Elijah.
Los pasos de Vanessa resonaron mientras ingresaba a la oficina vestida con el corto pedazo de tela que Valentina le envió de cumpleaños de su nueva colección esta mañana. Desde hace dos semanas en Las Vegas su forma de vestir poco a poco fue cambiando, preocupándome al principio al notar los vestidos llenando nuestro armario.
Cada vez se parecía más a su hermana físicamente, pero mi esposa seguía allí. La inocencia que me atrapó era notable en sus ojos dándome la tranquilidad que necesitaba para saber que se sentía bien consigo misma haciendo esto.
— ¿No tienes hambre? —asentí, poniéndome de pie y acercándome con pasos firmes a ella. Su sonrisa se hizo presente cuando envolví mi brazo derecho alrededor de su cintura besando su mejilla. —¿Pedimos algo?
— No. —entrecerró sus hermosos zafiros en mi dirección. —Hay una bolsa en el baño, ponte eso y luego nos iremos.
Miró su vestido negro con desconfianza.
—Estás hermosa y lo sabes, pero necesitarás un par de pantalones para poder irnos.
— Pensé que teníamos que terminar los informes para Edward hoy. —hizo un ligero puchero ganándose un suave beso por mi parte en los labios. —Es en serio, Elijah.
— Yo también te hablo en serio, señora Brown. —tomé su mano, besando la alianza que no se había quitado desde que le pedí que la usara. Algunas miradas fueron lanzadas en su dirección y la curiosidad de Tam cada vez se notaba más, pero se abstuvo de preguntar cualquier cosa referente a ello. —No pienso hacer que te pases tu cumpleaños aquí encerrada. —abrió la boca y tuve que posar mi mano sobre ella para que no me interrumpiera. A estas alturas debería saber que nada de lo que dijera me haría cambiar de opinión, y aunque disfrutaba de sus argumentos para tener la razón, no iba a ceder con respecto a esto. No esta vez. —Ya le envié los informes a Ed.
— ¿En que momento? —inquirió, dudosa por mi afirmación.
— Anoche.
— Pero estabas en una reunión con Benson. —refutó. Enarqué una ceja en su dirección y sonreí con amplitud esperando que la realidad de mi mentira se asentara en ella. —Por eso no quisiste que te acompañara. —asentí, sin quitar la sonrisa de mi rostro. —¿Entonces que estabas haciendo ahora mientras yo organizaba los archivos?
— Estaba preparando todo para celebrar con mi esposa su cumpleaños. —las comisuras de su boca se elevaron y poco a poco la sonrisa radiante iluminó su rostro apenas cubierto por la ligera capa de maquillaje que se puso esta mañana.
— ¿Te he dicho lo genial que eres? —sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello.
— Cada noche mientras te hago el amor. —respondí, obteniendo por su parte que colocara los ojos en blanco por mi arrogancia saliendo a la superficie. Sus manos fueron a mi pecho, alejándome en un intento por cubrir su sonrisa. —Ve a cambiarte, tenemos que irnos.
— ¿No me dirás a donde iremos? —sacudí la cabeza, volviendo a mi escritorio y tomando las llaves de mi deportivo. Insistió tanto en que lo usáramos esta mañana que simplemente tomé las llaves y dejé que tomara el volante. Era un peligro que me permití asumir solo por mantener esa sonrisa que tanto amaba verle.
— Solo diré que me agradecerás el colocarte esos pantalones aguardando por tu redondo trasero.
— Definitivamente no conoces la sutileza. —se burló, sus ojos brillando con gracia al girarse en dirección al baño de la esquina de mi oficina.
Esperé pacientemente escuchando sus maldiciones por lo bajo probablemente intentando meterse en el estrecho pantalón de cuero que compré ayer. La puerta se abrió minutos después, su cabello caía sobre la chaqueta de cuero que cubría la camiseta blanca. —No pienso salir con esto. —bufó, acomodándose la mata de cabello negra.
— Date la vuelta. —rodó los ojos, pero me dio un buen vistazo de su trasero. —Sensacional.
— No voy a salir con esto. —repitió.
Reí un poco. —No lo harás.
Sus ojos se abrieron con furia para luego apuntarme con su dedo índice. —¡¿Para qué hiciste que me lo colocara entonces?!
— Porque no te lo vas a quitar. —sonreí. —Por favor, te va a gustar la sorpresa. —entrecerró los ojos en mi dirección, pero en vez de decir algo más, caminé a la percha y tomé la gabardina azul que empaqué junto a mis cosas. Me acerqué a ella y tendiéndosela, la pasé y me dirigí al baño para cambiarme.
A diferencia suya no me pondría pantalones así, por lo que un par de vaqueros servirían para lo que tenía en mente.
Salí minutos después para encontrarla sentada en el sofá revisando su celular perdida en sus pensamientos. Si me hubiesen dicho que la misma mujer a la que a escondidas le sacaba fotos se encontraría aquí usando la ropa que había comprado para ella mientras podía llamarla mi esposa, me habría reído en la cara de todos.
Mi vida cambió tanto en los últimos meses y apenas si me percaté de ello, demasiado perdido en ella como para hacerlo.
— ¿Nos vamos? —hizo una mueca para esconder la sonrisa, pero asintió. Las personas se acostumbraron conforme pasaron los días a vernos salir juntos que dejamos de esconder poco a poco que Vanessa se subía a mi auto por las noches. Probablemente la mayoría creía que teníamos una relación por fuera de las instalaciones, pero no que nos casamos.
Caminó delante de mí, pidiendo el ascensor mientras que yo le pasaba los últimos informes a Tam para que se los enviara a mi hermano. —No me pases llamadas, por favor. —asintió, sus ojos marrones buscando con curiosidad algún indicio de algo.
— ¿Están...—tragó en seco —saliendo?
Solté una carcajada, pero no respondí. Que se hiciera las ideas que quisiera en su cabeza, no debía explicaciones ni aquí ni en ningún lado.
— Asegúrate de decirle a Ed que estoy ocupado. —a regañadientes se limitó a asentir.
Me giré y dirigí mis pasos a la mujer esperando por mí, sus ojos sonriéndome mientras entrabamos a la cabina. —Si sabes que no dejará de preguntar, ¿por qué no le dices de una vez? —se burló oprimiendo el botón del parqueadero.
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Editado: 18.08.2024