostro. — Lamento que hayas visto...esto —el nerviosismo tomó su lugar en mi hablar.
— Es lo que sucede cuando entras a un lugar sin tocar. —bufó Elijah caminando a la cama y colocándose su saco sobre su camisa. Ni siquiera se molestó en intentar ocultar su erección.
— ¿Quiero saber? —el dedo índice de mi amiga nos señaló a ambos.
— No lo creo. —las palabras de mi esposo me hicieron golpearlo con suavidad en el hombro. No dejaba de ser un idiota. Me sonrió en vez de responder. — ¿Querías algo, Elena?
— Edward nos está esperando en el lobby. —sus pasos se dirigieron hacia nosotros, y tomé esa como mi señal de que no estaba lista aún para responder preguntas.
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Editado: 18.08.2024