Elijah.
Ocho meses después.
El llanto llenó mis oídos desde la puerta en la esquina dentro de mi oficina. Me levanté rápidamente dejando a Tam a media oración y entrando a la espaciosa habitación de mi pequeña me dirigí hacia la cuna junto a la pared.
Sus ojos azules bañados en lagrimas parpadearon en mi dirección al verme mientras se movía en su lugar en un intento por salir de la caja en la que creía estar. —¿Extrañaste a papá mientras dormías, princesa?
La tomé entre mis brazos, pegándola a mi pecho e inhalando su aroma a bebé. Olía a mi pequeña princesa. A la hermosa y tierna Emily Brown.
Poco más de cuatro meses y aún no me creía que la tenía aquí. Fue difícil al principio, tal vez aún lo era y mis noches se pasaban en vela viéndola dormir sin imaginarme lo mucho que necesitaba de mí. Tanto como yo de ella.
Su nacimiento fue un torrente de emociones y sensaciones. Emociones que volvería a repetir mil veces si eso me traía de vuelta a este lugar.
— Señor Brown. —miré a la mujer entrando al salón de eventos con el auricular en su oído y la carpeta en su mano. —Parece que hay un hombre fuera que dice que necesita hablar con usted.
— ¿Su nombre? —alguien que me sacara de aquí, por favor. Odiaba estos eventos, pero desde que Emma se metió de lleno en los proyectos que apoyaba Brown Enterprise me había tocado dar la cara cuando Ed no podía.
— Edward Brown. —puso una mueca. —Dice ser su hermano.
— ¿Y por qué no lo dejaste pasar?
— Bueno porque...
El revuelo que se desató en la entrada nos hizo mirar en dirección a la puerta a ambos. Ya imaginaba el motivo de sus gestos, mi hermano estaba empapado por la lluvia vestido con una sudadera impropia de su armario, a decir verdad. La mirada furiosa dirigida a los de seguridad me alarmó y corrí hacia él.
— Déjenlo pasar. —sus ojos grises se posaron llameantes en mí apretando su celular en su mano.
— ¡¿Dónde coño te metes, idiota?! —espetó, zafándose del agarre de los hombres que poco a poco le dieron la entrada sin apartar la mirada de él.
— Mi teléfono quedó en el auto. —su nivel de furia me impresionaba. —¿Pasó algo?
— Elena llamó. —entrecerré mis ojos en su dirección. —Vanessa estaba con ella y Emma cuando entró en labor de parto. —mis alarmas se encendieron con mayor intensidad, haciéndome mirar en todos lados en busca de algo a lo que aferrarme.
Intenté pasarlo. Tenía que llegar a ella.
Sus manos tomaron mis hombros para luego hacerme mirarlo. —Ya está en la sala de parto, te llevaré con ella, pero debes mantener la calma, Elijah.
— ¿Calma? —mi voz fue un ligero susurro. —¡¿Cómo carajo me pides calma?! ¡Suéltame, Edward! —me faltaba el aire. No podía faltar, no podía hacerles eso. Necesitaba estar allí con ella. Le juré en sueños que le sostendría la mano mientras traía a nuestra hija al mundo.
— Hubo un accidente en la principal, no podremos...—sus palabras causaron estragos en mí, y tuve que zafarme de su agarre para poder respirar con dificultad.
Pasé a mi hermano, pensando rápidamente en mis opciones. Por mi maldita vida que si llegaría. Corrí en dirección al parqueadero escuchando los pasos de Edward retumbando tras de mí intentando alcanzarme.
Dios, agradecía que esta mierda fuese en el edificio.
Tomé las llaves de mi bolsillo buscando nervioso la de la motocicleta que le regalé a Vanessa hace unos meses. —Elijah, no te subas en esa mierda. Estás asustado y no es una buena idea.
— Lo que no es buena idea es que yo me quede sin hacer nada cuando debería estar en ese maldito hospital ayudando a la mujer que amo mientras tiene a nuestra hija. —sacudió la cabeza sabiendo que no me iba a poder hacer entrar en razón.
Desde que el rostro de Vanessa salió hace unos meses en esa revista luciendo su vientre de siete meses mientras le sonreía a su hermana, todo se vino en picada. Mis dos hermanos quisieron respuestas y no permití que se enfrentara sola a ellos. Era nuestra niña, y ellos no debían meterse a menos que fuese para felicitarnos.
— Ahora, —me subí y metí la llave trayendo el demonio de dos ruedas a la vida. —te subes o te quedas. —lo miré. —Solo.
La duda se instaló en sus ojos, pero hizo lo que le dije. —No nos mates antes de conocerla.
— Considéralo hecho. —yo más que nadie tenía ganas de verla.
— Elijah. —no miré a Tam a pesar de que su voz me sobresaltó. Me mantuve quieto mientras la respiración de Emily se acoplaba a la mía al pasar mi mano con suavidad por su espalda. —Benson está aquí.
— Que se vaya, no tengo tiempo. —mis ojos escanearon la habitación. Desde que Vanessa tuvo ocho meses me dispuse a amoldar mi oficina a mi nuevo estilo de vida, sabía que mi trabajo requería de mi tiempo, pero mi hija también y que en algún momento la habitación que hice que construyeran en la sala de juntas de al lado sería necesaria.
Esta mañana cuando Valentina llegó con una sonrisa surcando en su rostro tanto Vanessa como yo supimos que tenía algo en mente. Y así fue. —Que se quede con su papá, y que sea bueno para algo además de dar ordenes y ser un idiota. —me percaté de la amenaza y el odio en su voz, pero no dije nada. —Volveremos a tiempo para la hora de su comida, Ness. —ella no quería separarse de Emily, lo sabía, y puede que no confiara en que no le pondría el pañal al revés a pesar de que sabía que era mucho mejor colocándolos que ella.
— Ve. —sus ojos no se fijaron en mí. Me odiaba. Se quedaba solo para no alejarme de Emily. —Estará bien.
Luego de diez largos minutos con Valentina rogándole, ambas salieron por la puerta dejándome solo con mi hija en mi departamento con Gaia mirándome con gracia.
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Editado: 18.08.2024